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Las chicas vienen muy trolas

De una manera agobiante, incansable, ruidosa, ruinosa, asqueante, lujuriante, caen desde el mismísimo cielo hordas, recuas, millares de trolas.

Semi desnudas, desnudas sedosas, patinosas, perfumadas, oxigenadas, blanditas, tensas, siliconadas, algo drogadas, totalmente drogadictas o en una abrumadora recuperación, tilingonas, vacías de toda idea, ignorantes de la palabra prejuicio, carentes de la palabra pudor.

Cada día estoy obligada a saber con quién durmieron, cuántos amantes tuvieron, sus posiciones predilectas. No descartemos por Dios sus videos, siempre robados en circunstancias misteriosas, con el mismo argumento, algo aburridor se diría ya que toda sutileza está ausente y todas comienzan y acaban (con perdón de la palabra), del mismo modo.

A este sin fin de vídeos perdidos hay que sumarle las declaraciones de las participantes con lujo de detalles de los amantes tenidos y por tener. A esto hay que agregarle las veteranas que, no siendo convocadas por ningún éxito que estén protagonizando y ya con el talento ( si lo tuvieron) extinguido décadas atrás, sacan a relucir amores momificados por la muerte o perdidos hace mucho en el Alzheimer. Allí están,  se sientan orondas bajo las cámaras con el maquillaje de cemento y cuentan intimidades que sus pobres involucrados jamás podrán  contradecir.

- Caramba- dice el conductor- ¿así que fuiste amante de Belgrano? ¡Mira vos y yo que pensaba que era gay...( el conductor es políticamente correcto y no se arriesga a decir puto). La señora revolea las pestañas con algo parecido al recato y  afirma - Ja. ¡y si yo te contara cómo era San Martín... un potrazo!... Escucho como la bandera se desgarra y cómo San Martín con todos sus granaderos se revuelcan en sus tumbas.

¡Pido piedad señores! Y no la pido en nombre de una moral con naftalina, ni en nombre de nuestras hijas y nietas que están a resguardo de estos ejemplos sencillamente porque nosotras hemos sido sus madres.

Tampoco se me escapa que toda mujer que se precie ha tenido en su vida alguna época de bombacha veloz, que todas fuimos jóvenes y muchas rapiditas pero siempre, siempre en el más cuidado de los silencios. Todas supimos que jamás honró a una mujer un curriculum demasiado denso, y que aquello que no se sabe, sencillamente, no es... Pido piedad entonces en nombre del buen gusto, de esas ambiguas palabras que por algún costado rozan el recato. Pido piedad en nombre de la imaginación, de la creatividad y hasta del escaso arte que se puede ver por televisión. Pido piedad por mi vida de televidente porque no me quiero morir mirando sólo canal Encuentro. He dicho.