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Las bengalas y el rock

La muerte de Miguel Ramírez instala una vez más el tema de la violencia y la inseguridad en los espectáculos públicos. El infortunado joven muerto por una bengala agonizó varios días en un sanatorio de La Plata, hasta que finalmente se produjo el trágico desenlace.

Como suele ocurrir en estos casos, la falta de reflejo de los funcionarios policiales y autoridades judiciales se hicieron visibles. A medida que el tema fue adquiriendo notoriedad, comenzaron las diligencias que en realidad deberían haberse iniciado apenas el joven fue herido por la bengala.

Inevitablemente lo sucedido en el Autódromo de La Plata evoca el caso de Cromagnon, la tragedia que costó la vida de 193 personas como consecuencia de las bengalas arrojadas en un local cerrado. Esta vez lo sucedido se dio en un local abierto.

El grupo de rock "La Renga" siempre condenó estas prácticas y, en este caso, expresó en el acto su solidaridad con la víctima y anunció que suspendía la gira. Estos datos merecen mencionarse porque dan cuenta de un comportamiento muy diferente al del grupo "Callejeros" que lucraban con el festival de bengalas, jamás expresaron solidaridad alguna con las víctimas y sus familiares, intentaron eludir en todo momento su responsabilidad y en lugar de suspender los recitales los realizaron especulando, tal vez, con la notoriedad del caso y los beneficios económicos que de allí se derivarían.

De todos modos, lo sucedido en el estadio de La Plata pone en evidencia, una vez más, la responsabilidad del público que asiste a estos recitales. En el caso Cromagnon empresarios, músicos y funcionarios debieron rendir cuenta ante la Justicia, aunque los únicos que quedaron excluidos de esa rendición fueron quienes asistieron a un festival de bengalas y a pesar de las advertencias insistieron en seguir arrojando bengalas al techo hasta que se produjo lo previsible.

Jurídicamente esa responsabilidad colectiva es imposible de probar, pero a la hora de la reflexión acerca de las responsabilidades reales no se las puede dejar de tener en cuenta. En el caso de La Plata, es posible observar la tragedia desde la perspectiva del público. Más de uno ha imputado al personal de seguridad la culpa por no haber extremado los recaudos para impedir el ingreso de bengalas al recital.

Se sabe que los controles se hicieron. Se reprocha que hayan sido livianos, sin tener en cuenta que en espectáculos de estas características se hace muy difícil, por no decir imposible, realizar controles minuciosos porque se corre el riesgo de provocar desórdenes por parte de un público irascible que, además, se jacta de sus comportamientos antisistema.

El tema merece discutirse y, por supuesto, la discusión debe incluir medidas de seguridad más efectivas, pero en el marco de las libertades que pretendemos disfrutar está claro que si los destinatarios de esas libertades no están en condiciones de ejercerlas o no se hacen responsables de sus actos, todo lo que se haga nunca alcanzará. Como dijera un abogado acerca del episodio Cromagnon: "Los empresarios y los funcionarios corruptos deben ser juzgados, pero no perdamos de vista que si una multitud de jóvenes decide encerrarse en un local y arrojar bengalas al techo es poco lo que se puede hacer para impedir la tragedia".