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Las 4 claves de la reforma a la escuela secundaria

Personalizar el recorrido de cada alumno y lograr un “avance continuo”, garantizar profesores de tiempo completo y fortalecer el bienestar emocional de los chicos son algunos ejes en los que trabaja el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a partir de consultas a distintos actores del sistema educativo.


El Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires avanza con un proceso de consulta a distintos actores del sistema educativo para impulsar una reforma de la escuela secundaria. Si bien las definiciones sobre los cambios aún no están cerradas, desde el ministerio ya enviaron a las escuelas un “documento marco” titulado Secundaria Aprende, que establece algunos lineamientos surgidos del diálogo con el sistema, según se explica ahí.

Entre otras cuestiones, el documento enfatiza la necesidad de personalizar las trayectorias educativas de cada estudiante en el marco de un “avance continuo”, profundizar la implementación del régimen de profesores por cargo, trabajar explícitamente en el bienestar emocional de los estudiantes y habilitar recorridos más flexibles, que garanticen los “aprendizajes fundacionales” pero también incorporen materias optativas y nuevas formas de agrupar los estudiantes (por ejemplo, por niveles de avance en sus capacidades y no por su edad).

Según pudo saber Infobae, el objetivo es avanzar en 2025 con experiencias piloto en las escuelas que lo decidan voluntariamente, para luego extenderlas gradualmente al resto del sistema, en el marco del plan Buenos Aires Aprende (que fija objetivos de política educativa hasta 2027).

Este miércoles la ministra Mercedes Miguel se reunió con algunos de los principales gremios docentes de CABA (UTE, UDA y Amet) para conocer sus perspectivas y relevar sus aportes. Ese encuentro se dio en el marco de una serie de diálogos, encuestas y mesas de trabajo que involucraron también a los supervisores, directores, estudiantes y egresados de la escuela secundaria, además de consultas a especialistas y relevamiento de experiencias internacionales. También hubo intercambios con otras provincias que ya avanzaron en la transformación de la secundaria tradicional.

El proceso de consulta para diseñar la reforma porteña empezó en febrero y continuará en los próximos meses. A fines de septiembre, la jornada institucional (EMI) de secundaria se destinará a que los docentes y directivos de cada escuela debatan y sistematicen sus aportes. En noviembre está previsto un taller “Secundaria Aprende”, con la participación de equipos directivos de toda la ciudad.

El documento marco traza un diagnóstico inicial de la secundaria, describe el proceso de “construcción participativa” realizado hasta ahora y, en función de lo relevado, señala cuatro principios fundamentales para la transformación de la escuela en la Ciudad de Buenos Aires: integración de los aprendizajes, desarrollo de capacidades, avance continuo y autonomía estudiantil.

Algunos de esos ejes implicarán cambios en el régimen académico de la secundaria (reformado en 2022) y en el reglamento escolar. En cambio, no se prevé modificar el Estatuto del Docente. Tampoco está en los planes cambiar el diseño curricular de la llamada “Nueva Escuela Secundaria” (aprobado en 2015), luego denominada “Secundaria del Futuro” (a partir de 2018).



Los 4 puntos clave

La idea de “integración de los aprendizajes” apunta a que existan más espacios interdisciplinarios, por ejemplo por medio de proyectos o resolución de problemas que requieran vincular distintas materias. La idea de “integración” también remite a la articulación entre la escuela y el mundo del trabajo y de los estudios superiores, como se viene impulsando con las “actividades de aproximación” (conocidas como “ACAP”).

En este punto se propone que cada escuela defina su “proyecto curricular institucional” (PCI), en el que no podrán faltar los contenidos “nodales”, pero también habrá “contenidos de profundización” que cada escuela seleccionará en función de su proyecto institucional. Incluso se menciona la posibilidad de que la organización curricular no sea por materias sino por “campos de conocimiento” (por ejemplo, Ciencias Sociales y Humanidades, o Ciencias Exactas y Naturales), por temáticas o por problemas del mundo real.

El segundo punto, sobre desarrollo de capacidades, también retoma reformas previas, que ya habían planteado la necesidad de poner el acento en las capacidades de los estudiantes, tanto en la enseñanza (por ejemplo, planteando en clase situaciones problemáticas) como en la evaluación (por ejemplo, por medio de rúbricas en vez de exámenes). El documento menciona cinco capacidades transversales que debería desarrollar todo estudiante: 1) autonomía, 2) comunicación, 3) pensamiento reflexivo y crítico, 4) resolución de problemas, 5) compromiso y participación.

De todos modos, también reconoce la importancia de los saberes y rechaza la “falsa dicotomía” entre contenidos conceptuales y capacidades. Una de las propuestas que se formulan es que cada escuela haga un ejercicio de priorización, que implica garantizar para todos los estudiantes los saberes prioritarios, pero también reconocer “saberes emergentes” que pueden formar parte de recorridos diferenciados para cada alumno.

Además, el documento hace hincapié en las habilidades socioemocionales y en el trabajo sobre el clima escolar como un factor clave para favorecer los aprendizajes. El Ministerio de Educación ahora tiene una gerencia de Bienestar Socioemocional, dedicada específicamente a estos temas. La preocupación por esta dimensión tiene que ver también con algunos datos críticos, como un aumento del 32% en los intentos de suicidio entre 2022 y 2023 y un incremento del 85% en las alertas por autolesiones, según cifras de la gerencia operativa de Equipos de Apoyo del Ministerio.

“Aprender es un proceso intrínsecamente socioemocional, ya que la dimensión afectiva y el contexto en el que se producen los aprendizajes influyen significativamente en la actitud para aprender, la atención, la concentración, la capacidad de razonamiento y la toma de decisiones”, plantea el documento Secundaria Aprende.

Uno de los puntos que podría generar más controversia –en el ámbito político, no tanto en el pedagógico, donde la medida ya cuenta con bastante consenso– es la definición de una trayectoria de “avance continuo”, que en la práctica podría implicar el fin de la repitencia por año completo, como ya lo anunció la provincia de Buenos Aires.

“Las trayectorias formativas de los estudiantes se vinculan con la progresión de los aprendizajes a través de los niveles de desempeño, sin estar condicionadas por la acreditación y promoción anualizada y por curso, aún cuando se establezcan mecanismos para promover la fluidez del recorrido y la adquisición de saberes pendientes”, plantea el documento marco elaborado por el Ministerio de Educación de CABA.

En este sentido, se espera que las escuelas desarrollen instrumento de seguimiento y de detección temprana de dificultades, que diseñen una “oferta de apoyos complementarios” según cada caso y que definan mecanismos de evaluación y de acreditación “que permitan el avance de los estudiantes en su trayectoria sin interrupciones”.

Este eje propone, entre otras cuestiones, que las escuelas diseñen propuestas curriculares en las que los alumnos se agrupen por nivel de logro (y no por edad), siguiendo un modelo que se aplica en países como Singapur y Austria. También menciona que cada alumno podría tener un “plan personal” de progresión en sus aprendizajes, que podría estar “desacoplado” del ritmo anual del ciclo escolar (por ejemplo, podrían formularse objetivos semanales para cada chico).

El cuarto punto, sobre “autonomía estudiantil”, apunta a que los alumnos tomen algunas decisiones sobre su recorrido en la escuela, por ejemplo eligiendo materias optativas en función de sus intereses personales. Uno de los objetivos fundamentales es reducir el ausentismo: hoy los alumnos faltan, en promedio, 2 de cada 10 días de clase, según datos de la plataforma Mi Escuela. En tanto, un 32% de los alumnos falta más del 20% de los días de clase.

Además, se propone avanzar hacia una mayor flexibilidad en la organización de los horarios y en el uso de los espacios escolares, partiendo de una propuesta más estructurada en los dos primeros años y con mayores niveles de autonomía a partir de tercero. “La organización horaria se centraría en las experiencias a ofrecer al estudiante, más que en la estructura de áreas o disciplinas de conocimiento”, señala el documento.

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