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Lágrimas de buena sal

*Por Alejandro Mareco. "El Flaco" murió a los 62 años; no es poco el turno que le tocó vivir. Es sólo que se acabó, y se acabó para quienes lo amamos.

Será que estamos viejos, me dice "Tati", en un mensajito en el que me cuenta que ha llorado. "No queda más que viento", suspira "Mingui" en otro mensajito. Mario llama y me dice que hay que escribir ya una memoria del rock nacional que él, y nadie como él, vivió; tiene razón.

Juan Cruz cliquea "me gusta" en el Facebook cuando le escribo: "Abrazo, desde el dolor más puro". Alejandro me dice en un correo electrónico que su música se queda entre nosotros. Y con "Pico", ¿qué decir? ¿Nos vamos a explicar a esta altura quién es "el Flaco" Spinetta y qué sentimos ahora? Él siempre lo idolatró, a diferencia de uno, que en el atrevimiento de vivir se ha tomado tan en serio el ejercicio de cuestionar como si eso fuera la esencia de estar vivo.

Tengo la sensación de que todos, el todos que tengo presente, nos hemos ido a llorar a un rincón donde nadie nos viera. No por ocultar nuestros sentimientos, sino por tratar de ocultar nuestros sentimientos de nosotros mismos.

Pero no ocultarlos por cobardía sino por impotencia, porque la muerte es la muerte y no tiene sentido llamarla injusta, hija de puta y cosas por el estilo.

"El Flaco" murió a los 62 años; no es poco el turno de vivir que le tocó. Es sólo que se acabó, y se acabó para quienes lo amamos. Es cierto: no se acabó su música, pero se acabó su vida. Su inmortalidad y el arte en el que influirá, es una hipótesis.

Mientras, en la radio caían cataratas de lugares comunes (y siempre difundiendo Muchacha ojos de papel ) como certificado de ignorancia del locutor o pretendido periodista (muchachos, Spinetta no murió a los 19 sino a los 62, infórmense un poco). Pero bien, qué podemos esperar; que nos digan, acaso, frases tan estúpidas como que en el cielo Luis y Pappo tocarán un rockanroll.

Vaya generaciones en las que vivimos. Tomemos en cuenta la historia de este país. Si con apenas 200 años pretendemos darnos una dosis de destino, pues basta saber que somos un pueblo joven y que a cada paso nos estamos dando un rumbo de identidad.

¿Cuál es el lugar del rock argentino? Lo vi pasar en el último cuadro del gran y maravilloso desfile del Bicentenario, allá en mayo de 2010. Eso quería decir, nada más y nada menos, que en una porción de la cultura argentina los muchachos que hicieron el rock son parte de la argentinidad.

Eso es lo que se nos fue con "el Flaco", una dosis de argentinidad en serio. ¿Por qué lloramos cuando lloramos por Spinetta? Por él y por nosotros.

Somos un país joven, apenas tenemos 200 años y eso quiere decir que cada generación deja una huella o, más bien, unos ladrillos sobre los que se erige la cultura argentina.

Y la cultura argentina vale más que mil puentes. Es sólo una manera de hablar. Un puente no nos hace argentinos, aunque haga un mejor país, pero es posible que una canción nos haga más argentinos.

"El Flaco" murió. Nos quedamos en silencio; sus deudos, apenas balbuceamos. La muerte era la puerta de esta apuesta, como lo es de todas las vidas que quieren hacer que vivir tenga sentido.

Me veo con apenas 14 años, tirado en el pasto escuchando Madreselva con mis queridos amigos de Bell Ville. Ahora, en este instante, sólo quiero escuchar Los libros de la buena memoria .

Todos lloramos a cierta edad, y lágrimas de buena sal. Porque tenemos un país más justo, porque en Cosquín aplauden a Alfredo Ábalos o a Juan Falú, porque se nos fue "el Flaco".
"Ya no sé si el mar descansará".