Laboratorio educativo
* Marcela Isaías. Por suerte el sentido común parece mantenerse intacto en las escuelas, donde se sabe que los 180 días que pretende dibujar el Ministerio de Educación para las planillas —que debe rendir vaya a saber ante quien— no es lo real de lo que pasa en las aulas.
El 14 de diciembre de 2007 Hermes Binner protagonizaba su primer acto de gestión como gobernador de Santa Fe. Lo hacía en el imponente salón de actos del Normal Nº 1 ante más de 500 directivos de escuelas, que de manera espontánea y sorpresiva para encuentros de este tenor, lo aplaudieron de pie. La actividad tenía como meta presentar el Programa de Recuperación de Escuelas, el mismo con el que había hecho eje en su campaña electoral. No es un dato menor recordar que estaban presentes los representantes de las dos líneas que conviven en Amsafé: Sonia Alesso y Gustavo Terés.
Quienes conocen algo de la realidad educativa de la provincia, y en especial el perfil de sus docentes, saben bien del valor de aquel hecho. Ni Reutemann ni Obeid, menos Vernet o Reviglio podrían haber protagonizado algo semejante. Y menos varios de los ministros de Educación que acompañaron esas gestiones.
En ese mismo acto, donde no faltaron videos alusivos a los momentos gloriosos de la educación pública y a muchos de sus gestores, los docentes tuvieron un primer encuentro cara a cara con la designada ministra Elida Rasino y dos de sus funcionarios.
Llegaron en aquel diciembre de 2007 las preguntas de los directivos a la flamante funcionaria, y para noticia de los descreídos que les encanta sostener que a los docentes sólo les interesa pelear por el salario, ninguna se refirió a los ingresos monetarios.
La preocupación pasaba por el funcionamiento de las escuelas, por garantizar a los chicos una buena educación, es decir con aulas dignas, buena formación y directivos abocados a la tarea pedagógica, y no diversificados en cientos de instructivos que los acercan más a un supervisor de supermercado que a un educador metido de lleno en cómo ofrecer una buena escolaridad.
Expectativas. Puede afirmarse que eran mayúsculas las expectativas docentes de que la educación santafesina dejaría de ser una instancia para formar punteros de infinitos candidatos presidenciables (como la dupla Germano - Reutemann), espacios para mostrar que es posible poner "mano dura" a los eternos huelguistas (Bondesío) o donde aplicar a rajatabla y con gusto los designios noventistas del Banco Mundial (Stanoevich - Cantero).
Había esperanzas de que fuera posible debatir sobre política educativa, pedagogía, cómo hacer mejores clases y en especial, que habría un diálogo real. Por supuesto también esto acompañado con un salario que hablara para la sociedad que la tarea de educar es importante.
La ilusión duró poco. El diálogo se convirtió en monólogo, y hasta en "recomendaciones" de no hablar con los periodistas, sino mediaba la expresa autorización de la ministra o de su jefa de prensa.
Esto derivó, entre otras cuestiones, en la renuncia de varios de sus funcionarios, que lejos de poder debatir un plan de trabajo integral, se vieron en el papel de ejecutores de propuestas preestablecidas.
No fue sin consecuencias para el sistema. Se llegó a situaciones insólitas para un Ministerio que pretendía darle a cada área la relevancia que merece.
Como ejemplo vale citar que durante más de dos años una misma funcionaria —Silvia Pezzoni— se hizo cargo de dos direcciones provinciales clave: educación de superior y educación inicial. Y esto en momentos definitorios como la aplicación de los cambios en los planes de formación docente, un área que se volvió en un espacio de prueba y ensayo.
Un paréntesis necesario para recordar aquí es que en la gestión Rasino se implementó la cátedra Movimiento y Cuerpo, donde los docentes que se presentaban lo debieron hacer al mejor estilo de casting televisivo: adjuntando a su currículum una foto de cuerpo entero.
O bien como se conoció este año que para acercarse "al mundo de la cultura" las estudiantes que aspiran a recibirse de maestras, debieron asistir a clases de burako, de salsa o de tejido.
Comienzo incierto. Lo que aquel día de diciembre en 2007 se anunció como plan de recuperación de escuelas, y duplicó las esperanzas de que realmente se venían épocas mejores para la educación, pronto se disipó.
Llegaron las invitaciones a jornadas voluntarias para pintar aulas, las primarias cedieron salones y espacios para dar lugar a las nuevas secundarias y las paritarias (muy bien recibidas por los docentes y sus gremios) terminaron siendo un lugar para descubrir que la mesa de negociación tenía el límite propio de la decisión política de no pagarle más a los docentes que a cualquier empleado público.
Así, en estos tres años los paros se repitieron y todo indica que el inicio de clases previsto para el 28 de febrero que viene está más en duda que nunca. El 2010 cierra con un descontento generalizado de los docentes por el aumento percibido en los últimos meses del año, más un concurso de titularizaciones teñido de cientos de errores. Y ya advierten que si no se discute a tiempo una buena propuesta el comienzo del ciclo lectivo se hará desear.
La ficción de escuela creada por la gestión socialista alcanza también al calendario escolar. En los tres años nunca se dio en la tecla con la fecha para cerrar el ciclo lectivo.
En 2008 se imaginó que era posible extender el calendario con "actividades recreativas" o bien en este que se va se fijó el 17 de diciembre como fin de las jornadas educativas.
Por suerte el sentido común parece mantenerse intacto en las escuelas, donde se sabe que los 180 días que pretende dibujar el Ministerio de Educación para las planillas —que debe rendir vaya a saber ante quien— no es lo real de lo que pasa en las aulas.
Cambios en el secundario. El cuarto año de gestión educativa avanza en un sentido más que preocupante para la escuela secundaria, la más castigada por la reforma educativa de los 90. No se ha logrado garantizar la igualdad en el acceso a la educación que todos deben recibir (las escuelas de este nivel no tienen todas ni la misma carga horaria de materias, ni cargos docentes y no docentes necesarios) y por si fuera poco se pretenden aplicar (desde el 2011) cambios en los planes de estudio surgidos vaya a saber de qué cabeza.
La nota más llamativa de este tema la dan la asignatura Colaboratorio y el espacio Ronda de convivencia. Una es una materia imaginada para aplicar en escuelas imaginarias, con más carga horaria que lengua o matemática. La otra "un lugar de encuentro".
"¿Vamos a pasarnos conversando con los chicos en lugar de dar clases?", preguntó una profesora con mucha coherencia apenas enterada de estos nuevos espacios.
Pero la duda que sobrevuela en todas las escuelas es la misma que se viene escuchando en todos los reclamos que empujaron la sanción de la nueva ley de educación: recuperar la escuela secundaria, esta vez obligatoria, inclusiva y que asegure el acceso al conocimiento. Y esto incluye a las rurales y a las técnicas (por cierto, cuya ley el senador socialista Rubén Giustiniani y sus colegas radicales votaron en contra).
No hace falta exportar aquí un "Colaboratorio" de la Unesco para atender a las nuevas realidades juveniles. Tampoco hay que inventar mucho, enseñar las asignaturas básicas como lengua, matemática y las ciencias han sido y siguen siendo las llaves del éxito de los países que tienen los mejores sistemas educativos.
Y por si se olvidó: los chicos reconocen como buenos docentes a quienes escuchan y respetan, a aquellos que les dan clases regularmente, estudian y se preparan para eso.
Deuda mayor. El cambio en el secundario aún no es un logro, como lo manifestó el gobernador Binner en un reportaje publicado por este diario en la edición del domingo pasado. En todo caso, los chicos siguen pendulando en un futuro incierto que promete transformaciones. Y si hay más alumnos mucho hizo la Asignación Universal por Hijo, la medida nacional más democrática de los últimos años.
También en relación con las declaraciones del gobernador sobre el presupuesto, hay que recordar que el porcentaje siempre fue alto, porque la gran parte se la llevan los salarios del sector, gasto fijo de este Ministerio.
Junto con la secundaria, otro de los ámbitos sobre el que poco y nada se ha hecho es el de la inclusión educativa. Las escuelas especiales se siguen poblando de chicos pobres que nada tienen que hacer allí; y los padres con chicos con distintas discapacidades deben deambular para que admitan a sus hijos en la escuela común.
Y también en este terreno son desestinados proyectos inclusivos surgidos de docentes comprometidos y estudiosos. Recordemos sino lo que pasó con la escuela secundaria especial 513, convertida en servicio a principio de año, sin tener presente el trabajo de los profesores.
De todas las deudas que tiene la educación provincial quizás la más preocupante es haber desestimado la discusión política. Durante estos tres años de gestión, que comenzó con mucha buena fe de los docentes, el debate político estuvo ausente. Fue reemplazado por una discusión celosa, orientada al trabajo minúsculo, desconfiado y que no permite habilitar horizontes.
Menos imaginar cambios profundos que avizoren buenos tiempos para la educación santafesina.
Quienes conocen algo de la realidad educativa de la provincia, y en especial el perfil de sus docentes, saben bien del valor de aquel hecho. Ni Reutemann ni Obeid, menos Vernet o Reviglio podrían haber protagonizado algo semejante. Y menos varios de los ministros de Educación que acompañaron esas gestiones.
En ese mismo acto, donde no faltaron videos alusivos a los momentos gloriosos de la educación pública y a muchos de sus gestores, los docentes tuvieron un primer encuentro cara a cara con la designada ministra Elida Rasino y dos de sus funcionarios.
Llegaron en aquel diciembre de 2007 las preguntas de los directivos a la flamante funcionaria, y para noticia de los descreídos que les encanta sostener que a los docentes sólo les interesa pelear por el salario, ninguna se refirió a los ingresos monetarios.
La preocupación pasaba por el funcionamiento de las escuelas, por garantizar a los chicos una buena educación, es decir con aulas dignas, buena formación y directivos abocados a la tarea pedagógica, y no diversificados en cientos de instructivos que los acercan más a un supervisor de supermercado que a un educador metido de lleno en cómo ofrecer una buena escolaridad.
Expectativas. Puede afirmarse que eran mayúsculas las expectativas docentes de que la educación santafesina dejaría de ser una instancia para formar punteros de infinitos candidatos presidenciables (como la dupla Germano - Reutemann), espacios para mostrar que es posible poner "mano dura" a los eternos huelguistas (Bondesío) o donde aplicar a rajatabla y con gusto los designios noventistas del Banco Mundial (Stanoevich - Cantero).
Había esperanzas de que fuera posible debatir sobre política educativa, pedagogía, cómo hacer mejores clases y en especial, que habría un diálogo real. Por supuesto también esto acompañado con un salario que hablara para la sociedad que la tarea de educar es importante.
La ilusión duró poco. El diálogo se convirtió en monólogo, y hasta en "recomendaciones" de no hablar con los periodistas, sino mediaba la expresa autorización de la ministra o de su jefa de prensa.
Esto derivó, entre otras cuestiones, en la renuncia de varios de sus funcionarios, que lejos de poder debatir un plan de trabajo integral, se vieron en el papel de ejecutores de propuestas preestablecidas.
No fue sin consecuencias para el sistema. Se llegó a situaciones insólitas para un Ministerio que pretendía darle a cada área la relevancia que merece.
Como ejemplo vale citar que durante más de dos años una misma funcionaria —Silvia Pezzoni— se hizo cargo de dos direcciones provinciales clave: educación de superior y educación inicial. Y esto en momentos definitorios como la aplicación de los cambios en los planes de formación docente, un área que se volvió en un espacio de prueba y ensayo.
Un paréntesis necesario para recordar aquí es que en la gestión Rasino se implementó la cátedra Movimiento y Cuerpo, donde los docentes que se presentaban lo debieron hacer al mejor estilo de casting televisivo: adjuntando a su currículum una foto de cuerpo entero.
O bien como se conoció este año que para acercarse "al mundo de la cultura" las estudiantes que aspiran a recibirse de maestras, debieron asistir a clases de burako, de salsa o de tejido.
Comienzo incierto. Lo que aquel día de diciembre en 2007 se anunció como plan de recuperación de escuelas, y duplicó las esperanzas de que realmente se venían épocas mejores para la educación, pronto se disipó.
Llegaron las invitaciones a jornadas voluntarias para pintar aulas, las primarias cedieron salones y espacios para dar lugar a las nuevas secundarias y las paritarias (muy bien recibidas por los docentes y sus gremios) terminaron siendo un lugar para descubrir que la mesa de negociación tenía el límite propio de la decisión política de no pagarle más a los docentes que a cualquier empleado público.
Así, en estos tres años los paros se repitieron y todo indica que el inicio de clases previsto para el 28 de febrero que viene está más en duda que nunca. El 2010 cierra con un descontento generalizado de los docentes por el aumento percibido en los últimos meses del año, más un concurso de titularizaciones teñido de cientos de errores. Y ya advierten que si no se discute a tiempo una buena propuesta el comienzo del ciclo lectivo se hará desear.
La ficción de escuela creada por la gestión socialista alcanza también al calendario escolar. En los tres años nunca se dio en la tecla con la fecha para cerrar el ciclo lectivo.
En 2008 se imaginó que era posible extender el calendario con "actividades recreativas" o bien en este que se va se fijó el 17 de diciembre como fin de las jornadas educativas.
Por suerte el sentido común parece mantenerse intacto en las escuelas, donde se sabe que los 180 días que pretende dibujar el Ministerio de Educación para las planillas —que debe rendir vaya a saber ante quien— no es lo real de lo que pasa en las aulas.
Cambios en el secundario. El cuarto año de gestión educativa avanza en un sentido más que preocupante para la escuela secundaria, la más castigada por la reforma educativa de los 90. No se ha logrado garantizar la igualdad en el acceso a la educación que todos deben recibir (las escuelas de este nivel no tienen todas ni la misma carga horaria de materias, ni cargos docentes y no docentes necesarios) y por si fuera poco se pretenden aplicar (desde el 2011) cambios en los planes de estudio surgidos vaya a saber de qué cabeza.
La nota más llamativa de este tema la dan la asignatura Colaboratorio y el espacio Ronda de convivencia. Una es una materia imaginada para aplicar en escuelas imaginarias, con más carga horaria que lengua o matemática. La otra "un lugar de encuentro".
"¿Vamos a pasarnos conversando con los chicos en lugar de dar clases?", preguntó una profesora con mucha coherencia apenas enterada de estos nuevos espacios.
Pero la duda que sobrevuela en todas las escuelas es la misma que se viene escuchando en todos los reclamos que empujaron la sanción de la nueva ley de educación: recuperar la escuela secundaria, esta vez obligatoria, inclusiva y que asegure el acceso al conocimiento. Y esto incluye a las rurales y a las técnicas (por cierto, cuya ley el senador socialista Rubén Giustiniani y sus colegas radicales votaron en contra).
No hace falta exportar aquí un "Colaboratorio" de la Unesco para atender a las nuevas realidades juveniles. Tampoco hay que inventar mucho, enseñar las asignaturas básicas como lengua, matemática y las ciencias han sido y siguen siendo las llaves del éxito de los países que tienen los mejores sistemas educativos.
Y por si se olvidó: los chicos reconocen como buenos docentes a quienes escuchan y respetan, a aquellos que les dan clases regularmente, estudian y se preparan para eso.
Deuda mayor. El cambio en el secundario aún no es un logro, como lo manifestó el gobernador Binner en un reportaje publicado por este diario en la edición del domingo pasado. En todo caso, los chicos siguen pendulando en un futuro incierto que promete transformaciones. Y si hay más alumnos mucho hizo la Asignación Universal por Hijo, la medida nacional más democrática de los últimos años.
También en relación con las declaraciones del gobernador sobre el presupuesto, hay que recordar que el porcentaje siempre fue alto, porque la gran parte se la llevan los salarios del sector, gasto fijo de este Ministerio.
Junto con la secundaria, otro de los ámbitos sobre el que poco y nada se ha hecho es el de la inclusión educativa. Las escuelas especiales se siguen poblando de chicos pobres que nada tienen que hacer allí; y los padres con chicos con distintas discapacidades deben deambular para que admitan a sus hijos en la escuela común.
Y también en este terreno son desestinados proyectos inclusivos surgidos de docentes comprometidos y estudiosos. Recordemos sino lo que pasó con la escuela secundaria especial 513, convertida en servicio a principio de año, sin tener presente el trabajo de los profesores.
De todas las deudas que tiene la educación provincial quizás la más preocupante es haber desestimado la discusión política. Durante estos tres años de gestión, que comenzó con mucha buena fe de los docentes, el debate político estuvo ausente. Fue reemplazado por una discusión celosa, orientada al trabajo minúsculo, desconfiado y que no permite habilitar horizontes.
Menos imaginar cambios profundos que avizoren buenos tiempos para la educación santafesina.