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"La vi en la morgue, toda cortada": el sanguinario relato detrás del crimen del hotel alojamiento

"Me mostraron solo la cara, después me mostraron un brazo, una pierna que estaba toda moretoneada", dijo su pareja.

Alfredo Humberto Roldán se para en la calle de tierra frente a su casilla en un asentamiento de Quilmes Oeste a ver quién viene. Tiene a una docena de hermanos y primos detrás. También está su madre, entre los carros de cartonero de los vecinos y los perros que andan por las pilitas de basura. "Sí, sí, yo soy Alfredo", dice, presentándose a sí mismo, sin sueño, sobresaltado. Está como en guardia. De a ratos llora, se recompone, luego llora otra vez.

Su pareja, Carolina, estaba embarazada de seis meses. El domingo por la madrugada, cerca de las 2, Carolina dejó la casilla que compartía con Alfredo en la villa para ir al kiosko. "Tenía antojos, quería un chocolate y un yogur y salió a comprar", dice Alfredo.

Horas después, Carolina fue encontrada muerta en una cama del hotel alojamiento Susurros en Florencio Varela por efectivos de la Jefatura Departamental de Quilmes. Las piernas del cadáver cubiertas de sangre, con heridas visibles en sus órganos sexuales, son detalles analizados por la UFI Nº3 de la jurisdicción, que comenzó la investigación bajo la carátula de averiguación de causales de muerte y rápidamente fue recalificada como homicidio.

Mientras tanto, en la villa de Quilmes Oeste, Alfredo todavía esperaba y preguntaba entre amigos por su mujer embarazada que no volvía: la búsqueda de Alfredo y la víctima asesinada en el hotel en un brutal femicidio todavía no habían sido conectadas.

Carolina no fue identificada hasta mucho después en el día de ayer cuando Alfredo radicó una denuncia a fines de la tarde en la Comisaría Nº3 de Varela por desaparición de persona. La descripción de su mujer se ajustaba a la víctima encontrada en el Susurros. Así, Alfredo fue llevado a la morgue de Ezpeleta donde estaba el cuerpo en una mesa fría de metal.

"Me mostraron solo la cara, después me mostraron un brazo, una pierna que estaba toda moretoneada", dice Alfredo a Infobae: "Vi sangre, loco. Sangre. Me la hicieron mierda"

Alfredo pone el crimen en el contexto de su propia vida. El femicidio fue el fin de su esfuerzo y sus planes: él y Carolina habían decidido estar juntos para estar mejor. "Nos conocimos acá en la zona. Los dos consumíamos paco, ella compraba en otro lado, consumíamos juntos", cuenta, "pero cuando quedó embarazada dejamos los dos, nos rescatamos."

Alfredo consiguió trabajo en una empresa gastronómica, Carolina se mudó con él tras dejar la casa de sus padres. Ya tenía dos hijos de una relación anterior, un varón y una nena; Carolina nunca hablaba del padre de los chicos, una figura aparentemente ausente. "La nena vivía con nosotros, me decía 'papá'", dice.

Un hombre, Ariel G., de 37 años de edad, fue detenido como el principal sospechoso del crimen: la patente del Ford Focus en que fue visto saliendo del hotel Susurros llevó a su captura, se había refugiado en la casa de su ex mujer en la zona de Don Bosco. "Sé que el tipo es del barrio, pero nunca lo sentí nombrar", dice Alfredo, que asegura no haber advertido "nada raro" en su mujer en los últimos meses.

En San Francisco Solano, la familia de Carolina espera en la puerta de la casa donde se crió junto a cuatro hermanos. Gustavo, su padre, un albañil, dice: "La vi por última vez el jueves pasado cuando vino a buscar plata. No había ningún problema con Alfredo. Y de este tipo Ariel al que detuvieron nunca escuché nada, no sé quién es". Hugo, tío de la víctima, se enoja con lo que ve en el televisor: "Sí, ella consumió, tuvo su historia, pero los canales la tratan de falopera. Es una canallada."

Gustavo había sido citado a la Comisaría Nº3 mañana para comenzar trámites para recibir el cuerpo de su hija y enterrarlo. La principal hipótesis del crimen, según investigadores policiales, apuntaba a un juego sexual particularmente violento. Sin embargo, Alfredo retuvo en su mente un detalle perturbador que no encaja: "Cuando le vi los brazos para reconocer en el cuerpo vi marcas como de dedos, marcas para defenderse. Para mí se la llevaron por la fuerza", asevera.

(Infobae)