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La verdadera historia de los hijos de Fangio y por qué no eran reconocidos como herederos
Oscar, Rubén y Juan Carlos tienen historias diferentes y recién se enteraron que eran hermanos cuando tenían más de 70 años.
En la intersección de las rutas 226 y 55, las letras plateadas forman Balcarce en el cartel de bienvenida pero lo que llama la atención allí es la escultura de estilo hiperrealista de Juan Manuel Fangio, inaugurada en agosto de este año, que acompaña las réplicas de los autos Mercedes Benz W196 y Maserati 250F. Desde ese momento y hasta que se deja la ciudad serrana, en cada una de sus calles algo recuerda al Chueco.
Juan Carlos se crió en esas calles y, aunque su DNI decía Rodríguez, siempre conoció su identidad: era hijo del quíntuple campeón de la Fórmula 1 en la década del '50, pese a que su documento recién lo reflejó ahora, cuando fue reconocido por la Justicia como el tercer hijo de Fangio, junto a Oscar.- que en sus épocas de piloto usó el seudónimo "Cacho" Fangio avalado por el Chueco- y Rubén.
“Es muy emocionante porque igual que los otros hermanos uno siempre busca la dignidad, independientemente de que siempre le dijeron a uno quién es, que era el hijo de Juan o no, y eso a la vejez aparece. Yo tengo 76 años y viví toda la vida en Balcarce. Pero era muy amigo de la familia, siempre estuve en contacto con la familia mucho, sobre todo con Toto -NdR: el hermano menor del Chueco-, con Toto éramos muy compinches", le contó el menor de los hijos de Fangio a Clarín durante el tributo que se le realizó a su padre hace una semana y que culminó con el traslado de los restos del Cementerio Municipal al mausoleo construido especialmente en el Museo Fangio, frente a la Plaza Libertad, en el centro de la Ciudad.
Pese a que sabía que su padre era el hombre más ilustre de su ciudad, Juan nunca buscó su apellido, su herencia ni su contacto. Llevó siempre con orgullo su apellido porque era el de su mamá, Susana Rodríguez, a diferencia de lo que ocurrió con Oscar y Rubén, quienes fueron anotados en el Registro Civil como hijos de los esposos de sus madres.
"Sinceramente, nunca tuve dudas sobre mi identidad, siempre supe quién era mi padre. De chiquito mamá me dijo que yo era hijo de Juan Manuel, nunca lo escondió. Mamá también me contó que tenía quince años cuando tuvo una relación corta con Juan Manuel, que en ese entonces tenía treinta y tres. Cuando yo nací, ella tenía dieciséis recién cumplidos y se hizo cargo de todo", profundizó Juan Carlos en el libro Algo del antiguo fuego (Tusquets) que escribió el periodista Miguel Prenz.
Allí también se cuenta que la primera comunicación entre los tres hermanos se dio en 2013, cuando Cacho y Juan, a través de su abogado, Oscar Scarcella, se unieron al pedido de ADN de Rubén, un hombre que había nacido en Balcarce pero residía en Cañuelas y que en 2005 había iniciado su juicio de filiación con Miguel Ángel Pierri.
Tras varios contactos telefónicos, con el mayor de los hermanos frecuentemente como mediador, el primer encuentro de los tres se dio en abril de 2016 en una hostería en Tandil propiedad de Scarcella, quien se hizo cargo de invitarlos con todo pago.
Para entonces, Oscar y Rubén ya habían sido reconocidos por la Justicia, mientras que un mes después Juan recibió el informe de ADN cotejado con el de Oscar -por cuestiones procesales- que indicó que eran hermanos en un 97.4%. Cinco años después, se conoció el fallo definitivo de los tribunales de Mar del Plata en el que se comprobaba que era hijo del Chueco.
Con pasados distintos y luchas en la Justicia disímiles para obtener su identidad, los hermanos Fangio fueron clave para que desde el 10 de noviembre los restos del ídolo descansen en el mausoleo construido en mármol negro y ubicado en la planta baja del Museo Fangio, junto a sus recuerdos, sus autos y sus trofeos. A solo un blíndex de la gente.
El Chueco y la Beba, una gran historia de amor
El corazón frágil de Juan Manuel Fangio se contrapuso con una personalidad seria y una vida amorosa que mantuvo encerrada en un cofre y cerrada con llave, sin acceso para el respetuoso periodismo de la época, que solo se interesó por sus logros deportivos e indagó poco sobre su relación con Andrea "Beba" Berruet.
Si bien murió el 17 de julio de 1995, a los 84 años, sin haberse casado y sin tener hijos reconocidos, los biógrafos de Fangio aseguraron que el múltiple campeón mundial mantuvo una relación prolongada con Beba, que terminó en 1960. En ese tiempo, ella lo acompañó por Europa; su imagen, de hecho, aparece en varios de los triunfos del Chueco en la Fórmula 1.
Se habían conocido a mediados de los '30, cuando ella tenía unos 20 años y estaba separada de su marido, Luis Alcides Espinosa, en un país donde el divorcio no estaba avalado. Por eso, cuando Cacho nació el 6 de abril de 1938 fue anotado como Oscar Alcides Espinosa: ni Berruet ni Fangio.
Cuando en 1949, el Chueco y Beba se fueron a Europa, Oscar quedó al cuidado de los familiares de Espinosa en Balcarce hasta que a los 12 años se mudó a la casa de su abuela materna en Mar del Plata para continuar con sus estudios secundarios.
Hasta allí iban cada verano sus padres para instalarse en el Hotel Benedeti y pasar las vacaciones con él. Alternaban esas visitas con los encuentros en el departamento porteño de Talcahuano 154, que Fangio conservó hasta el día de su muerte. En Buenos Aires, Cacho también palpaba el automovilismo con los relatos de amigos de su padre, como Froilán González y Stirling Moss.
"Con mis abuelos teníamos relación de nieto y abuelos. Pero ellos no tenían buen feeling con mi mamá, mis tías tampoco, porque mi viejo había tenido una novia que era de una familia más o menos bien de Balcarce y la había dejado por mi vieja, que por él se había separado de Espinosa. Igual la atendían bien cuando íbamos porque mi viejo era Don Corleone", reveló Cacho en aquel libro de Prenz.
La relación entre el Chueco y Beba no se prolongó mucho más allá del retiro de Fangio. Pero antes, a mediados de los '50, el piloto había solicitado la adopción de su propio hijo, un trámite que -sin embargo- abandonó poco después.
El primer pedido de Oscar para que lo retomara llegó en 1966, cuando le surgió la oportunidad de correr en Fórmula 3 y debía renovar el pasaporte para viajar a Europa. Juan Manuel le dijo que lo único posible era adicionar el apellido Fangio al documento y fue eso lo que ocurrió. Así empezó su trayectoria profesional como "Cacho" Fangio.
Pero sabía que era un "parche". Y por eso cuando regresó a la Argentina le pidió a su papá resolver finalmente lo del apellido. "Quedamos en que si un día me casaba y tenía hijos, él me iba a reconocer legalmente", recordó. Pero a principios de los 70, ya casado y padre, fue a su oficina y obtuvo una respuesta inesperada: "Para que arreglemos todo y te deje solo mi apellido, vos tenés que hacer mérito".
La relación se terminó. Dejaron de hablarse por muchos años. Incluso, en el homenaje que el entonces Presidente de la Nación, Carlos Saúl Menem, hizo por los 25 años de Las 84 Horas de Nürburgring 1969 se reencontraron y solo se dieron la mano.
Pero al año siguiente, con Fangio ya enfermo, se volvieron a ver. Fue en 1995 en su casa de Buenos Aires. "Ni hablamos del tema del apellido. Tuvimos una charla tranquila. Pienso que le hizo mucho bien. A mí me hizo muchísimo bien. Yo no quería quedarme con la angustia de no haber podido charlar un rato con él", confesó Cacho. Fue la última vez que pudo verlo antes de su muerte.
Carolina, la menor de sus hijas, lo impulsó a que continuara con el reclamo de su identidad pese a la muerte del Chueco. Pero cuando ella falleció de un cáncer agresivo en 2011, Cacho quedó sumido en la tristeza. Recién dos años después inició la causa por filiación, que el 7 de agosto de 2015 terminó en la orden de exhumación del cuerpo del Quíntuple por orden del juez en lo Civil y Comercial de Mar del Plata, Rodrigo Cataldo. A raíz de la muestra de dos falanges y un diente se determinó no solo la paternidad sobre Cacho, sino también con Rubén y Juan Carlos.
"Es el día de hoy que no sé porqué mi viejo nunca hizo las cosas bien conmigo y no me reconoció como debía. Pero eso es personal y hay que separarlo de lo que es mi viejo como ídolo -aclaró Oscar-. Él, en lo deportivo, fue excepcional, el mejor. Pero tuvo fallas conmigo, con Rubén, con Juan. Mi viejo no se hizo cargo de nada con nosotros".
Una comparación, una confesión y una lucha judicial
-Qué parecido a Fangio es usted.
Era de noche en el hotel de Pinamar donde Rubén Vázquez trabajaba en el verano de 1995. Una mujer se había desmayado y él había llamado a un médico, quien al enterarse que era oriundo de Balcarce y ahijado del Chueco le dijo: "El día que usted se haga un ADN se va a llevar una sorpresa".
Diez años pasaron hasta que Rubén se animó a preguntarle a su madre, Catalina Basili, quién era verdaderamente su padre. La respuesta no llegó rápido porque a ella aún le pesaba esa relación extramatrimonial con el Chueco, a quien conoció cuando su marido, Ricardo, se quemó con un radiador en el taller de Fangio. Aunque nunca la juzgó ni la dejó de ver, "la relación no quedó igual", según contó en el libro de Prenz.
En 2005, entonces, comenzó una lucha judicial que terminó en 2018. Su parecido tanto en lo físico como en la voz ya no dejaba dudas pero faltaba que quedara reflejado en un papel, ese que le permitió la semana pasada entrar al Cementerio Municipal de Balcarce como hijo de Fangio para trasladar sus restos hasta el museo.
“Me imaginaba en el fondo que iba a ser emocionante pero llegado el momento me di cuenta de que es más emocionante de lo que uno pensaba. Gracias a Dios cuando nos pidieron trasladar el cuerpo, sabíamos que había que hacerlo, que era el lugar donde tenía que estar: rodeado de sus afectos, sus máquinas, sus trofeos, de todo lo que adoró en la vida”, le contó a Clarín sobre una decisión que hace 26 años recayó en las hermanas del Chueco, quienes optaron por llevarlo al Cementerio Municipal, pero que él y sus hermanos pudieron revertir.
Juan Carlos, el hermano por el que insistió Cacho Fangio
-Como en mi época mi vieja ya no estaba con Juan Manuel, me anotó con su apellido. Ella me contó que Toto, a pedido de Juan, la había ayudado a comprar las cosas que necesitaban para mi nacimiento-, comenta Juan Carlos.
-¿Y por qué Toto, sabiendo todo esto, nunca me dijo: 'Oscar. Juan es tu hermano?' Si yo tenía mejor relación con él que con mi viejo-, le replica Oscar.
-Creo que no nos dijo nada porque daba por sentado que nosotros sabíamos.
-Pero no sabíamos un pomo.
Juan Carlos y Oscar Fangio se conocen desde 1996. El primero vivía en Balcarce y solía andar siempre con Rubén Aniceto Fangio, el hermano menor del Chueco. "Era vox populi que Juan era hijo de Toto, así que en algún momento llegué a pensar que era mi primo", confesó Cacho. Pero no. En realidad era su hermano.
La mamá de Juan Carlos, Susana Rodríguez, había conocido a Fangio "de la forma más tonta". "Creo que me lo presentó Toto, que andaba con una amiga mía del barrio y, bueno, empecé a andar con él cada muerte de obispo. Yo tenía quince años. Lo veía cada tanto. De chiquito lo conoció a Juan. Estaba dormidito y le dije si lo quería conocer, entonces entró a casa. Mi mamá estaba enojadísima. Venía cada tanto y después ya no. Me mandaba plata con Toto cada tanto y después ya no", le dijo la mujer, que murió a los 92 años el 15 de junio de este año, al periodista Miguel Prenz.
Ante la misma persona, Juan Carlos confirmó que inició su “juicio de filiación por la amistad con Oscar, para despejar todas las dudas”.
Justamente Cacho, quien siempre fue reconocido en el ambiente como el hijo del Chueco aunque obtuvo su apellido hace apenas seis años, es quien más disfruta de la herencia de tener dos hermanos. A la relación que lo unía a Juan Carlos desde hacía 25 años le sumó la que entabló con Rubén, con quien en 2018 viajó a Europa y fueron invitados por la Fórmula 1 al Gran Premio de Gran Bretaña en Silverstone.
“Se te acelera bastante el corazón, que no es fácil controlarlo, y menos poder hablar, así que no es fácil. Pero está en el lugar que pienso tenía que estar, con todos sus trofeos, los trofeos de sus amigos y las historias de todos los que compartieron y los que no también las carreras con él. Así que para nosotros es el lugar exacto donde tenía que estar”, le dijo a este diario en el homenaje a su papá, quien 20 años después de su muerte les abre las puertas del mundo como los hijos de Fangio aunque ya sean septuagenarios, jubilados y abuelos.
Si bien durante décadas vivieron las sombras de una vida célebre y debieron enfrentarse a acusaciones de que solo buscaban dinero -el patrimonio en el juicio sucesorio ascendería a 50 millones de dólares-, ellos siguieron con su vida casi con la misma normalidad que tenían antes de convertirse en los hijos de Fangio, ninguno le guardó rencor a su padre y hoy viven con alegría una hermandad postergada.
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