La verdad de la separación
Las razones que motivaron el final de lo que prometía ser el romance del año te las cuenta Paparazzi. Los celos enfermizos, las mentiras y las acusaciones cruzadas. ¿Redrado volvió con su mujer?
Las crueles acusaciones que vienen intercambiando por distintos medios, invitan a realizar una única lectura. No es común que un hombre y una mujer se agredan duramente después de una ruptura, si el vínculo que mantuvieron con anterioridad se caracterizó por la frialdad y el vacío, sin dejarles nada, absolutamente, marcado en su interior. Sin dudas, la relación que unió a Martín Redrado (49) con Luciana Salazar (30) abrió una herida de esas que solamente conocen aquellos que en alguna oportunidad disfrutaron de un romance tal vez corto, pero fogoso y apasionado. El rencor, el despecho y los pases de factura tras un distanciamiento no hacen más que reivindicar la esencia de lo vivido, por más que el telón haya caído al poco tiempo de comenzar la función. Lo efímero, que quede claro, no le quita valor ni minimiza los principios cuando el final se ve salpicado por la mancha de la deslealtad. Evidentemente, para ninguno de los dos fue necesario llegar a las Bodas de Oro para sentir que habían transitado por la senda del verdadero amor. La bélica reacción de la vedette en cuanto se separaron, y las respuestas lapidarias del banquero, lo reflejan con nitidez.
A la sobrina de Palito Ortega no le importó que la experiencia haya sido bastante breve y que su duración no fuese compatible con el tenor de la embestida que preparaba contra su ex. Apenas concluida la áspera charla telefónica que compartieron el pasado domingo 27, mientras Redrado almorzaba con los suyos en Gardiner, la rubia decidió contarles a sus seguidores en Twitter que nuevamente se encontraba sola. "Amigos quiero decirles que estoy muy desilusionada porque me acabo de enterar de una mentira que me partió el alma. Una persona perversa", fue lo que redactó en la mencionada red social. Las palabras de Luli no tardaron en repercutir en los portales de internet, en los canales de televisión y en las radios, aunque, si bien se sospechaba que se refería a Hernán Pérez (así figura Redrado en su documento), sus dichos no daban para deducir más que eso. ¿De qué mentira hablará? Fue el interrogante que, tanto sus admiradores como los propios medios de comunicación, se plantearon oportunamente. La respuesta es la siguiente: Salazar nunca logró superar la indignación que le causó un viaje a escondidas efectuado por Redrado al Caribe, acompañado por sus hijos y, según lo que le contaron a Luciana, también por su mujer.
Luli empezó a poner en tela de juicio la sinceridad de Martín cuando notó que en la hoja de ruta del pasaporte personal del banquero figuraba un periplo del que no estaba enterada. Esa excursión, precisamente, era el trayecto que el hombre de negocios recorrió con su familia para dirigirse a las playas caribeñas, sin comentarle nada a Luciana. Otra cosa que enfureció a Salazar fue que este viaje tuvo lugar una semana antes de que se fueran juntos hacia las Islas Fiji. Una vez armada de pruebas, de elementos que robustecieran su reclamo y respaldaran su pedido de explicaciones, la vedette quiso comunicarse con Redrado, pero sin suerte. Transcurría el domingo y el banquero se rehusó a atenderla, pues no deseaba levantarse de la mesa en la que comía con sus chicos.
Hasta que hablaron. El diálogo, subido de tono, fue el inicio del final. A eso de las 22, la abogada de la rubia confeccionó el comunicado de prensa que posteriormente fue difundido a la opinión pública informando sobre la ruptura. Inquieta, al otro día Luciana se contactó con Ana Rossenfeld (terminó de escribirlo a la 6 de la mañana) para que le leyera el texto y le permitiera definir si le convencía o no su contenido.
En el camino empezaban a quedar la maravillosa estadía en la Polinesia y las intenciones de Luli de colgar una foto de la pareja a Twitter para evitar que Redrado, quien había afirmado que estaba en Shangai dando conferencias y no en Oceanía con su novia, quedara como un mentiroso. Fue la imagen que los retrató besándose y que tantas suspicacias despertó en los más desconfiados.
Por supuesto que paralelamente a las fuertes sospechas de Luly sobre la probable reconciliación de Redrado con su mujer, Ivana Pagés, influyeron otros factores en el abrupto desenlace. Los celos de Martín rozaron lo enfermizo y lo llevaron a querer ejercer un control desmedido sobre los movimientos de Luciana. ¿Dónde estás? ¿Qué ropa te pusiste? "No quiero que andes en bolas", habrían sido, palabras más palabras menos, los mensajes con olor a hostigamiento del banquero a la vedette. A la rubia tampoco le convencía demasiado extender el romance cuando los riesgos de un potencial retorno de Redrado con Pagés aún se palpaban, fundamentalmente después de que la propia ex esposa del economista se dirigiera en persona a un ensayo de Bailando por un Sueño para dialogar cara a cara con Luly. Sucedió cuando apenas se estaban conociendo con Martín y no fue el único roce entre las dos mujeres.
Ocurrió otro, en un restaurante de Puerto Madero. Mientras Luciana y Martín cenaban, Pagés irrumpió con deseos de ampliar lo hablado en la primera ocasión, algo a lo que Salazar no accedió porque se retiró del lugar. "Este es el fin de mi relación con Martín Rederado, el motivo fue una fuerte desilusión de su persona, lo que da por terminado el romance", se leyó en un párrafo del comunicado que Luli solicitó elaborar oficialmente y que Jorge Rial ventiló en Intrusos en forma exclusiva. "No consumo pastillas de ningún tipo y ninguna situación me va a llevar a terminar con mi vida", agregó para desacreditar las versiones referidas a un supuesto intento de suicidio por la depresión que le provocó la ruptura con su novio. La historia dirá que se vieron por primera vez en Gardiner y que el economista quedó impactado, por eso buscó acercarse a ella. Corría abril de 2010. Martín logró su cometido y al tiempo, cuando quiso retomar el contacto, Luciana esquiaba en Aspen con Matías Garfunkel. Al retornar, la rubia aceptó reencontrarse con el economista y desde entonces el fuego quedó encendido. Tanto es así, que hoy no tienen problemas en desearse mutuamente un lugar en el mismísimo infierno.