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La UNCA, en el túnel del tiempo

Anacrónica. La universidad de Catamarca, con su sistema de reelección indefinida de los decanos, no da lugar a la renovación de ideas y prácticas.

Contra sus postulados básicos y los fines para los que fue creada, la Universidad Nacional de Catamarca representa un perímetro institucional impermeable a las principales transformaciones sociales que se viven en el país y en la provincia. Quizás peor que su hermetismo sea la contradicción en la que incurre entre los valores que enseña y el comportamiento que demuestran sus máximos representantes. De hecho, mientras los estudiantes reciben discursos relativos a las bondades de la alternancia democrática, la diversidad, el pluralismo y la igualdad de oportunidades, los jerarcas de la UNCA dan el ejemplo contrario. El ejemplo emblemático es el de los decanos de las facultades, la mitad de los cuales cumplirán en 2015 con 16 años de permanencia en el cargo. "Haz lo que digo, no lo que hago", el popular refrán atribuido a la Iglesia, podría aplicarse con justeza en este caso. El régimen que establece la reelección indefinida de los jefes de las unidades académicas resulta tan anacrónico a esta altura de los acontecimientos, que es perfectamente asemejable al que gobierna la vida de los sindicatos. Lo de "vida" es literal: en la mayoría de ellos los cargos devienen vitalicios en la práctica.

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Tan alejada de la realidad social se encuentra la universidad catamarqueña que incluso no parece haber asimilado el mensaje de la ciudadanía del último 13 de marzo, cuando expresó en las urnas el rechazo a la re-reelección del actual Gobernador. La derrota fue, fundamentalmente, un signo inequívoco de una necesidad de renovación en la sociedad. Es cierto que tanto la Constitución provincial como el Estatuto de la UNCA prevén la reelección sin término en determinados cargos. Pero la última vez que se reformó la primera fue 1988, y estuvo en manos de un poder político con marcado ánimo continuista y, por ello, severamente cuestionado, mientras que el segundo régimen fue enmendado en 1995, cuando ya todos habían tomado nota de aquella experiencia. La universidad, además, tiene el deber de abrir caminos en una comunidad y de constituirse en pilar paradigmático del desarrollo humano. Es decir, mal puede tomar para sí los peores ejemplos de la sociedad política. Pero allí está, con tres decanos que van rumbo a cumplir 16 años en el cargo y otros dos que "apenas" llegarán a los 12 años. ¿Es posible lograr excelencia institucional y académica en esas condiciones?

¿Cómo dar lugar a las nuevas generaciones?

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En Humanidades, la única facultad donde podría darse una renovación, el anquilosado sistema universitario se ha encargado de poner los cotos indispensables para evitar lo nuevo. La lista que propone como decana a Patricia Breppe debió acudir a la Justicia para pedir que se le permita participar. Básicamente, su problema es que no cuenta en la lista con la cantidad requerida de profesores titulares, ya que la mayor parte de ellos apoyan –o apoyaban- a la lista del decano Luis Segura, quien ahora dijo que no competirá por su reelección. En su lugar iría una nómina encabezada por Leticia Vargas, pero su dilema es que no cuenta con el apoyo de la Franja Morada –un verdadero grupo de poder en la UNCA-, lo cual, en este contexto, implica un revés seguro. Así las cosas, ni Breppe ni Vargas pueden dar por descontado los votos que necesitan para consagrarse en la elección, una vez que la Justicia levante la suspensión. Tan enquistados están los vicios continuistas en la universidad que no pueden ser superados ni aun cuando surgen alternativas de conducción.

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No hay salida a la vista. Es en este ámbito de donde salen los profesionales del mañana en Catamarca. Profesionales que, por otra parte, no tienen un campo de acción claramente delimitado en la provincia. Y el déficit de inserción laboral lo termina resolviendo, como siempre, el Estado provincial. La UNCA, mal que le pese, se ha convertido en una productora de recursos humanos cuyo único horizonte es la Administración pública. Sucede con los abogados, que egresan de a docenas por año, sucede con los contadores públicos y sucede con los profesores y licenciados varios. En el mejor de los casos, algunos son absorbidos por la propia universidad, en condiciones precarias. La falta de conexión de la UNCA con el mundo productivo y el sector privado de Catamarca es una de sus grandes asignaturas pendientes. Los hechos demuestran que en estos años no ha podido dar un salto cualitativo indispensable para vencer la cultura estatal.