La ultima entrevista a Patricia
En su refugio esteño de José Ignacio, Patricia Miccio (55) aparece sonriente, ofrece una bebida para atenuar el calor estival y se dispone a realizar la nota, que ella misma solicitó.
Prefiere contar su verdad en primera persona, por temor a caer en esos grises que separan el testimonio directo del relato. A pesar de haber sido modelo durante más de veinte años, confiesa que, a esta altura de su vida, hacer fotos la cansa. Es por eso que opta por comenzar por la entrevista, un diálogo abierto en el que resulta ineludible la mención de la enfermedad que tiene nombre propio, aunque muchos prefieran obviarlo: cáncer. Nadie mejor que ella sabe de qué se trata. Después de una década, la dueña de la tienda Takkai, de José Ignacio, recayó en la enfermedad hace un año. Desdramatiza la situación y es cuidadosa al hablar. Descalifica la palabra lucha, se define como una enferma crónica y prefiere reinterpretar lo que le toca vivir como una "transición". Lejos de modificar su vida, su rutina permanece inalterable, tanto que este año amplió su negocio esteño con la venta de artículos de decoración para el hogar, en una inteligente apuesta a una región que se expande cada vez más.
A los 56 años, dice que en esta etapa de su vida, prefiere pensar en aquello que le falta por hacer. Es inclaudicable el amor de su pareja, el empresario Beto Vijnovsky (62), y de sus hijos, Francis (25), quien es licenciado en Administración de Empresas, y Axel (15), cuya temprana vocación responde a una herencia materna, vinculada a la televisión. Sueños y realidades de una mujer de esencia emprendedora, que no necesitó reinterpretar la vida para seguir adelante.
—Este año amplió su local Takkai de José Ignacio, su instinto emprendedor no descansa.
—Siempre estoy en la búsqueda de cosas nuevas y con proyectos. Mi vida fue un poco así. Empecé como modelo, estuve más de veinte años en la televisión, y ahora llegó una época en que no tengo más ganas de hacer televisión. Es una tarea ya cumplida. Entonces, cuando hace cinco años empecé con el local, me encantó la idea de viajar, elegir y estar aprendiendo. No fui una arriesgada, aunque sí muy voluntariosa de aprender, de estar y ver, y aprendí volando. Este año abrí Takkai Casa, porque me parecía que, con todo lo que se construía en Punta del Este, era una buena idea tenerlo como negocio, y aparte era ampliar hacia otra línea. Ahora, acá me planto. Todos me dicen que abra en Buenos Aires, pero que lo abra otro, yo ya estoy conforme.
—¿Es una etapa cumplida?
—Las edades tienen sus señales Una tiene ciertas tendencias y deseos a los 20, a los 30 y a los 40, pero cuando tenés 50, ya pasó más de la mitad de tu vida Elegís cómo querés vivir, qué es lo que te falta hacer, entonces vas midiendo y vas viendo Yo fui viendo mucho, así que este último año, en el que armé el proyecto, me sirvió mucho porque estaba haciendo el tratamiento y siempre me mantuve en otra cosa, que era conectar con la vida y con un proyecto Siempre he sido así
—¿Cómo impactó la enfermedad en su vida?
—La primera la tuve a los 45 años y, después de una década, apareció la segunda Pero me considero una enferma crónica Como a otros les toca otra realidad, a mí me tocó esta Y ni siquiera te podría decir que es luchar, sino que es una transición que una tiene que pasar cada tanto y, también, depende del tipo de cáncer Yo la verdad me siento muy bien Mi oncólogo es maravilloso, Gonzalo Gómez Abuin, que es el yerno de Federico Coppola, que era el mío y falleció hace un mes Y son tan optimistas los médicos jóvenes son bárbaros Y yo me siento bien, si no no podría estar acá, trabajando y saliendo a comer con amigos Eso no quiere decir que a veces no me canse Voy midiendo mis tiempos Ahora lo mido todo
—¿Cómo es caer otra vez en la enfermedad?
—A mí me dijeron que no me iba a ocurrir nunca más, y me ocurrió Ahora, no salgo a pelear con el mundo Lo primero que pregunto es qué hay que hacer