La soberbia de creerse campeón eterno
* Por Ricardo Roa. Se dicen cosas profundas con frases mínimas. Julio César Chávez, el mexicano ex mítico campeón mundial de boxeo, dijo: "La gran decepción del 2012 fue mi hijo" ,que perdió la corona ante Sergio Maravilla Martínez.
Nota extraída del diario Clarín
A veces, y de manera no consciente, se dicen cosas profundas con frases mínimas. Una línea expresa un millón de líneas. Julio César Chávez, el mexicano ex mítico campeón mundial de boxeo, dijo: "La gran decepción del 2012 fue mi hijo" , su hijo homónimo que perdió la corona de los medianos ante Sergio Maravilla Martínez.
Es muy significativo. En el ring, como en la vida, y Chávez padre sabe esto mejor que nadie, se gana y se pierde. ¿Cuál es su decepción entonces? Su hijo es un boxeador guapo y extraordinario que un día perdió como nos pasa a todos , que ganamos y perdemos cada día tantas cosas. Una vez le preguntaron al gran Ion Tiriac cuál había sido la mayor enseñanza que le dejó el tenis y respondió en una línea: "A aceptar la derrota".
Probablemente a Chávez padre le pasa que después de colgar los guantes se ha quedado sin proyecto y ahora todo su proyecto lo está cargando en el hijo. Se siente feliz o frustrado según cómo le vaya en el ring al hijo.
De eso depende su propio éxito.
Un contraejemplo de Chávez es Vicente Del Bosque, el técnico que sacó a España campeón del mundo, él mismo un campeón del antilook, en las antípodas de las apariencias.
Acaba de ser elegido el mejor entrenador del mundo y en el diario El País le preguntaron qué le preocupa en la vida. Dijo: "Intentar que mis hijos sean majos. No digo unos estudiantes excelentes, unos profesionales de éxito, no. Digo: que de ellos se diga que son buena gente, respetuosos, solidarios. Esa es mi preocupación máxima. No tengo otra".
Uno de los tres hijos de Del Bosque, Alvaro, sufre el síndrome de Down y sobre él también le preguntaron. "De entrada no lo esperas. Así que tras su nacimiento nos hicimos tres preguntas".
La primera fue: "¿Por qué a nosotros?
Esa la haces muy rápido y rápido la respondes con la siguiente pregunta: ¿ Y por qué no nos va a tocar , que tenemos medios y podemos ayudarle a ser feliz?" ¿Y la tercera?: "Ahora muchas veces nos preguntamos ¿qué sería de nosotros sin él? No entendemos la vida sin Alvarete". En tres líneas, una verdad llena de amor.
A diferencia de Chávez, Del Bosque encuentra su propia felicidad en la felicidad de sus hijos. Y a eso le apuesta. Es una manera de aceptarlos tal y como nos vienen y de mejorarlos con la sabiduría del afecto. Sin soberbia alguna.
Dicho sea de paso, al revés de lo que nos sucede aquí tan a menudo con la política, donde la soberbia convierte todo en epopeya fundacional, y a toda crítica en traición.
La soberbia arraiga en la falsa creencia de que siempre somos campeones, sin derrota alguna, sin equivocaciones, siempre perfectos, dignos solamente de aplausos y alabanzas. Rodeados sólo de obsecuentes y obedientes, que es una de las formas más clásicas de la soledad.