La selva, los indios, los barcos, el papelón y el origen
Alberto vuelve al pasado y ahí también pierde.
El presente es una larga fila de palomas sobre
un cable de luz que se nos incrusta en la cara
y nos deja los ojos en compota.
La cola de vacunación da vueltas sobre el
país que se volvió loco y que tiene que
pensar todos los días qué
juego de cubiertos de la abuela empeñar.
Aunque cambiemos la velocidad del audio de
WhatsApp para que todo pase más
rápido hay algo que no se va.
La historia de Argentina es la
historia del punto de vista:
El comercio cierra para siempre
a la misma hora que el avión
aterriza con más vacunas.
Las verdades sociales y
los relatos del Estado,
una tenencia compartida
que cría hijos que no saben
que poster colgar.
El país se duerme parado y cabecea
el vidrio estallado de la oposición.
Una época también es la medida de lo que se sueña
y a esta noche la maneja el bruxismo.
Una nueva pedagogía moderna:
Morder y perder.
El IFE, ese exnovio molesto que no se puede photoshopear
del último casamiento vuelve en los zócalos de TV y en los despachos de los intendentes más pobres porque no se
puede hablarle de BITCOIN a un desesperado.
Un humorista del prime time jura que los
incas eran mejores que los peronistas.
En Crónica sacan en carretilla a un okupa atrincherado en un baño.
El chiste se rompe a metros de la guerra por el suelo.
Pero los dos cuentan lo mismo.
Tener derecho es tener razón cuando la
mayoría anda con el alma en la cara.
El país abre, pero no por las curvas:
Nada se puede organizar en contra de las costumbres.
Todas nuestras pupilas están en el ring
peleando contra imágenes de algo que no termina.
¿Y ahora qué?
¿Qué más?
Las tragedias se sacuden del cuerpo cuando
tomas más aire que el rival.
Hay luz. Alguien nos espera.
Volvamos al rincón.
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