La revolución de los paraguas: Una hermosa consigna para empezar una Argentina nueva
Si los oportunistas de siempre no se suben al misero dese de llevar agua para su molino, se abre una esperanza colosal tras el 18F.
Los imbéciles de siempre que la pretendieron bastardear salieron con sus expresiones de baja estofa. Ese descerebrado que dijo que "Néstor estaba orinando desde el cielo" (en alusión a la tormenta que se desató la tarde del miercoles y que a nadie hizo retroceder) o el senador K que se largó con una explicación provocadora y homofóbica sobre Nisman y Lagomarsino (un psiquiatra al Congreso, y de urgencia), fueron los dos ejemplos mas terroríficos de una Nación donde ciertos bichos ya no tienen lugar.
El respetuoso silencio de cientos de miles de argentinos resultó la otra cara de la moneda.
Revoluciones pacíficas a lo largo de la historia de la humanidad hubo al por mayor. La del 18F puede inscribirse en esa estadística majestuosa de promover un cambio sin derramamiento ni de consignas odiosas y mucho mejor, sin derramamientos de sangre.
Hasta Aníbal Fernández dejo de lado sus acostumbrados exabruptos para tratar con respecto la espectacular movilización de la marcha de los fiscales.
Hasta me atrevería a solicitarle al fiscal José María Campagnoli que se ponga al frente de una cruzada política-electoral que este año decide el futuro de la Nación.
¿Miedos? Sí, que Carrio y otros oportunistas quieran hacerse los dueños de la jornada -de la revolución de los paraguas-, y empecemos más de lo mismo.
Si en el siglo XX parecían eternizarse en el mundo gobiernos de extrema crueldad (Kadafi, Sadam Hussein, Papa Doc, Idi Amin y otros) y todos ellos fueron derribados. ¿Cómo van a perdurar entre nosotros los D´Elía, los Freire o La Cámpora?
Dios quiera que la revolución de los paraguas no quede sólo en esa jornada memorable del 18F.