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La rebelión de "las Madres" contra "la Madre"

*Por Mariano Grondona. Para cada uno de nosotros, "madre hay una sola". Pero dentro del poderoso universo afectivo al que alude este refrán, hay una clase especial de madres: aquellas a quienes sus hijos se les fueron primero, contraviniendo la ley natural según la cual son las madres y no los hijos quienes adelantan su partida.

La tribulación de las madres que pierden a sus hijos antes de tiempo es tan intensa que el Diccionario de la lengua española , pese a su inmensa riqueza, no ha encontrado una palabra para designarla. A quienes han perdido a sus padres los llamamos huérfanos . ¿Cómo llamaríamos a las madres que han perdido a sus hijos? Esta pregunta no tiene respuesta en nuestro idioma. Que el Diccionario enmudezca en este punto prueba que la condición de una madre privada de su hijo es única y que, por serlo, merece el insondable respeto de todos aquellos que, por no haberla vivido, no podríamos comprenderla. Por eso es válido que a estas madres portadoras de un dolor inalcanzable para el resto de los mortales las llamemos Madres , con mayúsculas, en cuanto víctimas de una tragedia sólo aceptable, en el límite, por la esperanza de que las injusticias de la vida puedan explicarse en un plano superior desde el cual Alguien, como sea que lo llamemos, confiere su sentido a la historia.

Algunas veces, las Madres desgarradas se organizan para apoyarse unas a otras. Así ha ocurrido en la Argentina reciente, particularmente fecunda en tragedias familiares, de las cuales surgieron movimientos como las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas de Plaza de Mayo, las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y, desde el ángulo opuesto, el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas en Argentina (Celtyv), además de las Madres del Dolor que procuran agrupar a las numerosas víctimas de la inseguridad. En otras latitudes también actúan formaciones de madres desgarradas, como las Damas de Blanco, que resisten la represión castrista en Cuba.

El reclamo de todas aquellas familias heridas por la violencia, de cualquier signo que sea, es universal , como lo es el derecho a la vida, de modo tal que el énfasis sobre los derechos humanos cuya exaltación honra a nuestra época lo ha puesto al tope de la lista de los principios irrenunciables que debieran proteger a todos los hombres y mujeres sin distinción, contra cualquier discriminación étnica, religiosa o ideológica.

La apropiación

Si el reclamo universal en favor de las víctimas de la violencia, de toda violencia, ha caracterizado a la Argentina actual, otro signo definitorio de nuestro tiempo ha sido que una de las organizaciones de las madres desgarradas, la Asociación de las Madres de Plaza de Mayo, cuyo liderazgo ha venido ejerciendo Hebe de Bonafini , se ha destacado por delante de las demás organizaciones de los derechos humanos hasta el punto de presentarse ante la opinión pública cual si fuera el sinónimo mismo de la lucha contra las violaciones de los derechos humanos. Bonafini procuró apropiarse , en este sentido, de una lucha cuyo generoso horizonte la excedía. ¿Cómo fue posible esta apropiación, que ya ha durado más de ocho años? Por la militancia de los esposos Kirchner, que se autoproclamaron de 2003 en adelante sus principales representantes a tal punto que, además de declararse los "hijos adoptivos" de la señora de Bonafini, volcaron en su favor ingentes sumas de dinero no controlado del Estado, de los contribuyentes, cuyo manejo quedó a cargo de otros dos de sus "hijos adoptivos", los hermanos Schoklender , quienes ahora enfrentan penas de cárcel por haber desplegado una serie de acciones corruptas que exceden, incluso, las costumbres transgresoras de nuestro tiempo.

No bien estalló el escándalo de los Schoklender, la intención del Gobierno fue "encapsularlo" en sus ostensibles autores para evitar que "subiera" primero hasta Bonafini y después hasta la propia Cristina. A estas alturas de los acontecimientos, esta maniobra puede darse por agotada. En primer lugar, porque el apoyo irrestricto a Bonafini y sus secuaces ha comprometido a encumbrados funcionarios como Abel Fatala y Luis Bontempo hasta llegar a Julio De Vido mismo. Segundo, porque otras organizaciones de los derechos humanos, como la Línea Fundadora y Abuelas de Plaza de Mayo, a cargo de Estela de Carlotto , han cortado amarras con Bonafini. De favorita del Estado y de los militantes afines en la lucha por los derechos humanos, Bonafini ha caído en un aislamiento hasta ayer inimaginable. Sólo falta que la propia Cristina Kirchner se distancie de su antigua "madre adoptiva", en un postrer intento de salvar su propia imagen.

De todos lados resurge además el activismo de una oposición que, habiéndose simplificado en un manojo de sólo cinco opciones para las próximas elecciones presidenciales (Alfonsín-González Fraga; Duhalde-Das Neves; Carrió-Adrián Pérez; Alberto Rodríguez Saá y Hermes Binner) está encontrando nuevos argumentos para desmentir con renovados bríos la hipótesis oficial de que "Cristina ya ganó", sobre la base de una plataforma que empieza a ser común: el impetuoso crescendo de las denuncias por corrupción que rodea al alicaído oficialismo, generando a su vez una hipótesis, aunque improbable, recurrente: que la fórmula presidencial del kirchnerismo podría no girar al fin en torno de Cristina, sino de Daniel Scioli y Alicia Kirchner.

Los salvavidas

En pocos días el gobierno de Cristina ha pasado, en suma, a la defensiva. En todas las democracias tenidas por "normales", la acción política consiste en sumar hasta aquello tenido por improbable. Es lo que ha venido haciendo Ricardo Alfonsín, que ha dejado de ser "Ricardito" para convertirse en "Ricardo" después de atraer a precandidatos que militaban fuera de su círculo ideológico como Javier González Fraga y Francisco de Narváez. Es lo que ha hecho el duhaldismo al sugerir que apoyaría a Mauricio Macri en la Capital. ¿Es lo que debiera hacer la propia Cristina porque aquellos "salvavidas" a los que apostaba, como las Madres de Bonafini, La Cámpora y el desprestigiado "periodismo militante", que también vive de los dineros del Estado, amenazan convertirse, a partir de la intensa campaña opositora contra la corrupción, en "salvavidas de plomo"?

Hasta ahora, Cristina creyó que podía darse el lujo de no "sumar", sino de "restringir" sus propios apoyos al estrecho círculo de los incondicionales. Pero esta estrategia, ¿es todavía viable? Como van las cosas, el oficialismo podría perder en vertiginosa secuencia las inminentes elecciones en la Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, donde hasta el inescrutable José Manuel de la Sota parece alejarse de ella. Pero a la vista de estas tendencias inquietantes, ¿podría decidir la Presidenta una reversión de sus alianzas con el objeto de recobrar la iniciativa? Y aun si decidiera inaugurar una etapa radicalmente nueva, ¿podría acometerla? La propia Bonafini ocupa ahora el fiel de la balanza. Si la Presidenta le soltara la mano como ya lo hizo con los Schoklender, ¿le sería posible lanzar, todavía, una contraofensiva salvadora? Si no se decide a hacerlo, ¿le quedan aún energías suficientes para "profundizar el modelo" a estas alturas de las circunstancias, cuando las aguas del cambio de humor de los argentinos podrían rodearla? Maquiavelo escribió que, cuando cambian las circunstancias, sólo el Príncipe que se adapta rápidamente, al cambio, contradiciendo sus propios antecedentes, consigue perdurar. Esta antigua advertencia, ¿vale todavía para la Argentina actual?