DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

La rara escena de una no campaña

*Por Eduardo van der Kooy. Cristina ya se comporta como si fuera su segundo mandato. Octubre parece una anécdota. La oposición se consume en impotencias. No frena las divisiones.

Solá dejó de ser opositor. De Narváez se acercó a Rodríguez Saá y se alejó de Alfonsín. El peronismo ya palpita el 2015.

Uno no tiene interés y el otro no puede. Entre el gobierno de Cristina Fernández y la oposición parecen estar construyendo la no campaña perfecta . Faltan apenas cuatro semanas para las elecciones presidenciales pero se percibe en casi todos, incluso en la sociedad, una distancia y una apatía gigantesca con el penúltimo domingo de octubre.

Más que un tiempo preelectoral, cargado siempre de tensiones y de hervor, la Argentina parece estar asistiendo al momento posterior a toda elección . Cuando un gobierno ganó y se siente legitimado. Cuando actúa con el vigor renovado de los votos y prescinde de lo demás. Cuando la oposición, al menos por un lapso prudente, siente la obligación de acurrucarse . Ese efecto desataron los resultados de las internas abiertas de agosto. En esas circunstancias suele haber, además, escaso derecho al pataleo y la sociedad deja actuar sin quejarse por cosas de las cuales se quejó y, tal vez, se vuelva a quejar cuando los humores cambien y el estado de gracia caduque.

Cristina estuvo en la Asamblea de la ONU no como la mandataria sujeta aún al veredicto electoral sino como la mujer que gobernará, sin dudas , los próximos cuatro años. Apoyó, en sintonía con Brasil y a contramano de Washington e Israel, el reconocimiento a un Estado palestino. Abrió la posibilidad de un diálogo con Irán por el atentado en la AMIA. Causó también escozores en la comunidad judía. Advirtió un endurecimiento con Londres si no se reanudan las conversaciones sobre soberanía por las Malvinas. Todos, trazos gruesos de política exterior, difíciles de comunicar para cualquier presidente sometido a un hipotético recambio en el poder.

No es el caso de Cristina.

El virtual tiempo poselectoral de nuestro país permite otras singularidades. La corrupción tiene múltiples manifestaciones pero el Gobierno consigue anestesiarlas con relativa sencillez. Hebe de Bonafini desoyó la invitación opositora al Congreso para explicar aspectos del escándalo que salpica a la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo. Sergio Schoklender ya dijo todo lo que tenía para decir. Y quizás más. Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete, pretendió alejar el tema expresando que algo no habrá funcionado bien en las Madres. Como si el Gobierno fuera sólo una víctima del problema. El juez Norberto Oyarbide tampoco mueve la investigación, salvo ciertas formalidades. Abel Fatala y Luis Bontempo, funcionarios de Julio De Vido, tampoco le darán de pastar esta semana a la oposición en el Congreso.

La corrupción es un fantasma que acompaña a la política argentina. Esa corrupción estuvo también bañada con sangre durante la dictadura. Pero la democracia repuesta en el 83 no logró corregirla.

La década del 90 y la era kirchnerista acumulan las mayores marcas y sospechas de aquella

corrupción . También los restantes gobiernos tuvieron máculas, aunque tal vez de más baja intensidad.

Cristina detesta que mencionen los casos de corrupción en su gobierno. Aunque hombres K cercanos al círculo cerrado apuntan que algunos de los funcionarios salpicados – ¿José López, el secretario de Obras Públicas?– podrían no seguir con ella en el futuro. Dilma Rousseff, a propósito, está dejando una huella en Brasil.

Despidió a cinco ministros en ocho meses de gestión.

Tres de ellos, simplemente por revelaciones periodísticas. También la mujer brasileña del PT admitió que la economía de su país no es de ninguna manera inmune a la crisis internacional , cuyo desenlace resulta imposible avizorar. Brasil ha devaluado su moneda en septiembre un 17%.

Cristina refirió en la ONU sólo de manera tangencial a esa crisis. Tampoco hizo alusión a la advertencia del FMI sobre la mala calidad de las estadísticas en la Argentina. En realidad, a los índices de inflación. El organismo internacional se guiará, de ahora en adelante, con los índices que elaboran varias provincias, entre ellas Santa Fe, que acostumbran a duplicar los números de Guillermo Moreno. Valdría reparar en algo, aunque eso no implique establecer simetrías: la crisis en Grecia, que amaga con arrastrar a la Unión Europea, detonó después de años en que las autoridades griegas falsearon las estadísticas .

El virtual tiempo poselectoral permite que aquel conflicto prosiga en la Argentina con poco ruido.

El kirchnerismo acentúa su tendencia de persecución contra las consultoras privadas que difunden otras cifras de inflación. La Justicia, al amparo del calor del poder, también hace lo suyo. Un juez en lo Penal Económico, Alejandro Catania, pidió a los diarios datos personales, para citarlos a declarar, de los periodistas que indagan en las consultoras e informan sobre la inflación. Un mecanismo curioso, intimidatorio, que corrigió tardíamente.

La arrasadora victoria de Cristina en agosto y el previsible desequilibrio en la relación de fuerzas políticas estaría acentuando dos rasgos: el de la dependencia judicial del poder político y el del expansionismo kirchnerista. Ese expansionismo está siendo representado por sus corrientes más sectarias. Dos señales inquietantes se recogieron la semana que pasó: la de un texto en una Universidad estatal, denunciado por el historiador Luis Alberto Romero, impregnado sólo de la ideología oficial; el acuerdo firmado por el ministro de Educación, Alberto

Sileoni, para que los alumnos que reciban las netbooks posean el servicio informativo de la agencia gubernamental Télam .

¿Podrá acentuarse esa campaña de adoctrinamiento e intimidación contra los críticos al

Gobierno luego de octubre? Dependerá mucho, por supuesto, de hasta dónde la espuma de la soberbia por la victoria se trepe a las cabezas kirchneristas. Aunque dependerá también de lo que esté dispuesta a hacer la oposición. Esa oposición forma parte obligada de la no campaña por el mazazo que sufrió en agosto. También, porque pareciera estar, con demasiada antelación, en la carrera de realineamientos para el 2015.

Los menos golpeados tampoco exhiben reflejos enérgicos ante los embates kirchneristas. La visita de Cristina a Rosario fue precedida por un envío secreto de 30 camiones con electrodomésticos, colchones, chapas y tirantes que, de casualidad, descubrió Hermes Binner.

El gobernador hizo una módica denuncia y alertó sobre la probable ocupación de terrenos: eso sucedió 24 horas después de la presencia de Cristina, aunque pudo ser desbaratada. El socialismo fue notificado del porvenir que le aguarda en su segundo mandato provincial con un kirchnerismo fortalecido.

Los realineamientos se dan en otras geografías.

Sobre todo, en el peronismo . Ese espacio, al margen de sus tintes, constituye la expresión política nacional más abarcativa.

El 70% de la sociedad votó en agosto a candidatos del PJ . Los disidentes han comenzado su desgajamiento. Felipe Solá fue el primero en desprenderse de la rama. El diputado, con Mauricio Macri y Francisco De Narváez, resultó gran responsable de la derrota de los Kirchner en el 2009.

Esa entente perdió sentido luego de la muerte del ex presidente, cuando cada uno tomó su rumbo. Macri prefirió reelegir en la Ciudad; De Narváez hizo una alianza electoral con Ricardo Alfonsín; Solá se guardó porque había dejado de sentirse cómodo con el traje opositor.
Solá se ha refugiado, discretamente, con Daniel Scioli. El gobernador bonaerense está dispuesto a reclutar a todos los viejos peronistas que deseen rodearlo: necesitará de ellos, quizá, para su segundo mandato que pronostica inevitables tensiones con los K. Esas tensiones afloran. Scioli insiste con el Plan de Regionalización y Descentralización de Buenos Aires. Gabriel Mariotto, su candidato a vice, cuestionó ese plan en un acto público en Junín. Está pendiente, además, la puja sobre la política de seguridad provincial: Nilda Garré, apenas

pueda, volverá a la carga contra su par bonaerense, Ricardo Casal.

La fuga de Solá marcará también el fin del Peronismo Federal en el Congreso.

Ese bloque dejará de ser lo que fue además por otras decisiones. Los seis diputados santafesinos estarían dispuestos a construir su propio rancho, acorde al pensamiento de Carlos Reutemann y Jorge Obeid. La idea de todos ellos es de compleja ejecución: seguir con el sesgo parlamentario anti K, pero tratando de fortalecer la presencia del PJ en Santa Fe . Omar Perotti y María Eugenia Bielsa serían los arietes.

De Narváez y Alberto Rodríguez Saá otean esos movimientos. El diputado del Peronismo Federal ya olvidó a Alfonsín. Busca posicionarse en octubre de la mejor forma en Buenos Aires.

El puntano se ilusiona con quedar segundo de Cristina, relegando al resto. Pero ambos, como

Solá y los santafesinos, se aprestan a encontrar algún lugar en el mosaico peronista previendo la sucesión del 2015. ¿Habrá sucesión o Cristina, con alguna reforma extravagante, intentará su continuidad? El peronismo parece ir convirtiéndose en un gran imán político.

Pocos apuestan a una rápida recuperación de la UCR o a la reedición de alguna alianza multipartidaria. Hasta Macri intuiría que la construcción presidencial del PRO debería tener ladrillos peronistas. De hecho, ya los tiene.

El horizonte político de la Argentina estaría permitiendo vislumbrar un futuro de amplio dominio peronista. Un proyecto de poder donde las ideologías suelen ser siempre secundarias. Un partido bien anclado ahora a las estructuras económicas y políticas del Estado. Quizás, una rústica copia del otrora hegemónico PRI mexicano, demorada en el tiempo.