La Presidente contra Moyano: ¿"acción" o "actuación"?
*Por Mariano Grondona. EL Diccionario de la Real Academia Española define la acción diciendo que es "el ejercicio de la posibilidad de hacer".
El titular de una acción escoge, por lo visto, una de "las posibilidades de hacer" que se le ofrecen. El verbo que corresponde al sustantivo "acción" es accionar , un verbo poco elegante aunque ilustrativo. Hay un segundo verbo vinculado, empero, con el sustantivo "acción", que es el verbo actuar . El problema es que "actuar" tiene un sentido ambivalente porque, si bien la actuación es de un lado idéntica a la "acción", del otro lado también quiere decir, según el Diccionario , "interpretar un papel, ya sea teatral o cinematográfico".
¿Qué hizo, entonces, Cristina en el discurso televisado del último jueves cuando, después de mostrarse irritada y hasta alterada por las presiones que, sin nombrarlo, atribuyó a Hugo Moyano, llegó a poner en duda su propia postulación para la carrera presidencial? Lo suyo, ¿fue el comienzo de una "acción" para vencer efectivamente al líder sindical o fue el despliegue de una elaborada "actuación" para convencer a aquellos que lo detestan de que ha partido en guerra contra él pese a que en el fondo quiere "contenerlo" pero no derrotarlo? Cristina, en definitiva, "acciona" o sólo "actúa" frente a Moyano?
Esta pregunta no parece inoportuna porque la actividad política es en parte una acción práctica para obtener o conservar el poder y en parte una actuación teatral para conmover a la audiencia que no siempre coincide, por otra parte, con la intención práctica porque a veces sirve para disimularla. ¿Adónde ubicaremos, entonces, a la Presidenta entre los dos cuernos de este dilema? ¿Está atacando de veras a Hugo Moyano, o sólo hace como si lo atacara?
Esta pregunta divide a los observadores. Según algunos de ellos, lo que ha hecho Cristina es ejecutar los primeros compases de un verdadero crescendo cuya culminación podría ser, del lado de Moyano, el aumento exponencial de las acciones directas del sindicalismo en las calles hasta obtener la "rendición" de Cristina ante las pretensiones de poder de Moyano, cuyo objetivo sería obtener la candidatura vicepresidencial al lado de Cristina, quizá para Héctor Recalde, y una candidatura a gobernador distinta de la de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires, quizá para Sergio Massa, o, al menos, la candidatura a vicegobernador de un representante sindical al lado de Scioli. Del lado de Cristina, según esta tesis del crescendo , el objetivo máximo sería derrotar a Moyano hasta llegar, a lo mejor, hasta su prisión, a cargo, por supuesto, de Norberto Oyarbide.
Esta es la interpretación que sugieren los maximalistas del conflicto entre Cristina y Moyano, en tanto que los minimalistas sugieren que sólo estamos asistiendo a un verdadero teatro político destinado a exaltar finalmente a Cristina, a la que terminarían por apoyar, cada uno desde su lugar, no sólo los incondicionales "cristinistas", sino, incluso, el propio Moyano.
Los argumentos
El principal argumento de los "maximalistas" es que las amenazas, veladas o no, que se insinúan desde los dos bandos de la "conflictividad" intrakirchnerista son demasiado inquietantes como para descartarlas. Del lado de Moyano asoma el posible control sindical de las calles, una amenaza imposible de minimizar mientras subsista la "regla de oro" que fijó Néstor Kirchner hace ocho años, cuando dijo que "no hay que criminalizar la protesta social", en función de la cual no han cesado de multiplicarse los cortes de rutas y de calles y las tomas de estaciones y aeropuertos que los ciudadanos soportan a diario.
Del lado de Cristina, sólo hace falta imaginar el caos en que podría caer el kirchnerismo si ella abandonara su pretensión reeleccionista, en cuyo caso el desorden que hoy vive la oposición sería sólo un juego de niños al lado del voraz incendio que devastaría al oficialismo, cuando todavía está tibio el recuerdo de la matanza de Ezeiza de 1973, cuando se enfrentaron el ala sindical y el ala montonera del peronismo.
Es difícil imaginar en este sentido el doble caos que sobrevendría tanto en las calles como en la propia dirigencia kirchnerista si Moyano y Cristina ejecutaran sus respectivas amenazas, un caos en las calles y en la política cuya sola mención pondría los nervios de punta a los argentinos y facilitaría, de paso, las aspiraciones del civilizado Alfonsín. Y es precisamente la sola mención de esta imaginaria hecatombe la que refuerza el principal argumento de los minimalistas, que no pueden creer que, en medio de un país que crece al ocho por ciento anual, los dos contendientes kirchneristas estén dispuestos a llegar a estos extremos.
Para los minimalistas, como los perros del caos ladran, pero no muerden, lo más probable es que sólo estemos ante intensos ejercicios "teatrales" de un lado y del otro porque la sangre, finalmente, no llegará al río. Según la tesis minimalista, estamos asistiendo, en suma, a un "ejercicio mediático" que, si sirve a cada uno de los contendientes para presionar a su rival, sólo está destinado a mejorar sus posiciones respectivas en la negociación que ya se ha iniciado para saber hasta dónde los cristinistas y los moyanistas pueden avanzar sin que ninguno de ellos tenga la intención real de romper definitivamente su alianza, una alianza en cuyo seno, en tanto que Cristina procura "contener" a Moyano, éste espera concretar una parte sustancial de sus pretensiones.
Catch all
Quizá podamos esbozar una respuesta intermedia entre los maximalistas y los minimalistas, una suerte de "diagonal" entre las visión de unos y de otros, diciendo que el objetivo real de Cristina en esta instancia es, simplemente, electoral . ¿Qué es lo que quiere, en resumidas cuentas, la Presidenta? Asegurar su reelección. ¿Cuál es, en este punto, su principal dificultad? Que además del movimiento sindical necesita, al menos, el apoyo de una fracción de la clase media. Pero la clase media detesta a Moyano. Para apaciguarla, Cristina necesita entonces "actuar" como si confrontara a Moyano. Pero esta confrontación, ¿es acaso real? Lo sería si Cristina derogara el principio que heredó de su marido, según el cual "no hay que criminalizar la protesta social". Hasta ahora, sin embargo, no lo ha hecho. Su pretensión es apenas denunciar los abusos sindicales en las calles sin apelar a la policía, que sigue protegiéndolos en vez de limitarlos por orden de la ministra Garré.
Mientras este criterio se mantenga, no se puede tomar seriamente la presunta confrontación entre Cristina y Moyano. ¿Bastarán las fintas de Cristina contra Moyano para convencer a la clase media? Apoyada por un sistema propagandístico casi hegemónico, quizá Cristina logre seducir al menos a esa parte de la clase media que necesita para ganar. Su táctica electoral se asemeja así a la de esos partidos que la doctrina llama catch all ("toma todo") porque ansían recoger votos de todos lados, tanto de la clase popular como de la clase media.
La re-reelección
La táctica kirchnerista del poder, el "toma todo", no deja de apuntar por eso a lo que siempre quiso el matrimonio Kirchner: la obtención del poder total por todo el tiempo.
Algunos ven en tal sentido el reciente plebiscito convocado por José Luis Gioja en la provincia de San Juan para obtener su propia re-reelección como un globo de ensayo de lo que podría ocurrir al día siguiente del 23 de octubre de ganar Cristina, si ésta llamara de inmediato a una consulta popular para forzar su continuidad más allá de los plazos que permite la Constitución, más allá de 2015 y hasta el fin de sus tiempos.