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La pregunta del millón: ¿Puede volver Cristina Kirchner?

"Para un tercio de la sociedad, esa pregunta alumbra una esperanza, una revancha, la concreción de un sueño imposible".

Por Ernesto Tenembaum (extraído de Infobae)

Mauricio Macri y Cristina Kirchner comparten una paradoja que, en sí misma, explica la extraña manera en que funciona la política argentina. Ambos generan en la sociedad mucho más rechazo que aceptación. Sin embargo, seguramente los dos sean candidatos a presidente el próximo año ¿Cómo es posible que eso suceda al mismo tiempo? ¿Por qué ocurre que dos personas con índices de rechazo muy altos son las que más posibilidades tienen de ser presidentes? Es difícil entender por qué ocurren ciertas cosas. Pero, en este caso, un factor fundamental es la grieta. Macri y Fernández de Kirchner tienen la mayoría en la mitad de la sociedad que es un órbita de influencia. De un lado de la grieta, nadie le gana ni por lejos a uno. Del lado de enfrente, la otra es la líder indiscutida. Alla van, entonces, dos dirigentes resistidos por la mayoría a pelear por la Presidencia.

En este contexto, se impone una pregunta. Para un tercio de la sociedad, esa pregunta alumbra una esperanza, una revancha, la concreción de un sueño imposible. Para otro tercio, representa una pesadilla.

¿Puede ganar? ¿Puede volver?

El enfrentamiento entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner produciría dos hechos inéditos en la joven democracia argentina. El primero de ellos es que un presidente en ejercicio competirá con su antecesor. Eso se debe a un bache que dejó la exótica constitución aprobada en 1994. En ninguna democracia del mundo está habilitado que eso ocurra. Los presidentes pueden gobernar un mandato o dos consecutivos y luego se deben retirar. En los pocos países que pueden volver solo están habilitados a presentarse cuando su sucesor ya no puede hacerlo. Eso tiene una razón sencilla. Si el presidente saliente sabe que, en pocos años, podrá volver pero para ello deberá derrotar a su sucesor, se sentirá tentado a ejercer una oposición salvaje y desleal. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


El segundo hecho inédito sería el enfrentamiento directo entre Macri y Kirchner. Desde que el primero inició su carrera política, debió enfrentar a Aníbal Ibarra en 2003, a Daniel Filmus en 2007 y 2011, y a Daniel Scioli en el 2015. Ganó en todos los casos salvo el primero. Luego apoyó a Francisco de Narváez cuando este derrotó a Nestor Kirchner en 2009, a Sergio Massa cuando derrotó al kirchnerista Martín Insaurralde en 2013 y a Esteban Bullrich cuando derrotó a CFK en 2017. Si se mira bien, Mauricio Macri nunca fue derrotado en una contienda contra el kirchnerismo.

Cristina, por su parte, podrá argumentar que nunca perdió como candidata a presidente: ni en 2007 contra las fórmulas encabezadas por Elisa Carrió y Roberto Lavagna, ni en 2011 contra las propuestas de Hermes Binner, Eduardo Duhalde o Ricardo Alfonsín. En ambos casos, a diferencia de Macri, ella ganó contra una oposición dispersa. Además fue derrotada en 2017 contra un débil candidato en la provincia de Buenos Aires. Por su fuera poco, de las últimas cinco elecciones, el sector que ella conduce perdió 4.

Sin embargo, nunca se produjo el fenomenal espectáculo de un enfrentamiento cara a cara.

Y además, los antecedentes no cuentan: solo importa la batalla que viene.

Desde el mismo momento en que Cristina salió del poder, la pregunta se repite: ¿volverá? ¿Puede ganar? ¿Podrá volver? La repiten sus seguidores, sus enemigos, los que planean invertir en el país: ¿Podrá volver? Hace muy pocos días, el actor Luis Brandoni quiso apostar al conductor de un programa de radio 10 mil dólares a que Mauricio Macri era reelecto. Cuando se le señaló que algunas encuestas reflejaban que podía perder contra Cristina, Brandoni subió la apuesta y desafió a todo el equipo del mismo programa.

Tal vez Brandoni tenga razón en su percepción. Quién sabe.

Pero la pregunta sobre si Cristina puede volver tiene una sola respuesta realista.

Agárrense.

Sí.

Claro que puede volver. Por supuesto que puede volver.

Ninguna persona criteriosa podrá decir que Cristina es una muerta política, el pasado, y todo eso que se dice. Pero eso no significa que necesariamente ella vaya a volver.

Para entender la fundamentación de esas afirmaciones basta con analizar los números de las últimas dos elecciones. En 2015, sin Cristina Fernandez como candidata, el Frente para la Victoria perdió el ballotage por una diferencia que no alcanzó a los tres puntos. En 2017, Cristina fue derrotada en la provincia de Buenos Aires por apenas cuatro puntos. Eso se debió a que cometió el grave error de negarle a un ex ministro el derecho a competir por la candidatura en elecciones internas. Así, eliminó la posibilidad de derrotarlo y absorber parte de sus votos, que le hubieran ayudado a acortar la distancia o incluso a triunfar.

Si en ambos casos la elección fue tan pareja, y si la imagen de Mauricio Macri en este momento es la más débil de toda su gestión, está claro que un triunfo de Cristina es una posibilidad abierta. Y lo hubiera sido aun cuando Macri atravesara un momento de mayor fortaleza, por otra razón más estructural. La sociedad argentina está dividida casi por mitades por un debate cruento sobre cual debe ser la estrategia para que el país salga adelante. Una mitad privilegia el consumo y la otra la inversión, una mitad defiende la idea de "vivir con lo nuestro" y la otra una estrategia exportadora que, al mismo tiempo, seduzca al capital extranjero, una mitad creen en el desarrollo de las industrias tradicionales, la otra sostiene que eso es una carga, y así. Unos desprecian a los otros llamándolos populistas, y los otros, por el mismo motivo, califican a sus enemigos como neoliberales.

En muchos países exitosos, la dirigencia sabe combinar las mejores herramientas de cada casa con cierta armonía. Aquí eso no ha sucedido. Cada maestro defiende su manual con dogmatismo extremo. Y de allí salen los candidatos. Una metió al país en serios problemas. El otro los acrecentó. Pero en la lógica de la grieta, los resultados no importan mucho: solo importa derrotar a la otra mitad.

Durante la última década, que dio comienzo exactamente en marzo del 2008, durante la crisis por la 125, millones de argentinos organizaron una parte central de su vida, de sus afectos, de sus miedos y esperanzas alrededor de la figura de Cristina Kirchner. Algunos de ellos la amaron, practicaron un seguidismo acrítico hacia ella, sufrieron como propios sus derrotas y disfrutaron igualmente sus triunfos. Su felicidad pareció depender de la de Cristina. Otros convivieron angustiados con ella, la insultaron, desearon que saliera del poder como quien desea algo que era realmente central en sus vidas.

Diez años después de su bautismo, esa grieta sigue más viva que nunca y sus habitantes pueden estar tranquilos. La serie continúa y el año que viene tendrá una nueva y apasionante temporada. Si gana Macri, será por ínfima diferencia y, al día siguiente, mucha gente volverá a preguntar si Cristina puede volver. Si gana Cristina, será por muy poquito, y al día siguiente Macri empezará su carrera para 2023.

¿Y así hasta el 2050?

De algunas trampas, es muy difícil salir.