La "peronización" del voto mendocino
* Por Mario Fiore. El 72% de la gente optó en las primarias por un candidato del PJ. Roberto Iglesias debe convencer que se puede gobernar sin el justicialismo.
Los peronistas suelen decir, un poco en serio y un poco en broma, que todos los argentinos son peronistas pero que algunos no lo saben. El chascarrillo no es nuevo. Proviene de cuando Juan Domingo Perón estaba en el exilio y el país se dividía tajantemente entre peronistas y anti-peronistas. Hoy, asumiendo al peronismo como un movimiento-partido amplio que galvaniza posiciones ideológicas incluso antagónicas, la frase tiene plena vigencia.
Sólo basta echar un vistazo a los resultados de las elecciones de las 13 provincias que ya eligieron gobernador: el peronismo sólo perdió en Capital Federal y en Santa Fe y arrasó en el resto. Valga en este punto un par de salvedades: el kirchnerismo perdió en manos del peronismo disidente -con escándalo de fraude- en Chubut, pero ni bien se supo el resultado definitivo, el gobernador electo se borocotizó.
La segunda aclaración es porque en Córdoba el kirchnerismo no presentó candidato a gobernador y un peronista ortodoxo, José Manuel De la Sota, ganó con comodidad, pero luego tuvo que bajar su lista de diputados nacionales en busca de un acuerdo de convivencia futura con la Casa Rosada.
Muestra aún más clara del fortalecimiento del PJ como partido del poder son los contundentes resultados que obtuvo Cristina Fernández de Kirchner en las primarias del 14 de agosto, a los que hay que sumarle los votos obtenidos por Eduardo Duhalde y por Alberto Rodríguez Saá. El peronismo, aun dividido entre kirchneristas y díscolos, concentró casi el 70% del electorado.
Sólo el 30% no votó al justicialismo, por lo que cualquier intento de dar realmente competitividad a la oposición no peronista sólo podría cundir si la división en el PJ se mantuviera en el tiempo, aunque no hay demasiados elementos para aventurar este escenario.
Felipe Solá, uno de los referentes máximos del peronismo disidente que surgió al calor de la guerra del Gobierno con el campo, ya pegó la vuelta al oficialismo. Carlos Reutemann, con su habitual sigilo, también dio esta indicación a su tropa. Los seis diputados que le responden en el Congreso se fueron del bloque del Peronismo Federal.
En esta "híper-peronización" de la sociedad argentina la figura de Cristina Fernández de Kirchner tiene el rol más determinante. "Siempre me consideré peronista. Me gusta más que decir que soy justicialista", explicó la Presidenta en más de una oportunidad para rescatar al "movimiento" por sobre el partido. Pero el 50% de votos que obtuvo en agosto -cifra que podría crecer el 23 de octubre- la obligará a tomar las riendas del PJ sencillamente para cumplir con la tradición del peronismo de que quien gobierna conduce el partido.
Y porque, además, esto la pondrá formalmente como principal custodia de su propia sucesión ya que, todo el mundo sabe, ni bien asuma su nuevo mandato comenzará la lucha por las presidenciales 2015.
En Mendoza, la "peronización" del voto fue aún mayor que a nivel nacional el pasado 14 de agosto. El 72% de las personas se inclinaron por un candidato justicialista (Cristina sacó 46,9%; Rodríguez Saá obtuvo el 20% y Duhalde el 5,9%). Éste es el escenario de fondo sobre el que se está librando la pelea por la gobernación el 23 de octubre.
En rigor, Mendoza aparece como la única provincia donde la oposición no peronista podría dar el batacazo ese día. En las restantes 8 provincias donde se elige gobernador, el justicialismo tiene la vaca atada en todas bajo el sello del Frente para la Victoria, menos en San Luis, donde hay hegemonía de los hermanos Rodríguez Saá (que este año dejarán de alternarse en el poder y cederán el sillón a uno de sus "pollos").
Contra este clima de apoyo al PJ como partido de gobierno y de ratificación de los oficialismos (sólo perdieron los gobiernos radicales en Catamarca y en Río Negro en manos del PJ-K) deberá luchar el radical Roberto Iglesias. De ahí sus incesantes carambolas por revertir una tendencia nacional que no lo favorece. Esta semana no le quedó otra que elogiar los anuncios que hizo la Presidenta el lunes en su visita a la provincia. De nada sirve atacar al kirchnerismo en público como antes; en las encuestas y en las urnas aparece "blindado".
Cuando Néstor Kirchner rompía todos los récords de popularidad, allá por 2004, visitó la provincia y anunció obras, subsidios y fondos a granel que por entonces superaron los 600 millones de pesos, una cifra muy similar a la que la Provincia reclamaba en los estrados judiciales por la aplicación de la promoción industrial. Muchas de esas obras nunca se hicieron y otras recién ahora se están cumpliendo, como la línea Comahue-Cuyo, cuyo tramo hasta San Rafael, Cristina inauguró el pasado lunes.
Esas visitas de Kirchner a la provincia eran actos de auténtica colonización que le dieron grandes frutos. En menos de dos años y medio logró partir en dos el radicalismo nacional con el pase de Julio Cobos y muchos radicales al kirchnerismo. Hoy, con un radicalismo perdidoso a nivel nacional, Cristina no necesita prometer en Mendoza cosas irrealizables.
Se contenta con cortar cintas o, a lo sumo, pasear por un tren que recién subirá pasajeros en diciembre. No sólo porque "ya ganó", sino porque luego de ocho años de kirchnerismo el híper-presidencialismo se agudizó. No hay un gobernante que pueda pensar en hacer una obra de mediana magnitud sin la "ayuda" o el aval de la Casa Rosada.
Para aquellos que pretendieron gobernar reclamando por vía administrativa o judicial, como el socialista santafesino Hermes Binner, las cosas son infinitamente más complicadas que para aquellos que desde la oposición decidieron jugar a ser aliados estratégicos del kirchnerismo, como el radical Gerardo Zamora en Santiago del Estero, el gobernador que más veces viajó con el matrimonio Kirchner al extranjero y uno de los mimados de la Casa Rosada.
El pedido de "cortá boleta" de la UCR mendocina es toda una audacia necesaria porque Iglesias necesita ganar con el voto de los peronistas que no votaron a Cristina Fernández y también de un sector de los que sí la votaron.
Pero con instalar el corte de boleta -por arriba, por abajo, por todos lados- no le alcanzará a Iglesias, como admiten sus correligionarios. "Ahora hay que darle contenido", aseguran. La meta que tienen por delante no es sencilla: se deberá "instalar" en la opinión pública que la provincia se puede gobernar con éxito siendo opositor a la Casa Rosada aunque las experiencias de otras provincias no lo demuestren, a excepción de San Luis, que recibe mucho más dinero por habitante que el que percibe Mendoza y casi sin déficits sociales.
Convencer que se puede gobernar una provincia sin la ayuda de la Casa Rosada -sin poder repetir el noviazgo de Cobos con Kirchner o la subordinación de Celso Jaque a Cristina- en un momento en el que las propias urnas el 14 de agosto arrojaron que en Mendoza se vota en clave peronista y en clave oficialista a nivel nacional, será el objetivo de la gesta radical.