La pelea por un tema capital
* Eduardo Anguita. El paisaje de la ciudad en enero será de tranquilidad. Pero, a no engañarse, los sectores más postergados, los del sur porteño, no sólo no se van de vacaciones sino que tienen los mismos o más problemas que el resto del año.
A diario, alrededor de 3 millones de bonaerenses ingresan a la Ciudad de Buenos Aires a trabajar. En ella, hacen infinidad de gastos. Un flujo incesante de turistas llega a Ezeiza y, antes de viajar a otros destinos turísticos, disfrutan de la Reina del Plata. En ella, hacen infinidad de gastos. Una cantidad de inmigrantes de países limítrofes se radican en Buenos Aires. Ellos también hacen infinidad de gastos. En la ciudad, además, están radicadas la mayoría de las casas centrales de las grandes empresas comerciales, financieras o industriales, y ellas también tributan al fisco porteño.
Una clave para entender por qué Buenos Aires es un tema capital es que todos esos gastos tienen distintas alícuotas del impuesto a los Ingresos Brutos. En promedio, cada compra le representa un tributo del 3% a la Ciudad. La recaudación de Ingresos Brutos es tan importante para las arcas fiscales porteñas que significan el 75% de los ingresos. Aunque la publicidad del PRO hable tanto de "los vecinos" de Buenos Aires, la ciudad está financiada por una cantidad de personas que no son, estrictamente, vecinos porteños. El coeficiente de recursos públicos de esta ciudad –que es, además, la Capital Federal– por habitante es muchísimo más alta que el de cualquier otra ciudad argentina. Tiene tantos recursos que prácticamente se autofinancia. Sólo recibe el 10% de recursos de la Nación, cuando el promedio de las provincias argentinas requieren del 50% de aportes federales. La mayoría proviene de impuestos coparticipables, pero otros son recursos que surgen de leyes especiales o de decisiones propias del Ejecutivo Nacional.
La Ciudad de Buenos Aires parece una joya. O lo es. Pero no en el sentido generoso de que funciona bárbara. En este caso, la metáfora sería que es una joya hecha con metales preciosos que cuestan sangre. Sangre que no es precisamente de quienes tienen que administrar el presupuesto. Mauricio Macri se queja de que la Legislatura no se lo vota. ¡Qué bueno sería un debate a fondo de la aplicación de los gastos! ¡Que bueno si, además, se le sumara el pésimo control que hace la oposición!
Los porteños –y quienes gastan la plata en Buenos Aires– se enteraron en estos últimos meses que la subejecución del Presupuesto de vivienda en 2010 fue tal que sólo se gastaron alrededor de 100 millones de pesos, mientras que dejaron de aplicarse unos 300 millones. Con cuentas de entrecasa, se trata de no menos de 3000 soluciones habitacionales que unas tantas familias se perdieron porque, deliberadamente, el PRO decidió no aplicar ese dinero. Estos días, Macri tuvo la peregrina idea de mandar a la Metropolitana al Rosedal... ¡por temor a que lleguen los ocupas! Algo similar pasó con los arreglos de las escuelas. Los secundarios tomaron algunos establecimientos y Esteban Bullrich, ministro de Educación, creyó que era momento de hacer las listas negras y vaticinó que llegaba la marea roja secundaria. Por suerte, la justicia frenó a Bullrich y no bien fueron los fondos, los pibes volvieron a clase. Terminó el año normalmente.
En el rubro publicidad, en cambio, se sobreejecutó presupuesto. Y las partidas para el rubro más jugoso –recolección de residuos– creció tanto que se multiplicó casi por tres desde que asumió el PRO hasta la fecha. Ni los porteños ni los no vecinos que llegan a la ciudad y gastan sus dineros pueden verificar en qué mejoró la calidad de la recolección de basura. El cartoneo sigue siendo una actividad que mueve a miles de trabajadores informales y a varios pícaros que arreglan con la policía –la Federal en este caso– y con punteros para hacer entrar camiones que carecen de autorización y que llevan a los cartoneros como ganado. Esos pícaros forman parte de una intermediación que deja al cartonero como mano de obra barata y les impide que las cooperativas de recolección sean tales. Ni hablar de la ilegalidad de los transportes de combis que llevan y traen a quienes se mudaron a barrios privados y deben viajar tres horas diarias para poder trabajar. El listado de caos organizado podría seguir. Sin embargo, el problema más grave que deja el PRO es la brutal desigualdad con que administra los barrios del sur porteño. Hay que decirlo, un sur que le dio muchos votos a Macri gracias al armado de la pata PRO peronista que en el último mes fue parte decisiva de los desmanes con resultado de muerte.
Verano porteño. El paisaje de la ciudad en enero será de tranquilidad. Se notará el éxodo a las playas. Pero, a no engañarse, los sectores más postergados, los del sur porteño, no sólo no se van de vacaciones sino que tienen los mismos o más problemas que el resto del año. A través de los medios ya se sabe que el oficialismo tiene, al menos, tres postulantes firmes para encabezar las elecciones. Se trata de Daniel Filmus, Carlos Tomada y Amado Boudou. Y que la presidenta no va a vetar a ninguno de ellos ni a quienes aspiren a sumarse a esa carrera hasta que haya suficientes datos como para mostrar cuál de ellos expresa mejor al electorado porteño con chances para competir con el PRO.
Pero más allá de las virtudes o defectos que puedan tener los precandidatos, hay una serie de temas a considerar. Porque de lo que parece tratarse no es de figuras sino de tomar conciencia de cuáles son los caminos a seguir y, sobre todo, cuáles no. Los escollos no son pocos. El primero es que el jefe de gobierno puede fijar a voluntad la fecha de los comicios. Por ley, esta no podrá coincidir con la fecha de las elecciones nacionales. Y Macri la fijará en función de su propia alquimia: sea por las encuestas, los avances judiciales por las escuchas ilegales, o su ambición de quedarse con algo jugoso, que para él parece ser la Capital, ya que sus posibilidades de competir por la Casa Rosada parecen casi descartadas. Es decir, es todavía muy probable que Macri aparezca un día y anuncie, sin pedir permiso a nadie, una fecha temprana de comicios porteños.
Vale la pena recordar que en el mes de junio se votará por las comunas. Una elección en la que todo indica que crecerán los opositores. Aunque estén dispersos, en las comunas pueden hacer valer alianzas parciales o imponer su inserción. Es decir, si Macri adelanta la fecha, es posible que sea antes de las elecciones de comunas.
Otro tema importante es cómo resolverán los candidatos K sus posibilidades reales de hacer un buen papel por la jefatura de gobierno. Una es a través de encuestas y armado político. La otra es una interna abierta. La primera va en la dirección de consolidar el liderazgo de la presidenta, en el sentido de que sea ella quien dé la última palabra sobre quién es el candidato. La gran debilidad de esa modalidad es que la ciudad es un distrito esquivo y las posibilidades de ganar no parecen tan sencillas. De modo que cualquier resultado sería adjudicado rápidamente a Cristina. Una interna abierta parece una buena solución, pero no parece haber tiempo como para fijar reglas y fecha de realización, habida cuenta de la dispersión. Para conjurar las limitaciones y debilidades, nada mejor que redoblar las fortalezas: construcción de organización de base, militancia, articulación y compromiso. Eso es mística. Pero también inteligencia.
Una clave para entender por qué Buenos Aires es un tema capital es que todos esos gastos tienen distintas alícuotas del impuesto a los Ingresos Brutos. En promedio, cada compra le representa un tributo del 3% a la Ciudad. La recaudación de Ingresos Brutos es tan importante para las arcas fiscales porteñas que significan el 75% de los ingresos. Aunque la publicidad del PRO hable tanto de "los vecinos" de Buenos Aires, la ciudad está financiada por una cantidad de personas que no son, estrictamente, vecinos porteños. El coeficiente de recursos públicos de esta ciudad –que es, además, la Capital Federal– por habitante es muchísimo más alta que el de cualquier otra ciudad argentina. Tiene tantos recursos que prácticamente se autofinancia. Sólo recibe el 10% de recursos de la Nación, cuando el promedio de las provincias argentinas requieren del 50% de aportes federales. La mayoría proviene de impuestos coparticipables, pero otros son recursos que surgen de leyes especiales o de decisiones propias del Ejecutivo Nacional.
La Ciudad de Buenos Aires parece una joya. O lo es. Pero no en el sentido generoso de que funciona bárbara. En este caso, la metáfora sería que es una joya hecha con metales preciosos que cuestan sangre. Sangre que no es precisamente de quienes tienen que administrar el presupuesto. Mauricio Macri se queja de que la Legislatura no se lo vota. ¡Qué bueno sería un debate a fondo de la aplicación de los gastos! ¡Que bueno si, además, se le sumara el pésimo control que hace la oposición!
Los porteños –y quienes gastan la plata en Buenos Aires– se enteraron en estos últimos meses que la subejecución del Presupuesto de vivienda en 2010 fue tal que sólo se gastaron alrededor de 100 millones de pesos, mientras que dejaron de aplicarse unos 300 millones. Con cuentas de entrecasa, se trata de no menos de 3000 soluciones habitacionales que unas tantas familias se perdieron porque, deliberadamente, el PRO decidió no aplicar ese dinero. Estos días, Macri tuvo la peregrina idea de mandar a la Metropolitana al Rosedal... ¡por temor a que lleguen los ocupas! Algo similar pasó con los arreglos de las escuelas. Los secundarios tomaron algunos establecimientos y Esteban Bullrich, ministro de Educación, creyó que era momento de hacer las listas negras y vaticinó que llegaba la marea roja secundaria. Por suerte, la justicia frenó a Bullrich y no bien fueron los fondos, los pibes volvieron a clase. Terminó el año normalmente.
En el rubro publicidad, en cambio, se sobreejecutó presupuesto. Y las partidas para el rubro más jugoso –recolección de residuos– creció tanto que se multiplicó casi por tres desde que asumió el PRO hasta la fecha. Ni los porteños ni los no vecinos que llegan a la ciudad y gastan sus dineros pueden verificar en qué mejoró la calidad de la recolección de basura. El cartoneo sigue siendo una actividad que mueve a miles de trabajadores informales y a varios pícaros que arreglan con la policía –la Federal en este caso– y con punteros para hacer entrar camiones que carecen de autorización y que llevan a los cartoneros como ganado. Esos pícaros forman parte de una intermediación que deja al cartonero como mano de obra barata y les impide que las cooperativas de recolección sean tales. Ni hablar de la ilegalidad de los transportes de combis que llevan y traen a quienes se mudaron a barrios privados y deben viajar tres horas diarias para poder trabajar. El listado de caos organizado podría seguir. Sin embargo, el problema más grave que deja el PRO es la brutal desigualdad con que administra los barrios del sur porteño. Hay que decirlo, un sur que le dio muchos votos a Macri gracias al armado de la pata PRO peronista que en el último mes fue parte decisiva de los desmanes con resultado de muerte.
Verano porteño. El paisaje de la ciudad en enero será de tranquilidad. Se notará el éxodo a las playas. Pero, a no engañarse, los sectores más postergados, los del sur porteño, no sólo no se van de vacaciones sino que tienen los mismos o más problemas que el resto del año. A través de los medios ya se sabe que el oficialismo tiene, al menos, tres postulantes firmes para encabezar las elecciones. Se trata de Daniel Filmus, Carlos Tomada y Amado Boudou. Y que la presidenta no va a vetar a ninguno de ellos ni a quienes aspiren a sumarse a esa carrera hasta que haya suficientes datos como para mostrar cuál de ellos expresa mejor al electorado porteño con chances para competir con el PRO.
Pero más allá de las virtudes o defectos que puedan tener los precandidatos, hay una serie de temas a considerar. Porque de lo que parece tratarse no es de figuras sino de tomar conciencia de cuáles son los caminos a seguir y, sobre todo, cuáles no. Los escollos no son pocos. El primero es que el jefe de gobierno puede fijar a voluntad la fecha de los comicios. Por ley, esta no podrá coincidir con la fecha de las elecciones nacionales. Y Macri la fijará en función de su propia alquimia: sea por las encuestas, los avances judiciales por las escuchas ilegales, o su ambición de quedarse con algo jugoso, que para él parece ser la Capital, ya que sus posibilidades de competir por la Casa Rosada parecen casi descartadas. Es decir, es todavía muy probable que Macri aparezca un día y anuncie, sin pedir permiso a nadie, una fecha temprana de comicios porteños.
Vale la pena recordar que en el mes de junio se votará por las comunas. Una elección en la que todo indica que crecerán los opositores. Aunque estén dispersos, en las comunas pueden hacer valer alianzas parciales o imponer su inserción. Es decir, si Macri adelanta la fecha, es posible que sea antes de las elecciones de comunas.
Otro tema importante es cómo resolverán los candidatos K sus posibilidades reales de hacer un buen papel por la jefatura de gobierno. Una es a través de encuestas y armado político. La otra es una interna abierta. La primera va en la dirección de consolidar el liderazgo de la presidenta, en el sentido de que sea ella quien dé la última palabra sobre quién es el candidato. La gran debilidad de esa modalidad es que la ciudad es un distrito esquivo y las posibilidades de ganar no parecen tan sencillas. De modo que cualquier resultado sería adjudicado rápidamente a Cristina. Una interna abierta parece una buena solución, pero no parece haber tiempo como para fijar reglas y fecha de realización, habida cuenta de la dispersión. Para conjurar las limitaciones y debilidades, nada mejor que redoblar las fortalezas: construcción de organización de base, militancia, articulación y compromiso. Eso es mística. Pero también inteligencia.