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La oposición no fracasó

*Por Eduardo Amadeo. Con frecuencia, oímos críticas al rol de la oposición en el Parlamento.

Empecemos por lo obvio: la oposición no es una sola entidad. Como en los parlamentos europeos, la gente votó grupos políticos diferenciados, que reflejan diversas preferencias e identidades. Pero aún con esas diferencias, centrar el análisis en la "pelea" es inexacto e injusto. Cierto es que hay actores que maximizan el conflicto o la diferenciación como ejes de su actividad política. Pero si se analiza quién se "peleó" con quién, se observará que ese comportamiento está focalizado y no es generalizado. Hay bloques que -literalmente- no generan conflictos horizontales.

Además, a poco que se analice la dinámica parlamentaria -dejando de lado episodios extremos como el de la noche del presupuesto- se encontrarán ejemplos más que virtuosos de diálogo y construcción conjunta, aún en casos que parecían condenados al fracaso.

El más interesante es nuestro dictamen de presupuesto, en el que luego de días de trabajo conjunto pudimos acercar posiciones y formular un proyecto técnica y políticamente muy sólido, con coincidencias entre quienes, por ejemplo, tomaban el uso o no uso de las reservas como cuestión religiosa.

Lo mismo puede decirse de otros dictámenes trascendentes, como el de la ley del cheque, el de ATN y el del 82% mínimo no imponible, en los que además se mezclan cuestiones de federalismo (y por tanto, conflictos de distribución de recursos). Y también son ejemplos de diálogo constructivo las coincidencias logradas en los siguientes temas: Indec, Oncca, retenciones, DNU, Consejo de la Magistratura, infanticidio, matrimonio gay, trata de personas, responsabilidad penal juvenil, en los que el diálogo entre bloques ideológicamente alejados superó largamente a la pelea.

Las distintas tácticas al tiempo de dar número o votar son naturales en la actividad parlamentaria en cualquier lugar, en especial cuando se trata de bloques numerosos, que además representan a eventuales candidatos.

Hablar de "peleas de la oposición" como denominador genérico de la dinámica parlamentaria es inexacto, pero lo que se ha dicho ha instalado una imagen que afecta muy negativamente a todo el llamado Grupo A y aun al Parlamento.

Veamos ahora el segundo tema imputado a la oposición: el "fracaso".

Hay dos maneras de medirlo. A la primera la podríamos llamar cuantitativa. Si se anotan las

votaciones ganadas, la diferencia de votos con el oficialismo y la importancia de los temas ganados, es claramente erróneo hablar de fracaso. Y me estoy refiriendo no sólo a los proyectos que bajaron al recinto, sino también a los que están en las comisiones, que son de extraordinaria importancia. Es obvio que no todo se ganó. Entre otras razones, porque la pluralidad de voces, frente a un oficialismo monolítico, hace de cada batalla una incertidumbre. Pero, sí, se ganó mucho, y cosas muy importantes.

Desde el punto de vista cualitativo, me permito mencionar tres razones que relativizan la idea de fracaso. Primero, el haber convertido al Congreso en una caja de resonancia de los conflictos de la sociedad. Las audiencias públicas, la masiva concurrencia de sectores de interés, el diálogo, luego de cinco años de encierro, son logros que no puede negársenos.

En segundo lugar, la instalación de temas de agenda nueva, en especial las referidas a la corrupción, que encontró en el Congreso una resonancia que no tenía. Y por último, el haber obligado al Gobierno a explicar sus acciones: el uso de las reservas, el intento de silenciar los medios de comunicación, los DNU; también, las visitas de los funcionarios para explicar lo encubierto, las voces de los líderes de la oposición en la agenda mediática, a fin de no dar respiro al Gobierno en su intención de actuar autoritariamente.

Además es evidente que la calidad del Congreso mejoró con esta oposición, como se puede ver en el nivel de los discursos en la Cámara y en las comisiones, en la sofisticación de los proyectos, en la nueva agenda. La opinión pública siguió con apasionamiento debates que hubieran sido impensables sin nuestro trabajo.

Pero lo más importante de esta experiencia ha sido comprobar que, en un marco conflictivo y de demandas múltiples, es posible generar espacios de convivencia. Estos espacios anticipan acuerdos estratégicos más amplios para un futuro gobierno que se plantee compromisos ambiciosos que requieran el apoyo de múltiples fuerzas políticas y sociales. © La Nacion

El autor es diputado nacional por el Peronismo Federal