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La OMS está en venta

*Por Medardo Ávila Vázquez. Al igual que en la OMS, la influencia de poderosos intereses vinculados al negocio de la salud también se expresa en la cartera nacional del área.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) es la máxima autoridad sanitaria global; está integrada por 193 miembros que la sostienen económicamente aportando según sus diferentes riqueza y población. Su finalidad es lograr, para todos los pueblos, el grado más alto posible de salud.

En la 64ª Asamblea Mundial de la Salud, que finalizó el 14 de mayo último, la directora general, Margaret Chan, propuso ampliar la capacidad de recepción de financiamiento privado y generar un gobierno paralelo, que se constituiría como Foro Global de Salud, integrado por aportantes privados. Así, se hicieron evidentes los graves "conflictos de intereses" que expresan las decisiones de la OMS. La administración de la doctora Chan se caracterizó por clausurar la visión de "Determinantes sociales de la salud", que priorizó su antecesor, Lee Jong-wook (fallecido sorpresivamente), quien sostenía una visión tradicional sobre los actuales problemas, sustentada en la intervención con productos médicos.

Influencia de la industria. La administración Chan ha enfrentado grandes escándalos sobre la indebida influencia de la industria farmacéutica en el manejo de las pandemias H1N1 y H5N1 (gripes aviar y porcina, respectivamente) y en el manejo de la estrategia global sobre la propiedad intelectual, innovación y salud pública.

En la última asamblea, representantes de Brasil, India y Tailandia reclamaron con energía que "se preste más atención a las organizaciones no gubernamentales (ONG), como Médicos sin Frontera, Movimiento por la Salud de los Pueblos (MSP) y Universidades Aliadas por los Medicamentos Esenciales, que a donantes privados.

En la década de 1990, la OMS quedó bajo el control del Banco Mundial, que proponía ajustar y achicar los sistemas públicos de salud. En la actualidad, la OMS pasó a ser controlada por la industria farmacéutica. Entre otras cosas, comenzó a promover la "década de las vacunas", bajo la incitación de sus fabricantes (industrias farmacéuticas concentradas), convertidos ahora en sus principales patrocinantes. Promueven vacunas muy cuestionadas por científicos independientes, que en muchos casos han probado su inutilidad e incluso su peligrosidad, como ocurre con la antigripal que está comprando el Gobierno argentino. En Europa es rechazada por diversos estados. Su inefectividad quedó mostrada en revisiones sistemáticas, publicadas en la biblioteca de Medicina Basada en Evidencia (Centro Cochrane).

La influencia de poderosos intereses vinculados al negocio de la salud también se expresa en la administración del ministro de Salud de la Nación, Juan Luis Manzur. Sus acciones son muchas veces contradictorias con la de sus antecesores, también kirchneristas.

El Programa de Salud Sexual y Reproductiva está muy desvitalizado y nunca buscó sostener su regular provisión de insumos y su fortalecimiento. El Programa de Producción Pública de Medicamentos fue totalmente desactivado. Pero fue más allá: el Estado financia con 15 millones de dólares una planta para producir vacunas antigripales propiedad de Novartis y Bagó, de dudosa utilidad. Así, se impide el desarrollo de plantas públicas que fabriquen los anticonceptivos que necesitamos poner todos los meses al alcance de 300 mil mujeres, potenciales demandantes de ese método, o las drogas antirretrovirales para la población con sida, o para los chagásicos.

La OMS está en venta y es generalizada la preocupación de todos los que pugnamos por una salud para todos, como un derecho humano y no como un producto más del mercado por el que hay que pagar.