La ola llegó a Brasil
*Por Roxana Acotto. Sea por las medidas antiinflacionarias de Dilma Rousseff o por los coletazos de la crisis en Europa y Estados Unidos (o más probablemente por ambas cosas combinadas), lo cierto es que Brasil, la "locomotora" de buena parte de la economía Argentina, ya no es el orgulloso "tren rápido" de 2010: de siete por ciento de crecimiento ?en su PBI pasará a un modesto tres por ciento ?este año y -lo peor-, con una dinámica a ralentizarse más antes que ‘rebotar’.
El Gobierno toma nota de la nueva realidad, pero parece que le cuesta admitirla dentro de un relato por el cual la economía siempre va a quedar supeditada a la política. Ya lo quisieran, pero no será así en 2012.
Como sucede en época de contracciones (y aunque el Indec no lo registre, lamentablemente las consultoras privadas comienzan a relevar contracción de la economía en varios sectores) la política se subordina a la economía porque a los gobernados les duele su víscera más sensible: el bolsillo.
Argentina entra en esta desaceleración (después se verá si es recesión o no) con un esquema de precios relativos muy distorsionado y alto en dólares; también con una gran masa de pesos dando vueltas y con presiones sobre el tipo de cambio que el Gobierno busca controlar con poco éxito hasta el momento y forzando el desdoblamiento de las pizarras.
En los ‘70, cuando las mujeres se incorporaban a un universo masculino como el de los conductores de autos, a algunos políticos se les decía ‘mujer al volante’: ponen el guiño para la izquierda y luego doblan a la derecha.
Veremos ahora si el discurso del Gobierno (que se aferra a su relato) es ‘para la tribuna’ o si de verdad la Presidenta y sus colaboradores creen que hay que hacer la del salmón: nadar en contra de la corriente, una virtud que la mandataria le atribuye a su extinto esposo.
El recorte de subsidios es un paso en dirección correcta, aunque no se lo quiera llamar ajuste. Los salmones suelen nadar contra la corriente, pero también se dejan llevar por la corriente cuando van camino al mar. Quizá sea el momento de dejarse llevar por la lógica.