La ola expansiva de la rebelión egipcia
Las revueltas civiles que comenzaron en Tunez y se extendieron a varios países del mundo árabe muestran el despertar de sociedades que se expresan en una común demanda de más democracia y mayores libertades.
n Túnez ya han provocado la caída del régimen y el inicio de un proceso de apertura y liberalización. En Egipto, la declinación irreversible del sistema de poder vigente durante el último medio siglo, con un presidente Hosni Mubarak acorralado y aislado dentro y fuera de su país. También en Jordania y Yemen, ya se produjeron cambios en la cúspide de sus gobiernos previniendo el contagio de la explosión popular.
Se trata de un fenómeno social y político imprevisto en su magnitud e imprevisible en sus alcances, comparable con las movilizaciones cívicas que precipitaron la caída de los regímenes comunistas en Europa del Este tras la caída del muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética. La ola de protestas genera, no obstante, el riesgo de que la descomposición de los regímenes dictatoriales y gobiernos autocráticos aliente una radicalización que favorezca a los sectores fundamentalistas y militaristas y genere mayor inestabilidad; el peor de los escenarios para el conflictivo Oriente Medio. Los Estados Unidos y el mundo occidental, en gran medida, se encuentran ante un serio dilema entre sostener sus intereses estratégicos, vinculados con los equilibrios geopolíticos regionales en virtud de los cuales fueron apoyados esos regímenes de fuerza ahora en la picota, y respaldar auténticas reformas y procesos democráticos.
Las revueltas populares que se extendieron a varios países del mundo árabe muestran el despertar de sociedades civiles que se expresan en una común demanda de democracia.