La nueva vida de Jorge Castillo, 'el rey de La Salada', desde la cárcel: con 40 kilos menos, empezará a producir cerveza
Está procesado como jefe de una banda que alquilaba miles de puestos ilegales, amenazaba a feriantes y robaba mercadería.
Por Luis Moranelli, extraído del diario Clarín
Una habitación de dos por cuatro. Veinte horas de encierro y cuatro en un patio. Semillas, libros y dibujos. Silencio. Esa rutina, propia de un monje de clausura, es la que dice cumplir Jorge Castillo, el hombre que amasó una fortuna desde los pasillos de la feria ilegal más grande de Sudamérica.
Sus días no transcurren en un monasterio, sino en la Alcaidía Departamental N° 3 de La Plata. El "Rey" de La Salada está detenido allí desde el 21 de junio del año pasado. La Justicia lo procesó por liderar un grupo armado que alquilaba miles de puestos callejeros, amenazaba a feriantes, robaba mercadería, impedía el paso de colectivos para potenciar el negocio de las combis truchas y se enfrentaba con otros grupos en una guerra que dejó cinco muertos en un año.
También está acusado intentar matar a uno de los policías que allanó su lujosa mansión de Luján. Para él, todas las imputaciones se resumen en cuatro palabras: "Soy un secuestrado político", le dice a Clarín en un salón de la cárcel.
-El fiscal, el juez de Garantías y la Cámara de Apelaciones consideran que hay pruebas para sostener los cargos que le imputan y la prisión preventiva. ¿En qué se basa para decir que está secuestrado?
-Si no hiciste nada, sos un tipo público, estás a disposición y te detienen fabricando una causa, es un secuestro. Detención es cuando hacés algo. Se vencieron los plazos de la preventiva y el juez de Garantías la confirmó tres días después. Todo eso demuestra la intencionalidad de dejarme secuestrado. Yo no cometí ningún delito. Me lo fabricaron, no lo niego. Les falta decir que maté a Kennedy (el ex presidente de Estados Unidos, John F.), el resto está todo. El expediente tiene los dedos marcados.
-¿Los dedos de quién?
-De (Cristian) Ritondo, el ministro de seguridad bonaerense. Hay una intencionalidad detrás de mi detención: me metieron preso para quedarse con el negocio. Hubo conversaciones sobre ese tema con Matías Ranzini, un hombre que se presentó como secretario privado de Ritondo. Nos reunimos en un restorán, poco después de que ellos ganaran. Me dijo que su idea era quedarse con Urkupiña y Ocean (las dos ferias que componen La Salada junto a Punta Mogote) y con los puestos de la calle. Necesitaban que los manejara yo. Les contesté que no robaba para mí y que menos lo iba a hacer para otros.
Desde el Ministerio de Seguridad negaron que funcionarios del área se hayan reunido con Castillo.
-La investigación sostiene que usaba como fuerza de choque a una banda liderada por "Yayo" López. ¿Trabajó con usted?
-Lo tuve como empleado entre 1999 y 2006, y lo eché por delincuente. Entró como acomodador de micros en los playones. Cuando terminaba, andaba mirando a las "mecheras". Después empezó a ubicar puestos y a cobrar plata por las de él. Fue cuando decidí despedirlo.
-El suboficial de la Bonaerense "Taco" Peralta es señalado como su nexo con las bandas que amenazaban y extorsionaban. ¿Era su colaborador?
-Lo conocí luego de que la Jefatura Departamental lo mandara a controlar la Ribera. Pregunté y me dieron buenas referencias. Trabajaba para la Policía y en sus horas libres era 'culata' para llevar a mis empleadas al banco. "Taco" era mi seguridad privada porque yo sabía que no me iba a dejar tirado. Pero no tiene nada que ver con ninguna banda.
-Su hermano Hugo y su sobrino Adrián también están acusados de manejar una asociación ilícita. ¿Qué relación tiene con ellos?
-Con mi familia no tengo relación hace 16 años. A mi hermano lo volví a cruzar el 21 de junio del año pasado, en el camión de traslado que nos trajo hasta acá. Adrián me vino a ver a mi casa el 25 de mayo de 2017. Me trajo una foto. Un papel con un montón de gente en el que yo estaba como jefe de una banda. Me dijo que le habían pedido plata. Dos semanas después, un carrero me alcanzó la misma foto y un papel en el que me pedían 500 mil dólares.
-¿Quién pedía la plata?
-A esa parte de la película no llegué porque me secuestraron. Pienso que debe venir de la gente que lleva adelante la causa.
Castillo presume de una habilidad: hacer negocios sin plata. Dice que así fundó la feria Punta Mogote, se convirtió en el referente mediático de La Salada y construyó su fortuna. "Yo vendía zapatos en Ocean y Urkupiña. Un día pasé por las viejas piletas y el dueño me dijo si no quería comprar el predio. Dibujé 1.000 puestos y los vendí a 3.500 dólares cada uno. La mitad en efectivo y la otra en cuotas. El 3% era para mí. Con eso compré más de 60 puestos", resume.
La explosión de La Salada como mercado popular dio lugar a un nuevo negocio: los puestos en la calle. Miles de pequeñas estructuras de metal que ocuparon el Camino de la Ribera y las cuadras de los alrededores. Los investigadores aseguran que Castillo comandaba una banda que amenazaba a los feriantes y disputaba el territorio con otros grupos, en una guerra que dejó al menos cinco muertos.
-¿Alquilaban puestos en la calle?
-Sí, pero en las veredas de Punta Mogote. Cobrábamos con ticket fiscal de la empresa. Yo nunca toqué la plata. Igual eso es una contravención. Pagamos el impuesto y lo discutimos. Si no ocupaba las veredas, terminaba todo en un caos. O le dejabas liberada la vereda a las bandas o la controlabas vos y no permitías que te roben. A nosotros la calle nos perjudicaba. Teníamos 600 locales vacíos.
-Hay testigos que señalan que las bandas cobraban bonos por "seguridad", como una forma de extorsión
-No, ahí ellos no entraban.
Molesto con sus socios en Punta Mogote y con viejos aliados del radicalismo que le dieron la espalda, Castillo asegura que la cárcel no lo frena. Dice que tiene dos proyectos:un paseo de compras en un predio de 62 hectáreas en Mendoza y otro en Santiago del Estero. Allí además planea construir un barrio privado, un polo textil y un paseo frutihortícola.
Irónico y verborrágico, el "rey" de La Salada cuenta que gracias a la cárcel bajó 40 kilos, con una dieta en base asemillas de lino, chía, quinoa y sésamo. "Le tengo que agradecer a Ritondo, porque yo iba a explotar. Es mucho más competente que Cormillot. Yo en mi casa no podía bajar ni 50 gramos", dice. En su celda también volvió a leer un libro después de muchos años. Así aprendió a hacer cerveza artesanal. Ya sembró la cebada y eligió el nombre de la marca: "Pabellón 4".