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La negación de la realidad

En vez de presentar la derrota porteña como un éxito, los dirigentes kirchneristas deberían actuar con más humildad.

En un acto electoral que transcurrió con normalidad, la ciudadanía porteña le dio una abultada ventaja de 19,3 puntos a la fórmula integrada por Mauricio Macri y María Eugenia Vidal sobre el binomio formado por Daniel Filmus y Carlos Tomada, amadrinado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

El pronunciamiento del 47,1 por ciento de los votantes por la candidatura del actual jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires puede interpretarse como un voto por la previsibilidad y, en buena medida, contrario a la posibilidad de que las autoridades porteñas puedan ser vistas como un apéndice de la Casa Rosada.

La sociedad entre Filmus y la Presidenta , expresada en distintos lemas de la campaña del Frente para la Victoria -"Porque estoy con Cristina, estoy con Filmus" o "La ciudad y la nación trabajando juntos"-, fue rechazada mayoritariamente por la ciudadanía porteña.

No pocos electores interpretaron como un liso y llano intento de extorsión el mensaje desde el gobierno nacional en el sentido de que, con un triunfo del Frente para la Victoria, la ciudad recibiría el apoyo del Poder Ejecutivo Nacional, mientras que la continuidad de Macri no generaría el mismo efecto.

Por si quedaran dudas del fracaso de la incursión de la primera mandataria en el distrito metropolitano, la lista de legisladores del Frente para la Victoria, encabezada por Juan Cabandié y armada a dedo por la Presidenta, obtuvo aproximadamente la mitad de los votos cosechados por Filmus.

Así como el kirchnerismo nos tiene acostumbrados a negar datos irrefutables de la realidad, como el crecimiento de la inflación o la inseguridad, desde anteanoche también intentó desmentir con relatos insólitos la realidad del veredicto de las urnas, que demostró que el kirchnerismo dista de ser invulnerable y que la jefa del Estado puede digitar listas de candidatos pero no resultados.
Increíblemente, pocas horas después de finalizada la votación, los principales dirigentes del Frente para la Victoria, con Filmus y Tomada a la cabeza, acompañado por las voces de no pocos funcionarios del gobierno nacional, intentaron presentar la derrota como un triunfo.

Hubiera correspondido que, ante todo, el candidato del kirchnerismo felicitara públicamente a quien se impuso en la elección, con un guarismo que, por lo elevado, sorprendió a unos y a otros. Hubiera sido positivo también que, a la luz de la amplia distancia que separó al segundo del primero y a la cercanía de éste a la mitad más uno de los votos válidos emitidos -condición necesaria de acuerdo con la Constitución porteña para ser consagrado jefe de gobierno-, Filmus resignara su derecho a participar de un ballottage que, a estas alturas, parece un trámite tan innecesario como costoso.

En cambio, la mezquindad y la falta de gallardía estuvo una vez más presente en los perdedores. A tal punto que, como de costumbre, se insinuó que la culpa del resultado electoral era de los "grandes medios", como si el Frente para la Victoria no hubiera contado con el apoyo del enorme aparato publicitario del Estado, al que se confunde con el partido gobernante, y de no pocos medios privados afines al oficialismo.

La política argentina exige grandeza de sus protagonistas. Una mayor dosis de humildad y un baño de realidad no les vendrían mal a algunos dirigentes y funcionarios.