La muerte que desnuda una realidad
La conmoción que generó la muerte de María Rosa Daglio, la psicóloga social, que algunos trataron de instalar que murió de miedo, en la parte más linda de Ramos Mejía, demuestra que el malviviente era conocido en la zona oeste y por eso lo encontraron tan rápido.
El episodio conmovió las fibras más íntimas de la opinión pública, a la vista de todos y en pleno centro de Ramos Mejía, un motochorro que circula por la vereda, le arrebata la cartera a una mujer que hablaba por teléfono en la vereda. El tirón fue tan violento, que la mujer impactó fuertemente contra el suelo, que le terminó costando la vida.
Y es en ese preciso instante, empiezan a sonar los teléfonos del Poder, hay que encontrar si o si al autor del hecho. Pocas horas después, y pese al escepticismo de algunos, dieron con el sujeto que se llama Alejandro Miguel Ochoa, de 55 años de edad y una dilatada trayectoria delictiva. Ochoa gozaba de prisión domiciliaria porque era persona de riesgo, padecía de EPOC, la Justicia le dio la libertad para cuidarlo del Covid y el sujeto tardó pocos días en volver a las andadas.
Después conocimos otros hechos protagonizados por este sujeto y con el mismo modo de ataque. Algunas víctimas sufrieron lesiones de gravedad, a otra le costó la vida. La Justicia y la policía dieron rápido con el autor, hasta encontraron las prendas que vestía en el robo, el casco y la moto.
Sería bueno recordar que Ochoa, es una persona que debía estar presa, porque tanto los fiscales de la causa, como el gabinete criminológico habían desaconsejado su liberación, aun así, el sujeto fue premiado. Podemos pasar horas discutiendo si hay que liberarlo o no, lo concreto es que el sujeto era conocido y por eso fue rápidamente aprendido, cuando fue indagado por el juez dijo llorando: “No quiero morir en la cárcel”, les aseguro que difícilmente vuelva a transitar la vida en libertad.
Semejante episodio, me mueve a realizar las siguientes reflexiones: la víctima María Rosa Daglio, de 56 años, de profesión psicóloga social, una persona activa, sensible y sociable según su familia, terminó sus días en un hecho, de esos que se pueden prevenir.
A diario veo como los motoqueros y ciclistas que hacen entregas de delivery, circulando por las veredas. Qué bueno sería que los controlen y los sancionen, como nos pasa a nosotros cuando cometemos un exceso de velocidad. Sólo se trata de trabajar un poco más. Al malviviente se lo liberó sin ningún tipo de control, no tenía profesión lícita conocida. Si era arrebatador, ¿qué iba a hacer en libertad? Robar. Y en esta ocasión, mató a una persona. Pero lo más llamativo fue su rápida detención. De trabajar siempre así, cuantos problemas y lágrimas nos ahorraríamos…
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