La libertad de prensa, una cuestión de clase
*Por Lidia Fagale. La idea de libertad de prensa, una de las principales consignas de la democracia liberal, está monopolizada bajo las claves de un código (cultural) que permite establecer a una minoría la existencia o no de esa libertad.
De este modo, la libertad de prensa es interpretada, dentro y desde las alambradas mediáticas, bajo los paradigmas del mercado de ideas. Devenida en filosofía universal, los grupos mediáticos dictaminan y sentencian. Haciendo uso de su hegemonía discursiva suelen instalar la idea de que se ha coartado la libertad de prensa, afectando la interpretación masiva de lo que realmente sucede, cuando ven afectados sus intereses. Pero vayamos al punto. En los últimos días cobró particular énfasis la campaña en torno a la libertad de prensa y de expresión impulsada por los grupos empresarios hegemónicos locales, a raíz del conflicto gremial en Artes Gráficas Rioplatense. Con el respaldo de la Sociedad Iberoamericana de Prensa que agrupa a todos los dueños de los diarios de la región, el discurso mediático cerró filas y militó corporativamente por desconocer el reclamo de sus propios trabajadores.
Está claro que en esta batalla tan desigual, la postura de los conglomerados mediáticos distorsiona el discurso sobre la libertad de prensa desde una mirada parcial que intenta cuestionar e invisibilizar por este atajo, entre otros, los derechos sindicales y laborales de los trabajadores en conflicto con el objetivo, que muchas veces es estigmatizar y debilitar su fuerza organizada o directamente impedirla bajo el falaz argumento que cree ver en la libertad de expresar un reclamo legal y legítimo por parte de los trabajadores de los medios, una violación a la libertad de prensa.
Vale la pena repetirlo: la libertad de prensa se mimetiza con la libertad de empresa dentro de los paradigmas del libre mercado y aspira –entre otros objetivos y en orden a sus intereses– a disciplinar profesional y laboralmente a quienes tienen la responsabilidad de producir y hacer circular contenidos periodísticos. En el mercado de ideas se impone la verdad del que más tiene. Como lo indica su origen e historia, asociada y comprometida a concepciones más que conservadoras, la SIP y sus socios locales, las empresas periodísticas, no son grupos sociales, políticos y económicos híbridos, faltos de compromiso con sus intereses. Todo lo contrario. Y los trabajadores de los medios en particular, tampoco. Más allá de las distintas matrices ideológicas que convergen en cualquier conflicto y de las que se desprenden, distintos modos de cómo defender o interpretar la libertad de prensa, la idea del ejercicio libre de la prensa está definitiva e históricamente atravesada por la lucha de intereses de clase.
Lo que resulta reprobable y peligroso es que en esa carrera desmesurada por vender en el mercado de las conciencias la particular idea que ostentan los grupos mediáticos en torno a la libertad de prensa, se haya renunciado a reconocer básicos mecanismos de regulación y respeto por los derechos sindicales, laborales y profesionales que constituyen Derechos Humanos integrales e interconexos, asociados también a la libertad de prensa, entre otros derechos no menos importantes. Y cuyo alcance no sólo ampara a los trabajadores de los medios sino al conjunto de la sociedad en su derecho a una información veraz
La construcción del concepto de libertad desde la práctica de la prensa ha sido y es parte de la lucha asociada a la transformación de las sociedades. El uso político e ideológico de la idea de libertad de prensa como herramienta para defender intereses económicos o políticos ha sido una característica esencial en el marco del desarrollo del capitalismo y también de quienes lo rechazan. Y aun más, el haber devenido la comunicación en un campo estratégico, como patrón clave de acumulación de capital económico y simbólico (ideológico) que sitúa el debate muy lejos de discusiones apenas semánticas.