La lección del parque Indoamericano
* Pedro Peretti. Ríos de tinta corrieron por estos días sobre la toma del parque Indoamericano, el club Albariño y anexos. Diversos análisis desde la sociología, la política, la situación habitacional, muchas explicaciones banales y superfluas, varias de carácter xenófobo sobre paraguayos, peruanos y bolivianos, que no son nuevas en nuestro país, ni propiedad exclusiva del macrismo.
Ríos de tinta corrieron por estos días sobre la toma del parque Indoamericano, el club Albariño y anexos. Diversos análisis desde la sociología, la política, la situación habitacional, muchas explicaciones banales y superfluas, varias de carácter xenófobo sobre paraguayos, peruanos y bolivianos, que no son nuevas en nuestro país, ni propiedad exclusiva del macrismo. Las vemos a diario en el fútbol. Basta con recordar al ex presidente de River Alfredo Davice o a la misma presidenta de la Asociación de Madre de Plaza de Mayo, etc. Pero hemos encontrados muy pocos que tengan que ver con el modelo de desarrollo agrario, la concentración y modernización del mismo (es decir, con la economía), como elementos determinantes de grandes migraciones rurales hacia ámbitos urbanos en todo el Mercosur.
La sojización, los pooles de siembra, la ruptura de la chacra mixta, trajo aparejado junto a la deforestación y apropiación de tierras y bosques por megaempresas, una urbanización desmedida que transformó el interior en un inmenso desierto verde y concentró el 80% de la población en Buenos Aires y gran Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Esto, sumado a la apropiación de tierras urbanas por los barrios cerrados, generó una situación que descontroló el crecimiento urbanístico en la periferia, sometiéndolo a la doble presión de cada vez más gente radicándose en grandes urbes con menos tierras y trabajo donde asentarse.
Esto demuestra la falta absoluta de una política específica y planificada que impidió el crecimiento ordenado y constante de muchas de nuestras ciudades.
El camino para la resolución es empezar por ese debate, que muy bien se dio en el Concejo Municipal local, planteado por la acción desarrollada por el Movimiento Giros en torno a la prohibición de los barrios cerrados en la ciudad, y por el concejal Alberto Cortés, que marcó claramente los efectos del monocultivo sobre Rosario.
Justo es decirlo, el problema no es nuevo; pero lo cierto es que es un debate absolutamente soslayado por la clase política desde hace décadas; la literatura y la sociología sí dieron cuenta abundantemente de ello, pero no es así la política. Bernardo Verbitsky (padre del actual operador político del kirchnerismo Horacio Verbitsky) lo pinta magistralmente en su libro "Villa miseria, también es América" de 1957, y en "Una familia pequeña" (1951). Allí se puede encontrar todo lo que pasó desde el año 40 para acá en materia de migraciones rurales, persecución a los pobres, concentración de rentas y tierras, sustitución de importaciones, etcétera, y que la política, si ve, no resuelve, y si lo hace, lo hace para agravar el problema, laudando por los que más tienen (salvo honrosas excepciones).
En un reciente seminario del Prosap llevado a cabo en la ciudad de Salta, la gerenta regional del Banco Mundial confirmó un dato ilustrativo y a la vez lapidario: 0,80 centavos de dólar puestos en desarrollo rural necesita un equivalente en el área urbana de 2,50 dólares en relación a los efectos de reducción de la pobreza.
El Indoamericano desnudó la falta de una política agropecuaria y poblacional de contención de población y agregación de valor en el interior profundo de la Argentina, que además de ser socialmente justa, productivamente viable y económicamente rentable, es más "barata" en términos de inversión del erario público. Pero claro, la pobreza es para muchos un gran negocio, no sólo económico (medida en la presión a la baja que hace sobre el salario y el empleo), sino también político (clientelismo, punteros, etcétera) y por eso es que nunca se la ha atacado seriamente en sus causas más profundas y siempre se trabajó sobre los efectos con una mirada casi exclusivamente urbana y clientelar.
Si la Argentina quiere terminar definitivamente con la pobreza, las migraciones descontroladas y los asentamientos precarios, debe invertir en desarrollo rural, evitar la concentración de tierras y rentas, y desalentar la integración vertical de las megaempresas, pues nuestro país no admite ni un metro más de soja, ni un centímetro menos de bosque, ni que desaparezca una chacra mixta más. Ese desafío es de la política y ni el gobierno ni la oposición pueden hacerse los desentendidos y dedicarse a describir la realidad o comentarla. Es tiempo de cambiarla.