La irrelevancia de la Capital
*Por Martín Lousteau. Esta vez, los encuestadores más serios estuvieron bastante acertados. El próximo 31 de julio habrá ballottage entre Mauricio Macri y Daniel Filmus, aunque la primera fórmula triunfó con un 47,1% de los votos, sacándole así cerca de 20 puntos de ventaja a sus inmediatos perseguidores.
Con este resultado, el macrismo consolida un dominio en Capital Federal cuyo origen puede datarse hace ocho años, cuando se anotó su primera presea electoral venciendo a Aníbal Ibarra en la primera vuelta de 2003 (a pesar ser derrotado finalmente en la segunda). Puede parecer extraño hablar de macrismo y no de Pro, pero el hecho es que a dicho espacio le cuesta aún demasiado trascender la identificación con su líder. De no ser así, el partido podría haber ampliado su oferta electoral contando con un candidato a Presidente que propiciara un armado territorial más amplio.
Por el otro lado, con sus 27,8 puntos, Daniel Filmus ha superado los desempeños previos de representantes del gobierno nacional en una urbe que siempre le es esquiva. Estos comicios han marcado también un incremento de las distancia entre los dos primeros y el resto de los candidatos. Fernando "Pino" Solanas perdió una parte sustancial del apoyo que obtuvo en 2009, cuando supo atraer votantes disímiles que rechazaban tanto al Frente para la Victoria como a Pro.
Lo mismo le ocurrió a la Coalición Cívica -hoy con María Eugenia Estenssoro de candidata- con respecto a 2009; y a Jorge Telerman cuando se lo compara con su propia performance en 2007.
Se revela así un escenario de mayor polarización que el observado en oportunidades previas. Luego de su distanciamiento con las clases medias urbanas, el kirchnerismo puede decir que logró atraer a su redil a una porción de aquellos sectores que le habían dado la espalda. Parte de ese crecimiento se debe a la construcción de un relato que no acepta medias tintas, y que por ello capta ahora votos que antes se dispersaban en otras expresiones políticas con diferencias más formales que de fondo con el gobierno nacional. Pero, al mismo tiempo, las visiones más claramente opositoras y de mayor divergencia ideológica con el kirchnerismo han concentrado su apoyo en el Pro, fortaleciéndolo.
Quizás ello constituya una de las grandes paradojas que arroja la reciente elección. En medio de una crisis significativa de los partidos políticos, pareciera existir un claro vacío que podría ser ocupado por un espacio conservador popular o demócrata cristiano, para usar la categorización europea habitual. Éste rivalizaría naturalmente con una expresión más socialdemócrata como la que pretende encarnar el kirchnerismo en su fase cristinista.
Sin embargo, las potenciales figuras para liderar ese nicho de centro derecha no parecen todavía estar a la altura del desafío. Ocurrió con primero con Carlos Reutemann, esperanza natural de muchos que apostaban a esa construcción. Mauricio Macri podría haber ocupado ese lugar vacante de haber optado por la candidatura a Presidente. Pero prefirió no hacerlo. Contra lo que una primera lectura podría arrojar hoy, la amplitud de su victoria parece marcar el error: su partido muy probablemente habría conservado la Capital Federal aún con él derrotado en la contienda nacional. Y es difícil edificar algo duradero y geográficamente abarcativo si no se está dispuesto a pagar el costo de perder una elección para lograrlo.
Extraño panorama nos deja así este domingo. La fuerte derrota del gobierno nacional en uno de los principales distritos del país no puede ser apropiada por ningún contendiente a la presidencia. Y de confirmarse el triunfo de Cristina Kirchner que la mayoría de las encuestas prevén para octubre, uno de los principales opositores en el período 2011-2015 debería ser el propio Mauricio Macri, quien lidera un espacio sin referencias significativas en el resto del país. Dos síntomas evidentes del estado anómalo en el que se encuentra nuestro sistema político.