La invernada, postal del esfuerzo en el interior neuquino
Luis Albornoz recorrerá 300 kilómetros durante 20 días con sus animales. Una historia para conocer.
Termina abril y con las hojas del calendario se van también los últimos crianceros con sus animales en el interior neuquino. Atrás queda la veranada y la marcha es hacia la invernada.
Luis Albornoz es uno de los protagonistas de la historia. Tiene 47 años y su camino es largo.
Debe recorrer 300 kilómetros entre un lugar y otro con la sola compañía de un sobrino, dos perros y todo su capital, que no es más ni menos que un nutrido rebaño de chivos y vacas.
Luis salió del paraje Pichi Neuquén, en el departamento Minas y se dirige a Los Chihuidos.
Al igual que muchos crianceros del norte neuquino, su vida es sacrificada y el traslado de los animales de un lugar a otro es fundamental, porque en este ritmo estacional, en primavera-verano en los campos altos de la cordillera y en invierno-otoño en las invernadas, encuentran las pasturas y el agua fundamental para alimentar los animales que constituyen su patrimonio y sustento de vida.
"Río Negro" encontró a Luis en la Ruta 43, llegando a Chos Malal, punto estratégico de descanso y la mitad del camino que debe recorrer para llegar a Los Chihuidos.
En lo que va de camino, el hombre, de piel curtida por las inclemencias climáticas, tuvo que soportar no sólo el frío, sino también el viento, la lluvia y la nieve.
Luis cuenta que completar el recorrido le demandará entre 17 y 20 días y expresa su satisfacción de llegar al "alojo" -lugar de descanso- entre los dos puentes sobre el río Curi Leuvú, dado que en este lugar estratégico encontrará a familiares que viven en Chos Malal y que saben de su arribo. Ellos serán su compañía por algunas horas y además podrá armarse de provisiones para lo que queda del camino, esencialmente yerba, azúcar y tabaco.
La llegada a este lugar también es fundamental porque venderá sus primeros chivitos, obteniendo dinero clave para el sustento de su familia, que vive de la crianza de animales.
Luis es acompañado en esta oportunidad por su sobrino, Darío Albornoz, y dos perros, "Regalo" y "Palermo".
Dice con una sonrisa a flor de piel y al ser consultado por el nombre de uno de sus perros, que "Palermo" no es el homenaje al jugador de fútbol sino por el color de la cerveza. "Son fieles e inseparables y me acompañan para juntar el rebaño cuando se dispersa", relata el criancero.
Y es que el trabajo de arrear lo animales no es tarea fácil. Hay que atravesar cañadones, callejones de arreo, donde los hay, arroyos, ríos, quebradas y también rutas de la región, donde se debe luchar además con el accionar desaprensivo de mucha gente que pasa y toca bocina a los animales para que despejen estos sectores.
En la inmensidad del paisaje del norte neuquino Luis se aprestaba a descansar y partir en las primeras horas de la mañana de hoy hacia Los Chihuidos, lugar donde los animales pasarán los próximos meses.
Su capital lo constituyen unos 1.000 chivitos y 70 vacunos y esencialmente los primeros son el sustento de la economía familiar, por lo que ayer esperaba ansioso en la zona de los puentes que los chosmalenses se acercaron a comprar este delicioso y apreciado producto del norte neuquino.