DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

La intervención judicial, ¿espacio revictimizador?

Cuando se toma la decisión de realizar una denuncia en situaciones intrafamiliares, como puede ser en los casos de abuso sexual infantil o en violencia de género, se deben vencer innumerables barreras de índole interna: el estupor, la vergüenza, el miedo, la inseguridad. Lleva tiempo tomar la determinación.

Los que trabajamos con estos temas sabemos lo difícil que resulta dar ese paso, es por esta razón que se viene luchando por contar con espacios especializados que viabilicen, faciliten y acompañen ese momento. Pero también no ignoramos que es muy común encontrarnos con situaciones de revictimización que no dejan de sorprendernos.

Lo que transcribimos a continuación es el relato de alguien, una entre tantas mujeres, que ha debido enfrentarse a esa revictimización. El objetivo de esta nota consiste en mostrar 'al desnudo' cómo se siente alguien en esa circunstancia, no pretende nada más que llamar a la reflexión a aquellos que se dedican a esta tarea y comenzar a pensar qué es lo que se está haciendo mal, qué se podría mejorar, qué falta para lograr una intervención profesionalizada, siempre respetando los derechos de las víctimas.

"Estoy en una habitación con tres persona –dos a mi costado delante de máquinas de escribir, una frente mío–, la mesa es grande. Me preguntan un rato largo datos generales, luego una me dice que es la que va a preguntar. Se ve seria y distante, en ningún momento siento empatía (creo que buscan no ser empáticos, como si fuera un modo de abordaje, una teoría que respetan o un marco teórico que les dice que no deben mostrarse empáticos). Empieza a hablar y me da órdenes: que tengo que hablar corto y sin muchas vueltas porque el juez debe tener datos concretos con los cuales poder tomar decisiones. Me dice que no quieren escuchar toda la historia de nuevo, que ellos no revictimizan.

Mientras ella habla, pienso, ¿cómo hago para contarle al juez dos años y medio de penares y que sea cortito? ¿Cómo hago para contar sin revictimizarme? Y a la vez pienso si esta persona sabrá lo que es victimizarse. ¿Qué querrá decir cuando dice...? ¿Qué querrá que uno sienta cuando dice? Si cree que con esa postura y esas palabras tranquiliza, se equivoca; lo que genera es una sensación de soledad y abandono espantosa, la misma sensación que se tiene cada vez que se entra a algún lugar en el que habita 'la justicia' o los empleados judiciales, porque lo cierto es que uno a 'la justicia' no la ve, sólo a diversos empleados judiciales.

En medio de mi relato, cuando explico que después de consultar a Asistencia a la Víctima ellos me indicaron que debía hacer la denuncia penal, y por eso la hice meses después de haber pedido ayuda al Juzgado de Familia y no haber encontrado respuesta, me pregunta con modo enérgico y hasta enojado: '¿Y por qué hace una denuncia penal si su hija no había reconocido el hecho?' Le vuelvo a decir que es porque me lo dijo Asistencia a la Víctima, y ahí casi gritando, vuelve a preguntarme lo mismo, aclarando: 'Y no diga que es por Asistencia a la Víctima porque ya lo sabemos'.

A esta altura tenía que haberle explicado que la ley dice que ante la sola sospecha de abuso sexual infantil, cualquier adulto que lo sospeche debe hacer la denuncia, pero le repito que lo hice porque Asistencia a la Víctima me lo había dicho y que también el juez de Familia tendría que haberlo hecho, pero no lo hizo.

Mientras esperaba afuera que terminaran de pasar en limpio la declaración para que la firmara, me encontré con una señora de unos 50 y pico de años que esa mañana –después de 35 años de estar casada con un marido que desde hacía 25 era adicto y que la fajaba por lo menos una vez por semana – después de todas, él la había corrido con una cuchilla, y se levantó y pensó 'lo mato', después se dijo: si lo mato paso otros 35 años encerrada y fue a la comisaría e hizo la denuncia. Ella estaba ahí también esperando, llorando me dijo 'me parece que voy a irme, que no voy a firmar. Allí adentro están a favor de él. Esa flaquita (señalando a una empleada que pasaba por delante nuestro) me preguntó '¿por qué no me había divorciado antes si ahora era fácil?'

Cuando salió de firmar la denuncia esta señora me dijo que cuando les pidió perdón por haberse puesto mal mientras declaraba porque no se sintió contenida, le dijeron que no están para contener sino para recibir denuncias. Calculo que los empleados adoptan estos modos para que las que acudimos ahí 'nos sintamos como en casa'.

Quiero contar también que, para mi sorpresa, el ámbito policial es más contenedor ante estas temáticas que el judicial. Cuando estuve delante de policías femeninas, se mostraron cautelosas en los comentarios, sensibles ante el dolor, contenedoras y respetuosas (y debo decir que estuve en diversos ámbitos policiales: desde la policía científica hasta la comisaría de la mujer o una comisaría de pueblo). Es más, esta señora había llegado a la oficina acompañada por personal civil de la comisaría o vestido de civil que le servían café a ella y al hijo y la trataban hasta con cariño (esto lo vi mientras esperaba el turno para entrar a hacer mi denuncia).

Ya sabemos cómo fue tratada cuando pasó por la puerta de la "señora justicia". ¿Cuál es la diferencia entre los empleados judiciales y la policía? ¿Vamos a pensar que la policía es mejor? La verdad que no; lo que sí parece haber pasado es que en la policía hubo algún tipo de intervención exitosa, en tanto que los empleados judiciales parece que consideran que la empatía y el acercamiento son contraproducentes.

Se establece un prejuicio de valor acerca del que denuncia y se lo trata como si estuviera imputado, tratándolo con desconfianza e interrogando con sospechas sobre su actitud. Aquí se realiza un acto maquiavélico, ya que por un lado se afirma que hay que denunciar (habiendo además leyes que exigen esto) y después se maltrata al que lo hizo, dejando al denunciante doblemente desvalido: primero está destruido por la realidad que viene a denunciar y, por el otro lado, se lo vuelve a dejar solo cuando los judiciales lo maltratan".

Hasta aquí el relato de alguien que volvió a sufrir, una y otra vez, la desconfianza, el recelo, la incredulidad de quienes deben cumplir con una función facilitadora, pero no lo hacen. Nos queda detenernos a pensar y proponer: mayor capacitación, seguimiento de las intervenciones y fundamentalmente la supervisión institucional. Sabemos que las instituciones generan conflictos en su seno, la violencia puede circular entre sus integrantes y mostrar su peor cara hacia las personas que se acercan a ellas, ya que el desvalimiento las coloca en un lugar de desventaja. Nuestra experiencia de trabajo nos ha llevado a utilizar el dispositivo de supervisión externa (equipo de trabajadora social y psicólogo) como un recurso sumamente saludable para el análisis de las prácticas, para oxigenar los vínculos y facilitar la autocrítica superadora.