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La integración regional es irreversible

La evolución impone la promoción de una cultura integradora, asociativa, entre vecinos provinciales y entre la región y sus similares de países vecinos. Chile y lo que alguna vez fue la pretensión del Nuevo Cuyo.

No pueden demorarse las sociedades de ambas regiones en superar las barreras culturales, comerciales, fitosanitarias, políticas o de infraestructura, que aún demoran la integración regional.

Si bien hay imperios que construyen nuevos muros o asumen colonialismos, más de 400 asociaciones regionales están ya registradas en la Organización Mundial del Comercio. Son estados, provincias o países fronterizos, que integran sus culturas, políticas, comercio, turismo, misiones comerciales o inversiones zonales.

Los analistas los incluyen en una concepción que identifican como "los Estados-Región" y que se expanden por el mundo. Entre provincias de nuestro país e incluso en la relación con regiones de países vecinos, los gobiernos todavía no consiguen doblegar viejos recelos políticos, ineficacias de gestión o lacras culturales, pese a que las integraciones se van auto-construyendo por debajo de esos obstáculos.

En nuestro caso concreto, con Chile, por ejemplo, las burocracias aduaneras/migratorias/sanitarias no contribuyen en sus operaciones a acompañar la integración regional que se da de hecho y a pesar de eso.

Hace 30 años que todos los presidentes de ambos lados firman acuerdos para unificar y agilizar el paso, pero -quedó demostrado cada verano de los últimos años o durante la reciente Copa América- la sólida casta burocrática, indiferente y corporativa, sostiene las barreras burocráticas a contramano de los hechos. Por otra parte, en las estrategias productivas, las de protección fitosanitaria o en la planificación del desarrollo agrario o industrial, persisten dentro de las fronteras de nuestro propio país enconos, diferencias políticas o actitudes de balcanización, absolutamente contrastantes con la evolución mundial.

Tal vez sirva como evidencia saber que el intercambio chileno-argentino se cuadruplicó en los últimos 15 años; que el embudo de Caracoles colapsó por más de 1.300 camiones/día; que el ida y vuelta cultural, universitario, turístico, deportivo o inversionista nos ha asociado, a pesar de los nostálgicos belicistas; que la integración social argentino-chilena (histórica por otra parte) integra familias a ambos lados de la cordillera y que ya hay toda una corriente industrial y comercial que sienta sus bases en una estrategia bioceánica, tomando como bases de comunicación a Mendoza y a Los Andes. En unos meses podría estar licitada ya la construcción del túnel de baja altura Puente del Inca-Guardia Vieja, convirtiendo a ambos flancos en una sólida región de intereses comunes.

Hace años que la afluencia turística de chilenos hacia Mendoza y San Juan y de nuestra gente hacia las costas del Pacífico chileno, son una cuestión casi doméstica. En ocasión de la Copa América fueron superadas las 20.000 camas hoteleras y unas 400 casas y departamentos del Gran Mendoza. El Estadio Mundialista, el Centro de Congresos y la hotelería de Mendoza y San Rafael ya saben de programaciones conjuntas para atender el intercambio turístico, deportivo o conferencista. Ya hay planteos para construir por ello el Gran Domo que nos debemos para deportes bajo techo (pese a que hay 3 o 4 departamentales).

Ya hay esfuerzos concretos y planificación para hacer de Mendoza una Ciudad Puerto Seco o el "Portal del Mercosur a los puertos del Pacífico". El oficialismo y todos los candidatos 2011 juran incentivar el Corredor Bioceánico Buenos Aires-Valparaíso; que en 2012 estará lista la doble vía al Desaguadero y la de Mendoza-Tunuyán, y hasta se insiste en completar la Mendoza-San Juan con doble traza.

Buen momento para comprometer a los candidatos con una alta política, de visión estratégica, de un futuro que asoma irreversible, superadora de intereses pequeños, de enconos sectarios o de ineficacias absurdas en estos tiempos.