La integración de Sudamérica
El Mercosur y la Unasur constituyen dos procesos de integración internacional que, en la actualidad, tienden a otorgar gobernabilidad a Sudamérica.
Si bien ambos tienen componentes de orden tanto político como económico, algunas de sus especificidades podrían permitir vislumbrar cierto grado de complementación entre ambos sistemas.
El Mercosur cuenta con más arraigo jurídico e institucional y con el diseño de una estrategia basada en la complementariedad económica entre sus miembros con la finalidad de optimizar la utilización y movilidad de los factores de producción y para alcanzar escalas operativas eficientes en términos económicos.
La Unasur, en cambio, persigue objetivos que si bien se vinculan con cuestiones de la más diversa índole —social, económica, energética, financiera, educativa, etcétera— en última instancia tiende a la construcción de un espacio de integración política entre sus miembros que podría, incluso, constituirse en una instancia capaz de enfrentar los conflictos en la región.
De este modo, es posible vislumbrar una dinámica regional que contemple al Mercosur como el eje de un espacio económico común destinado a propiciar decisiones de inversión productiva y a la Unasur como el ámbito de concertación política entre sus miembros.
Para que este contexto, que aparece como el más deseable, sea posible es necesario que cada uno de los integrantes de estos procesos los jerarquice como prioritarios a la hora de diseñar e implementar su política exterior, así como a la de resolver sus conflictos.
Esto implica, en primer lugar un diseño adecuado de las instituciones que tanto Mercosur como Unasur creen para su funcionamiento y luego el respeto y el uso apropiado de tales instituciones.
En este sentido, los procesos de integración de la región han demostrado tener una amplia capacidad de creación de instituciones que en muchos casos exceden sus necesidades operativas provocando un uso inadecuado de ellas.
La creación del Parlamento Mercosur es un claro ejemplo de ello. Si se analiza su protocolo constitutivo, puede observarse que sus competencias y funciones no superan en mucho a las que tenía su antecesora, la Comisión Parlamentaria Conjunta, y la puesta en marcha de la elección directa de sus parlamentarios está muy atrasada.
Todo esto sucede cuando la verdadera necesidad del Mercosur es crear mecanismos que garanticen la efectiva vigencia de las normas emanadas de sus instituciones al interior de los Estados miembros. Es decir, que el Mercosur funcione.
En efecto, particularmente en el caso del Mercosur, uno de los déficits centrales lo constituye el sistema de internalización de las normas de su derecho derivado. Esto significa que las disposiciones adoptadas por consenso en el seno de las instituciones del Mercosur, carecen, en muchos casos, de efectividad al interior de cada uno de los Estados que lo conforman. Esto provoca inexorablemente la ausencia de un auténtico funcionamiento del Mercosur. Para revertir esta grave falencia, es necesario que cada uno de sus miembros asuma un fuerte compromiso en la revisión de los mecanismos existentes o en la creación de unos nuevos que ayuden a trasponer con efectividad lo decidido en el plano de la integración al interior de los Estados miembros.
La excusa de que se trata de procesos jóvenes ya no es válida. América latina viene intentando integrarse desde la década del sesenta con la creación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc) cuyo fracaso fue reconocido por sus propios actores.
Es hora de que nuestros países comiencen a capitalizar en el desarrollo de la experiencia, algunas lecciones aprendidas y asuman compromisos cuando estén verdaderamente dispuestos a cumplirlos para evitar el desgaste de las instituciones y la incredulidad de los ciudadanos que tanto daño provocan a la legitimidad del sistema democrático.
(*) Magister en Integración y Cooperación Internacional
(Cerir-CEI-UNR)