La Iglesia reclama más diálogo y poner fin a la descalificación
Por Mariano De Vedia. Mejorar el clima de diálogo y poner fin a la descalificación hacia quien piensa distinto es el "pedido político" de la Iglesia argentina en esta Semana Santa
Nota extraída del diario La Nación.
Mejorar el clima de diálogo y poner fin a la descalificación hacia quien piensa distinto es el "pedido político" de la Iglesia argentina en esta Semana Santa, la primera que el papa Francisco preside en Roma.
Luego de que el designado arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Aurelio Poli , advirtiera sobre la falta de diálogo en la Argentina, el presidente del Episcopado, monseñor José María Arancedo, llamó a una "mayor convivencia social" y, ante la consulta de LA NACION, afirmó ayer que "los argentinos nos debemos gestos de grandeza y de encuentro, que nos permitan superar el agravio y la descalificación".
En la nueva etapa abierta tras el acercamiento de la presidenta Cristina Kirchner hacia el Papa , las reflexiones de los obispos abrieron la expectativa de que la Iglesia se ofreciera como un ámbito para facilitar la búsqueda de consensos entre el Gobierno y los sectores políticos y sociales, como ocurrió con la Mesa del Diálogo Argentino, constituida en enero de 2002, tras la grave crisis de 2001. Sin embargo, el propio Episcopado, a través de la Comisión de Pastoral Social, relativizó la posibilidad de que esa iniciativa se concrete en lo inmediato.
En el Gobierno mostraron cautela y los funcionarios consultados recibieron de buen tono la exhortación de Poli al diálogo, aunque lo interpretaron como un mensaje del papa argentino.
"Hay que generar un mejor clima social que favorezca el acercamiento y dejar de descalificar al que piensa distinto. Pero las circunstancias son muy distintas a las de 2001, porque ahora existen canales institucionales para promover el diálogo", dijo a LA NACION el titular de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, al desestimar que la Iglesia piense ahora en convocar a una instancia para favorecer el encuentro de sectores políticos y sociales.
Lozano estimó que tras la elección del papa Francisco hay en el país más signos de cordialidad y una mayor permeabilidad para el diálogo. "Esperemos que dure, porque el clima espiritual favorece la posibilidad del encuentro", afirmó el titular de Pastoral Social y obispo de Gualeguaychú
El titular de la Comisión de Pastoral Social sostuvo que hasta ahora no se habló en la Iglesia acerca de la posibilidad de proponer una instancia oficial de diálogo. Dentro de dos semanas, a partir del 15 de abril, se reunirá en Pilar la asamblea plenaria del Episcopado, con los obispos de todo el país, y se especulaba con que en esa reunión podría surgir alguna inquietud en ese sentido. "Pero hasta ahora, no hay nada", insistió monseñor Lozano.
Monseñor Arancedo coincidió: "No hay ninguna propuesta al respecto, ni creo que la Iglesia tenga que tomar la iniciativa. Su misión es señalar la importancia de recuperar los valores de la convivencia, del diálogo, el respeto y el sentido de pertenencia a esa realidad siempre nueva, como desafío que es ser nación".
Aseguró, sin embargo, que la Iglesia "siempre va a estar dispuesta a colaborar en todo aquello que sirva para ser un espacio de encuentro y concordia entre los argentinos".
La posibilidad de avanzar en instancias de diálogo fue reflotada por monseñor Poli en sus primeras declaraciones como arzobispo porteño designado. El sucesor de Bergoglio en la arquidiócesis primada, que asumirá el próximo 20 de abril, encabezó esta semana las celebraciones de Semana Santa en la diócesis de Santa Rosa y en las últimas horas dijo a LA NACION que le gustaría encontrar canales de encuentro con el Gobierno más allá de las instancias tradicionales, como las homilías del tedeum, las que la presidenta Kirchner rehuyó cuando el arzobispo porteño era Bergoglio.
El presidente del Episcopado, en tanto, valoró la actitud del arzobispo Poli en favor de hallar canales de encuentro, y advirtió: "El diálogo no es confusión ni pérdida de identidad, sino actitud de escucha y de respeto a la dignidad y libertad del otro". Arancedo afirmó, además, que "los argentinos necesitamos recrear actitudes de diálogo que nos permitan encontrarnos sin prejuicios que descalifican en una fecunda amistad civil, para lograr una mayor convivencia basada en los valores morales".
Tras sostener que el principio de fraternidad es inseparable a los de libertad e igualdad, el titular del Episcopado y arzobispo de Santa Fe dijo: "En las sociedades políticas contemporáneas no se practica esa fraternidad, por el influjo ejercido por las ideologías individualistas y colectivistas".
En su última asamblea plenaria, realizada en noviembre último, el Episcopado hizo un llamado a la "sabiduría del diálogo", y consideró que "se hace cada vez más necesario generar contextos de encuentro, de diálogo, de comunión fraterna, que nos permitan reconocernos y tratarnos como hermanos, aborreciendo el odio y construyendo la paz".
En esa ocasión, los obispos advirtieron que "a casi treinta años de democracia, los argentinos corremos el riesgo de dividirnos nuevamente en bandos irreconciliables".
El obispo Lozano dijo, al respecto, que la necesidad de promover el diálogo "no implica que la Iglesia piense en ofrecerse" como un ámbito para el encuentro como ocurrió tras la crisis de 2001. "Hoy la situación es muy distinta: hay canales institucionales y políticos habilitados para el diálogo y no se dan las graves circunstancias de aquel tiempo".
Recordó, por ejemplo, que a fines de 2001 había inestabilidad política y se había debilitado la figura presidencial. "Hoy la democracia se fortaleció, aunque a algunos les gustaría que hubiera menos actitudes agresivas, y no se registran los índices de pobreza que en ese tiempo superaban el 50 por ciento".
Pese a todo, Lozano coincidió en que se debe "mejorar y generar un clima social que favorezca el diálogo", y sostuvo que "no contribuye a ello la actitud de descalificar al que piensa distinto".
La Mesa del Diálogo Argentino fue constituida en enero de 2002, durante la presidencia de Eduardo Duhalde, a partir de una iniciativa acordada con el Episcopado, que conducía monseñor Estanislao Karlic, y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Las caras visibles de ambas instituciones fueron el obispo Jorge Casaretto y Carmelo Angulo Barturen, respectivamente..