La ideología como arma
Unitarios y federales, radicales y peronistas, socialistas o conservadores... La historia de la Argentina rectifica una sucesión de opuestas visiones y enfrentamientos para construir la nación.
Por Luciana Arnedo
luciana.arnedo@gmail.com
@LuArnedo
Hoy la sociedad Argentina se ha separado en dos fracciones bien marcadas: Kirchneristas por un lado y anti-Kirchneristas por el otro. Los conflictos originados por las posiciones contrapuestas, hasta el momento, parecen irreconciliables.
Hechos como los escraches contra Amado Boudou y Axel Kicillof, o cuando se negaron a atender al periodista Nelson Castro en un bar céntrico por razones ideológicas, imprimen la intolerancia/discriminación ante diferentes pensamientos políticos.
Estos hechos, entre otros, son el indicio de una enemistad declarada entre partes opuestas. El sentimiento impetuoso crece día a día en un marco altamente provocador, oscuro e impulsivo.
¿Las diferencias no debieran ser tolerables? En la Argentina hay un sentimiento pluralizado de división social. El enemigo es simplemente el otro que piensa distinto, el otro al que hay que aplastar.
Muchos participan en las luchas ideológicas agraviando a aquellos que están parados "en el lugar incorrecto", justificando las propias banderas políticas como si negociaran defender un honor/orgullo abstracto.
Chantas, gorilas, populares, progres, peronistas, fachos, radicales, traidores... Somos adjetivados, reducidos a una entidad la cual no traduce la esencia nacional sino el problema social del que debiéramos ocuparnos.
¿Cuál es la causa, profunda, de la división social Argentina? ¿Hemos aprendido el significado y el proceder de un sistema democrático? ¿Importa la opinión de las minorías? ¿Convivimos en un contexto de libertad e igualdad?...
Todos somos parte del problema... Si los ciudadanos miramos hacia otro costado cuando el país está patas para arriba, "las cosas suceden".
Si creemos, o nos hacen ver, que el voto es el único canal de expresión continuaremos en una complicidad. Este camino, el de la insensibilidad social, ha tenido consecuencias. Entretenernos con nuestras quejas, sometidos al destino, sin voluntad, sin participación, excluyéndonos de la acción social nos dirigirá hacia una infinita burla, hacia un deterioro republicano.