La hora de la gran definición
*Por Mauricio Maronna. Por estos siete días locos que se van a vivir en materia política, se aconseja no dejarse apabullar por la invasión publicitaria de campaña y centrarse específicamente en las aptitudes de los precandidatos, que no son pocas.
Por estos siete días locos que se van a vivir en materia política, se aconseja no dejarse apabullar por la invasión publicitaria de campaña y centrarse específicamente en las aptitudes de los precandidatos, que no son pocas.
La tarea proselitista ingresa a la última curva con una grilla de postulantes a gobernador que aún no pueden decir misión cumplida. Sin embargo, se han confirmado todos los análisis previos.
El gobernador Hermes Binner se transformó en el ariete principal de la candidatura de Antonio Bonfatti. Si antes del último tramo sorprendía la estrategia publicitaria de vender la fórmula como si fuera "compre uno y se lleva dos", por estos días Binner tomó las carreteras santafesinas y, pueblo por pueblo, salió a vocear a quién deben votar los santafesinos. Cuando arrancó la candidatura de Bonfatti, su intención de voto era del 5%. Si el ministro de Gobierno triunfa en las internas el gran hacedor habrá sido el mandatario. A nadie debe quedarle la más mínima duda.
Aguantar la embestida. Giustiniani arrancó con una intención de voto muy superior a la de sus rivales internos, pero ahora es el que debe aguantar a pie firme el chubasco. Le han tirado por la cabeza el peso específico del aparato estatal, que no es solamente inversión publicitaria: Binner disciplinó a una larga fila de funcionarios para evitar la neutralidad. El senador nacional enfrentará estos últimos siete días con el objetivo claro de pegar un nuevo brinco pero, paralelamente, con la difícil misión de no blanquear todo lo que piensa en la intimidad porque el socialismo ardería en el infierno.
Mario Barletta ha tenido que lidiar en las últimas jornadas con los errores estratégicos de la conducción nacional de su partido, que priorizó en Santa Fe las negociaciones (mal encaradas) con los socialistas para integrarlos a una fórmula presidencial.
El lado B del viaje del presidente de la UCR, Angel Rozas, y del presidente del bloque de Senadores, Gerardo Morales, tuvo condimentos de un supino amateurismo. El socialismo les aceptó una reunión secreta pero en pleno centro rosarino. En la misma no estuvieron ni Binner (el objeto del deseo) ni Giustiniani (el presidente del PS a nivel nacional) ni Miguel Lifschitz (titular partidario en la provincia). Se fueron con las manos vacías a la hora de la respuesta pero en el medio de la autopista escucharon vía celular el malestar de Barletta por el desembarco inconsulto.
No entendió el radicalismo nacional lo que sí meritúa Barletta: el 22 de mayo debería ser una oportunidad única para que el centenario partido saque su tajada de la pelea socialista.
Merece un párrafo especial la sorprendente voluntad política de Binner, quien hace campaña por su delfín Bonfatti, se corrió hasta Córdoba para levantarle la mano a Luis Juez, participa activamente en los medios nacionales por la futura fórmula presidencial y apareció discutiendo sobre las alianzas a jefe de Gobierno porteño.
Buenos modales. El peronismo santafesino lleva adelante una interna prolija, sin rispideces y con una oferta de candidatos atractiva. Agustín Rossi resumió acabadamente su "leit motiv" de campaña: "Quiero gobernar la provincia como Cristina gobierna la Nación". Omar Perotti saca a la luz discursiva sus antecedentes como administrador y promete dar el batacazo en el centro-norte de la provincia.
Desembarco K. El gobierno nacional le ha insuflado nuevos bríos a Rafael Bielsa. Llegó hasta la provincia para apoyarlo nada menos que el ministro de Economía, Amado Boudou, algo que no podría haber sucedido sin la venia de la presidenta, Cristina Fernández.
Es que saben en el corazón de Balcarce 50 que más allá de definirse una cuestión eminentemente santafesina, todos los medios nacionales leerán el 23 mayo a la madrugada cómo le fue al kirchnerismo en comparación con el frente socio-radical.
En Rosario se disputa otra de las grandes batallas: Mónica Fein deberá superar sí o sí el filtro que le propone Jorge Boasso a la hora de seguir reteniendo el poder en la ciudad. Para el socialismo no hay futuro sin una victoria el domingo próximo. Es Rosario el anillo de poder iniciático.
La pugna por la ciudad logró al inicio del camino que los socialistas dejen de lado la tirria que se mantiene entre binneristas y giustinianistas, más allá de que la amalgama no sea toalmente proporcional a la hora de los posicionamientos provinciales. Tras las internas será un interesante ejercicio seguir al detalle los movimientos de los dos sectores que, necesariamente, se necesitarán a la hora de derrotar al candidato del PJ.
Continuidad o cambio. Fein se muestra como lo que es: un símbolo de la continuidad en la gestión, sabedora de que más de 20 años en el poder acarrean desgastes pero también niveles de adhesión que se mantienen en el tiempo. Boasso tiene en estos comicios el capítulo definitivo en su largo derrotero de principal opositor al socialismo. Encaró una campaña publicitaria de gran visibilidad, dejó de lado su particularísimo histrionismo y se refugió en propuestas de gobierno.
La lucha por la precandidatura a intendente del justicialismo recorta en el horizonte a dos postulantes: Héctor Cavallero y Diego Giuliano, que tuvieron un fortísimo contrapunto sobre el aquí y ahora del peronismo rosarino. Más allá de la parada del 22 de mayo, habrá que barajar y dar de nuevo las cartas en el justicialismo para que no se repita la fuga de votos que ocurrió en la general de 2007 respecto a la elección primaria inmediatamente anterior.
Tiempo de descuento. Con sus encuestas, sus microclimas y sus creencias, todos los precandidatos saben que lo que no se hizo en dos meses de campaña es difícil de lograr en siete días. Pero tampoco es imposible. Necesitan el plus que les permita sacar diferencia en el tiempo de descuento.
Todos deberán atraer la atención del ciudadano que hoy observa los afiches y los spots de un enjambre de caras, formulándose una pregunta clave: "¿Y a mí por qué me miran?". Los indecisos inclinarán las balanzas: como pasa siempre en la provincia de Santa Fe.