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La historia detrás de la toma de rehenes de San Telmo
Esta tarde un grupo de delincuentes tomaron de rehenes a un matrimonio de jubilados.
Los investigadores aseguran que detrás de la toma de rehenes en el barrio porteño de San Telmo, uno de los delincuentes tendría un vínculo con el hijo del matrimonio de jubilados que fueron víctimas del robo.
Los investigadores catalogarían el caso como el de un viudo negro: un hombre que estafa emocionalmente a otro con el simple objetivo de robarle. Y esto fue lo que sucedió, sólo que el ladrón llegó acompañado por un cómplice desde su Mar del Plata natal y no hubo una droga para desmayar a la víctima sino un cuchillo para amenazar a los padres y desvalijarles la casa, explicaron fuentes del caso.
Todo había comenzado pasado el mediodía, el alerta al 911 avisaba de un robo y una toma de rehenes en un edificio de Balcarce al 1300, muy cerca a la esquina con la avenida Juan de Garay.
La Policía llegó al lugar y desplegó el operativo indicado para este tipo de casos: cerró la calle, cercó la manzana e intentó posicionar a su agentes en propiedades cercanas para controlar todo y que no se fugasen los ladrones. Los vecinos daban notas telefónicas para los canales de TV y contaban los movimientos que veían en esa cuadra que estaba blindada.
Es más, uno de los agentes accedió a la terraza lindera al departamento “8A” de Balcarce 1381. Allí, un hombre y su hijo estaban en el balcón del departamento: mantenían charlas permanentes con el policía, mientras se sospechaba que los ladrones estaban en el interior de la casa.
Es que, paralelamente, un grupo de policías recorría piso por piso por la escalera el edificio donde estaban atrincherados los delincuentes. No lograban dar con ellos hasta que al llegar al séptimo piso escucharon un ruido en el octavo: movían los muebles.
Justamente el ruido venía del departamento “8A”, el mismo que tenía a sus propietarios en el balcón hablando con los policías del edificio lindero.
“El hijo de los jubilados intentó en todo momento que sus padres le digan a la Policía que no pasaba nada, para que se fueran y evitarles mayor disgusto”, confiaron fuentes del caso a Clarín.
Pero la fachada duró poco: los policías entraron al departamento y encontraron a los ladrones escondidos debajo de la cama de la habitación de servicio. La toma de rehenes había terminado después de dos horas sin heridos, apenas atendieron por una crisis de nervios a la pareja de jubilados, y con los dos ladrones detenidos.
Luego se sabría que la versión de que habían entrado al departamento después de hacerse pasar como el “correo” era una farsa: finalmente se conoció que uno de los ladrones no era un desconocido para el hijo de los dueños de casa. Sino alguien con quien creía mantener un vínculo y que llegó a su casa junto a un cómplice sólo para engañarlo y robarle.
Los investigadores catalogarían el caso como el de un viudo negro: un hombre que estafa emocionalmente a otro con el simple objetivo de robarle. Y esto fue lo que sucedió, sólo que el ladrón llegó acompañado por un cómplice desde su Mar del Plata natal y no hubo una droga para desmayar a la víctima sino un cuchillo para amenazar a los padres y desvalijarles la casa, explicaron fuentes del caso.
Todo había comenzado pasado el mediodía, el alerta al 911 avisaba de un robo y una toma de rehenes en un edificio de Balcarce al 1300, muy cerca a la esquina con la avenida Juan de Garay.
La Policía llegó al lugar y desplegó el operativo indicado para este tipo de casos: cerró la calle, cercó la manzana e intentó posicionar a su agentes en propiedades cercanas para controlar todo y que no se fugasen los ladrones. Los vecinos daban notas telefónicas para los canales de TV y contaban los movimientos que veían en esa cuadra que estaba blindada.
Es más, uno de los agentes accedió a la terraza lindera al departamento “8A” de Balcarce 1381. Allí, un hombre y su hijo estaban en el balcón del departamento: mantenían charlas permanentes con el policía, mientras se sospechaba que los ladrones estaban en el interior de la casa.
Es que, paralelamente, un grupo de policías recorría piso por piso por la escalera el edificio donde estaban atrincherados los delincuentes. No lograban dar con ellos hasta que al llegar al séptimo piso escucharon un ruido en el octavo: movían los muebles.
Justamente el ruido venía del departamento “8A”, el mismo que tenía a sus propietarios en el balcón hablando con los policías del edificio lindero.
“El hijo de los jubilados intentó en todo momento que sus padres le digan a la Policía que no pasaba nada, para que se fueran y evitarles mayor disgusto”, confiaron fuentes del caso a Clarín.
Pero la fachada duró poco: los policías entraron al departamento y encontraron a los ladrones escondidos debajo de la cama de la habitación de servicio. La toma de rehenes había terminado después de dos horas sin heridos, apenas atendieron por una crisis de nervios a la pareja de jubilados, y con los dos ladrones detenidos.
Luego se sabría que la versión de que habían entrado al departamento después de hacerse pasar como el “correo” era una farsa: finalmente se conoció que uno de los ladrones no era un desconocido para el hijo de los dueños de casa. Sino alguien con quien creía mantener un vínculo y que llegó a su casa junto a un cómplice sólo para engañarlo y robarle.
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