La historia del pesebre: la humildad de Jesús que ensuciaron los reyes
La representación del nacimiento de Jesucristo tiene una historia apasionante. Cómo llegaron las figurillas a cada hogar.
El pesebre, actualmente presente en toda vivienda donde la Navidad cobra vida, tiene una historia relacionada estrechamente con la humildad de Jesús y de la religión Cristiana por extensión. La palabra pesebre, en realidad, hace referencia al lugar donde comen las vacas, ovejas y otras bestias. Pero esta identificación se perdió para dar lugar a una idea distinta.
El pesebre es la representación del nacimiento del niño Jesús. La idea de ubicar este hecho fundamental para la religión Católica surge del relato de San Lucas, quien, en su narración evangélica expresa: "Y aconteció que estando ellos allí (en Belén), se cumplieron los días de su alumbramiento. Y (María) dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón".
Así es como la llegada de Jesucristo al mundo terrenal se da en un territorio extremadamente humilde, ubicándose en la vereda opuesta de los dioses mitológicos, ataviados de elementos de oro, plata y otros lujos. La austeridad y el rechazo a la ostentación vacía son dos ideas transcendentales de la religión Católica que se han ido perdiendo con la influencia de los reyes. Un buen ejemplo del alejamiento de la idea original de la Fe Cristina se encuentra en el imponente Vaticano.
El pesebre derivó de las típicas representaciones teatrales que se comenzaron a realizar en las iglesias por los años 1000, cuando fieles y devotos se reunían en las fachadas de la Casa de Dios o en su interior e interpretaban la secuencia, la más importante de la Fe Cristiana y que la diferencia de otras creencias, como el Judaísmo, base de la religión Católica.
En 1223, San Francisco de Asís decidió llevar a cabo un pesebre viviente en un ambiente natural, lo que introdujo una cambio en el modo de representar el nacimiento del Jesús. Ya en 1525 los jesuitas habían instalado el gran pesebre de Praga. Para aquel momento, Ana de Austria creó un enorme santuario en la iglesia de Val-de-Grâce. Fue con la Revolución Francesa de 1789 que los pesebres fueron llevados a las casas, ya que las expresiones religiosas públicas estaban absolutamente prohibidas. Las primeras figuras del pesebre se hicieron con miga de pan.
A partir del siglo XIX, el escultor Jean-Louis Lagnel comenzó a propagar a idea de crear pequeñas figuras de arcilla, creadas a partir de moldes. De esta manera, comenzó la reproducción del pesebre que más se asemeja a la concepción actual, según explica el texto Herodote de Isabelle Grégor.