La historia clínica de los 14 días de "internación domiciliaria" de Maradona
Qué medicamentos tomó, cómo era su estado de ánimo, quién lo visitó. INFOVELOZ accedió a la historia clínica de sus dos semanas en la casa de Tigre de manera exclusiva.
El estado de salud de Diego Maradona durante los catorce dias de estadía en el country San Andrés, en la supuesta internación domiciliaria, fueron un verdadero misterio. Las noticias llegaron directamente el 25 de noviembre y no fueron buenas; esa jornada fue tal vez la más triste en la historia del deporte argentino.
Tal como lo adelantó de manera exclusiva INFOVELOZ con la declaración del enfermero Ricardo A., las dos semanas de Diego en esa casa de Tigre fueron demostrando el estado de depresión profunda en el que vivía y esas ganas de ya no luchar que siempre lo caracterizaron.
El enfermero notó un claro declive en la salud de Maradona a partir de los dias 16, 17 y 18 de noviembre: “lo noté totalmente distinto, estaba deprimido, no quería comer, no aceptaba visitas y estaba encerrado en su habitación”.
“Cuando el martes me tocó tomar mi guardia me comunicaron que hacía dos dias que no comía y que estaba bastante deprimido desde el domingo y que había estado mal el fin de semana incluso cuando lo fueron a visitar Veronica Ojeda y su hijo no los quiso atender”.
El 17 de noviembre, en el primer turno de los enfermeros que trabajaban para la empresa Medidom, y que estaba a cargo de Daiana M., no se le tomaron los signos vitales y asi lo refleja la planilla. Según su estado anímico, el paciente accedía o no a ese control rutinario de temperatura, presión arterial, frecuencia cardíaca y frecuencia respiratoria, algo que resultaría de vital importancia conociendo el desenlace.
Las observaciones que debían completar los enfermeros son claras: “Al tomar la guardia el paciente descansa, se moviliza dentro de su habitación”.
A las 13:30 tal como consigna en el documento “se administra la medicación por intermedio de su sobrino (NdR: medicación psiquiatrica y protector gastrico), no come (ingesta -) y va al baño (diuresis +)”.
Ese dia Maradona recibió la visita de uno de los imputados que hoy tiene la causa, el Dr. Leopoldo Luque, en ese momento amigo y neurocirujano personal del 10, a quien minutos más tarde echaría de la casa. “Por la tarde asiste Dr. Luque, el cual lo encuentra estable, el paciente de manera no cordial le solicita que se retire y acuerdo Dr. se retira”.
“No permite control de signos vitales” finaliza el documento.
Por la tarde, ya con un nuevo enfermero, Ricardo A., Diego aceptó que contralaran sus signos vitales a las 19.30 y 00.30 horas: temperatura normal, presión 13/10 y 13/9 y frecuencia cardíaca de 115 y 118 pulsaciones por minuto, la primera muestra de la taquicardia que tenía (en reposo cuando las pulsaciones van de 100 para arriba).
“Se recibe guardia con paciente lúcido ubicado en tiempo y espacio, continúa descansando en forma óptima, refiere estar sin apetito”, dicen las observaciones.
Tras darle la medicación y controlarlo, 19.30 horas, la anotación otra vez habla de la falta de apetito y la sola ingesta de agua; recien a las 00.30 toma yogurt.
El miércoles 18 de noviembre la historia se repite pero hay novedades que vienen de parte de una de las medicas bajo la lupa de justicia: “se toma la guardia y paciente descansa. Se administra medicación con nueva indicación por Dra. Cosachov A.”.
Además ocurre un episodio que conocimos por aquellos días y que deja en claro que no se le dio la importancia que merecía, la caída de Maradona: “Paciente se cae de su propia altura sin perder el conocimiento. Refiere haber golpeado lado derecho de su cuerpo. Al intentar ser ayudado por la psiquiatra y psicólogo, el paciente les solicita a los profesionales que se retiren”.
“Por la tarde se presenta Dr. Luque (neurocirujano), Dr. Di Spagna (NdR: médico clínico) y nutricionista, igual situación con anteriores profesionales les solicita que se retiren”.
Todo era observado por dos de las hijas de Diego, Jana y Gianinna, “las cuales entienden la situación” dice la enfermera.
Las tardes eran distintas en la casa del country San Andres. Diego cambiaba un poquito de humor y por lo menos dejaba que los enfermeros le tomaran los signos vitales. Ese miércoles a las 23 horas su frecuencia cardíaca seguía mostrando taquicardia ya que estaba en 122 pulsaciones por minuto, los demás signos se mantienen en similares condiciones que días anteriores.
“Se recibe guardia con paciente lúcido ubicado en tiempo y espacio, se encuentra descansando en su habitación, refiere estar sin apetito”, otra vez la misma situación.
El viernes 20 de noviembre, cuando ya habían transcurrido 9 dias del alta de la Clínica Olivos, Maradona reaccionó de la misma forma tras despertarse, no aceptó que chequearan sus signos vitales y a las 11 am tomó la batería de medicamentos recetados por la psiquiatra Cosachov.
Esa mañana lo visitó el neurocirujano como figura en las observaciones: “Dr. Luque retira los puntos” en alusión a la sutura tras la operación para quitarle el hematoma subdural del parietal izquierdo.
“Dra. Cosachov indica refuerzo de QUETIAPINA (50 mg) ya que el paciente refiere querer descansar” termina de anotar la enfermera Daiana M.
La quetiapina es un fármaco neuroléptico perteneciente al grupo de los denominados antipsicóticos atípicos, utilizado en el tratamiento de la esquizofrenia y de los episodios maníacos y depresivos severos del trastorno bipolar.
El ultimo dia en la vida de Diego Armando Maradona, el 24 de noviembre de 2020, comenzaría de la misma manera que los anteriores: “Paciente descansa, medicado. Se le lleva a la habitación desayuno. Refiere no tener apetito. Continúa descansando por la tarde”.
Diego no era el mismo, luchaba contra sus ganas internas de consumir alcohol, la otra droga, esta vez legal, que había abrazado luego de ganarle a la cocaína. Estaba caído, rendido dicen quienes lo conocían, sin ganas ya de ser Diego Maradona.
Esa tarde, la última en la que vería la puesta del sol, cerca de las 21 horas dejó que Ricardo A. lo revisara, parámetros normales más pulsaciones por arriba de las 100 por minuto, algo que al enfermero le pareció “normal” cada vez que le tocó medir. Claro, después declararía que nunca les informaron que el paciente tenía problemas cardíacos.
Otras vez se negó a ingerir sólidos, no comía, solo tomaba agua (al momento de su muerte en la habitación encontraron varias botellas de 500cc).
A las 7 de la mañana, la última anotación del profesional habla del cambio de guardia y de un paciente descansando en forma “óptima”.
Diego dormía, durmiendo se apagaría su vida, ese 25 de noviembre que seguramente quedará marcado a fuego en la memoria de los argentinos.
Cuatro horas y media después, Cosachov y Diaz intentarían reanimarlo, en vano. Ya estaba muerto.
Dejá tu comentario