La hija de Alicia Zanca: “Quiero escribir la película sobre la vida de mi mamá”
Hija de actores, Tamara Garzón Zanca aprendió desde muy chica a comunicar con la gestualidad de su cuerpo. Fue alumna de Julio Chávez, también estudió danzas y ahora cursa Crítica de Arte.
Nota extraída de la revista Gente.
Tamara es morocha, tiene flequillo rolinga y una sonrisa gigante que descubre sus clientes alineados. Creció entre camarines de teatro y pasillos de los motorhomes que trasladan a los elencos.
Detrás de bambalinas se levantaron los escenarios de fantasía de su infancia. Su último chupete lo dejó en una especie de chupetómetro (al mejor estilo Garlitos Balá) que había en los 90' en el teatro San Martín.
En ese mágico reducto se vistió de taza, de tronco y de mariposa en las obras que interpretaba -y muchas veces dirigía- su madre. "¿Muñecas? ¡Nah! Era mucho más divertido jugar en un teatro y convivir con un montón de actores re locos", dice. Es que sus primeros momentos lúdicos también fueron sus primeros papeles. "Parecía predeterminado: yo tenía que ser actriz. Recién me di cuenta de lo que se sentía la primera vez que subí a un escenario".
Así explica la conformación de su ADN Tamara Garzón Zanca (23), hija de dos actores de raza: Gustavo Garzón y Alicia Zanca. "Mis viejos se separaron seis meses después de mi nacimiento. Eran modernos... ¿Viste los actores se hacen los libres...", informa y reflexiona.
Además de la vocación, sus padres le dieron dos hermanos mayores: los mellizos Juan y Mariano (24). Ya hace dos años que puede decir que vive de su oficio, gracias al éxito de Chau, Misterix, la obra que encabeza en el teatro MI Tinglado (Mario Bravo 948) los viernes a las 23,30. Ahora, además, conduce un ciclo de tecnología en el Canal Encuentro y está rodando La guayaba, película de Maximiliano González.
El día que nos encontramos con Tamara se cumplió un mes de la partida de su madre, que ocurrió el 23 de julio. Alicia luchó contra un cáncer de colon durante un tiempo bastante prolongado. Además del dolor entendible, eso provocó cambios en su vida.
Primero abandonó el proyecto de independencia de hogar para acompañar a la actriz; y ahora se hará cargo de sus hermanos con síndrome de Down dos veces por semana; el resto de los días se quedan con Garzón, quien tuvo otro hijo, Joaquín, con su nueva pareja, Ruth Al fie.
-¿Cómo fue crecer con dos hermanos con capacidades diferentes?
-Para mí fue muy natural, porque yo nací con ellos. Fue como nacer con papás actores famosos. Es parecido. Uno nace con esa vida y se adapta. Después uno crece y cuando se hace más grande se da cuenta: "Ah, no todo el mundo tiene dos hermanos iguales discapacitados ni se crió con dos padres famosos".
-¿Sentís que esa situación te convierte en un ser más sensible, más inclusivo?
-Es la realidad, la vida, y no un pesar, al contrario. Me parece que en algún punto te debe humanizar más. Yo veo que la gente los mira a los melli como con lástima.
Pero para mí son normales, no les tengo lástima, para nada. Ellos son felices y a la larga somos todos iguales, sufrimos lo mismo. Cuando lloramos, nos abrazamos los tres y sentimos igual.
-¿Ya te hiciste cargo de ellos?
-No lo siento como una carga. Ahora nos estamos acomodando. Vamos a tener un régimen organizado y los chicos van a estar dos días conmigo.
-¿Eso va a ser así para siempre?
-Sí, pero en mi familia es todo muy relajado: no dramatizamos las situaciones. ¡Cero mambo! Hay muy buena comunicación entre todos. Pasamos cosas difíciles, como cualquier familia, pero nosotros tenemos una característica de no caer en la melancolía ni en la nostalgia. Hay gente que te dice: "¡Ay, pobre!"... Pobre vos: yo me hago cargo de mis problemas sola.
-¿Tuviste tiempo de procesar lo de tu mamá?
-No fue rápido, hubo tiempo de digerirlo. Pude hacer un duelo, mentalizarme. Lo más duro fueron los últimos meses; yo estuve ahí siempre. Me doy cuenta que hay mucha gente que está más angustiada, más shockeada, porque siente que no dio todo lo que podía.
-Vos estás tranquila...
-Sí, te juro que no hay algo que no haya hecho. Me siento limpia, tranquila. Obvio que la extraño, pero no guardo ningún sentimiento de "tendría que haber hecho esto o lo otro". Para mí es muy importante tener esa paz.
-En ese sentido no vas a gastar en el psicólogo.
-¡Igual gasto! Pero en otros temas. Debo aprender a regular esa entrega desaforada que tengo. Hay que aprender a cuidarse. Eso lo saqué de mi vieja, la incondicionalidad en el amor. Esto me demostró lo que soy capaz de dar. Es como vivir uno pero sabiendo que es capaz de dar muchísimo.
-¿Cómo era la relación entre ustedes?
-Éramos muy simbióticas y amigas, con todo lo que eso incluye. Y también chocábamos. Era inevitable: para crecer hay que chocar.
-¿En el último tiempo evitabas decirle algunas cosas?
-No. peleó con una garra tremenda, y eso me daba licencia para mandarla al diablo si era necesario. Yo siempre con mis valores y forma de pensar... No me vas a cambiar porque estés en cama... Y ella era igual: me discutía todo lo que creía que debía discutirse.
-Tu papá tiene pinta de serio. ¿Fueron muy distintos en la crianza?
-Eso es lo que le vende a la prensa, La verdad es que como padre es un dulce de leche, padrazo, aunque a veces se pasa. Mamá era más relajada: si terminaba una obra y nos íbamos a comer hasta las cinco de la mañana, estaba todo bien. En cambio, papá decía: "No, a dormir; mañana hay que ir al colegio". Para nosotros fue muy rico tener las dos cosas, fueron crianzas muy diferentes y uno creció en libertad.
-Yya sabés todo lo que depara la vida de actor.
-No existe situación que yo no conozca. Sé que podés ganar mucho dinero y en otros momentos pasarla muy mal. Podés ser súper famoso un mes y al año no te conoce nadie. Por eso, sabía a lo que me exponía.
-Llevas un doble apellido muy fuerte para encarar una gran carrera.
-Si llamo a un productor, seguramente me va a atender el teléfono, porque soy la hija de mis papas. Pero después, si no le gusta cómo actúo, no me va a convocar.
Ahora tengo ganas de escribir la película de mi mamá; quiero que participen todos los que estuvieron ahí, y que mi papá la dirija.
Tamara es morocha, tiene flequillo rolinga y una sonrisa gigante que descubre sus clientes alineados. Creció entre camarines de teatro y pasillos de los motorhomes que trasladan a los elencos.
Detrás de bambalinas se levantaron los escenarios de fantasía de su infancia. Su último chupete lo dejó en una especie de chupetómetro (al mejor estilo Garlitos Balá) que había en los 90' en el teatro San Martín.
En ese mágico reducto se vistió de taza, de tronco y de mariposa en las obras que interpretaba -y muchas veces dirigía- su madre. "¿Muñecas? ¡Nah! Era mucho más divertido jugar en un teatro y convivir con un montón de actores re locos", dice. Es que sus primeros momentos lúdicos también fueron sus primeros papeles. "Parecía predeterminado: yo tenía que ser actriz. Recién me di cuenta de lo que se sentía la primera vez que subí a un escenario".
Así explica la conformación de su ADN Tamara Garzón Zanca (23), hija de dos actores de raza: Gustavo Garzón y Alicia Zanca. "Mis viejos se separaron seis meses después de mi nacimiento. Eran modernos... ¿Viste los actores se hacen los libres...", informa y reflexiona.
Además de la vocación, sus padres le dieron dos hermanos mayores: los mellizos Juan y Mariano (24). Ya hace dos años que puede decir que vive de su oficio, gracias al éxito de Chau, Misterix, la obra que encabeza en el teatro MI Tinglado (Mario Bravo 948) los viernes a las 23,30. Ahora, además, conduce un ciclo de tecnología en el Canal Encuentro y está rodando La guayaba, película de Maximiliano González.
El día que nos encontramos con Tamara se cumplió un mes de la partida de su madre, que ocurrió el 23 de julio. Alicia luchó contra un cáncer de colon durante un tiempo bastante prolongado. Además del dolor entendible, eso provocó cambios en su vida.
Primero abandonó el proyecto de independencia de hogar para acompañar a la actriz; y ahora se hará cargo de sus hermanos con síndrome de Down dos veces por semana; el resto de los días se quedan con Garzón, quien tuvo otro hijo, Joaquín, con su nueva pareja, Ruth Al fie.
-¿Cómo fue crecer con dos hermanos con capacidades diferentes?
-Para mí fue muy natural, porque yo nací con ellos. Fue como nacer con papás actores famosos. Es parecido. Uno nace con esa vida y se adapta. Después uno crece y cuando se hace más grande se da cuenta: "Ah, no todo el mundo tiene dos hermanos iguales discapacitados ni se crió con dos padres famosos".
-¿Sentís que esa situación te convierte en un ser más sensible, más inclusivo?
-Es la realidad, la vida, y no un pesar, al contrario. Me parece que en algún punto te debe humanizar más. Yo veo que la gente los mira a los melli como con lástima.
Pero para mí son normales, no les tengo lástima, para nada. Ellos son felices y a la larga somos todos iguales, sufrimos lo mismo. Cuando lloramos, nos abrazamos los tres y sentimos igual.
-¿Ya te hiciste cargo de ellos?
-No lo siento como una carga. Ahora nos estamos acomodando. Vamos a tener un régimen organizado y los chicos van a estar dos días conmigo.
-¿Eso va a ser así para siempre?
-Sí, pero en mi familia es todo muy relajado: no dramatizamos las situaciones. ¡Cero mambo! Hay muy buena comunicación entre todos. Pasamos cosas difíciles, como cualquier familia, pero nosotros tenemos una característica de no caer en la melancolía ni en la nostalgia. Hay gente que te dice: "¡Ay, pobre!"... Pobre vos: yo me hago cargo de mis problemas sola.
-¿Tuviste tiempo de procesar lo de tu mamá?
-No fue rápido, hubo tiempo de digerirlo. Pude hacer un duelo, mentalizarme. Lo más duro fueron los últimos meses; yo estuve ahí siempre. Me doy cuenta que hay mucha gente que está más angustiada, más shockeada, porque siente que no dio todo lo que podía.
-Vos estás tranquila...
-Sí, te juro que no hay algo que no haya hecho. Me siento limpia, tranquila. Obvio que la extraño, pero no guardo ningún sentimiento de "tendría que haber hecho esto o lo otro". Para mí es muy importante tener esa paz.
-En ese sentido no vas a gastar en el psicólogo.
-¡Igual gasto! Pero en otros temas. Debo aprender a regular esa entrega desaforada que tengo. Hay que aprender a cuidarse. Eso lo saqué de mi vieja, la incondicionalidad en el amor. Esto me demostró lo que soy capaz de dar. Es como vivir uno pero sabiendo que es capaz de dar muchísimo.
-¿Cómo era la relación entre ustedes?
-Éramos muy simbióticas y amigas, con todo lo que eso incluye. Y también chocábamos. Era inevitable: para crecer hay que chocar.
-¿En el último tiempo evitabas decirle algunas cosas?
-No. peleó con una garra tremenda, y eso me daba licencia para mandarla al diablo si era necesario. Yo siempre con mis valores y forma de pensar... No me vas a cambiar porque estés en cama... Y ella era igual: me discutía todo lo que creía que debía discutirse.
-Tu papá tiene pinta de serio. ¿Fueron muy distintos en la crianza?
-Eso es lo que le vende a la prensa, La verdad es que como padre es un dulce de leche, padrazo, aunque a veces se pasa. Mamá era más relajada: si terminaba una obra y nos íbamos a comer hasta las cinco de la mañana, estaba todo bien. En cambio, papá decía: "No, a dormir; mañana hay que ir al colegio". Para nosotros fue muy rico tener las dos cosas, fueron crianzas muy diferentes y uno creció en libertad.
-Yya sabés todo lo que depara la vida de actor.
-No existe situación que yo no conozca. Sé que podés ganar mucho dinero y en otros momentos pasarla muy mal. Podés ser súper famoso un mes y al año no te conoce nadie. Por eso, sabía a lo que me exponía.
-Llevas un doble apellido muy fuerte para encarar una gran carrera.
-Si llamo a un productor, seguramente me va a atender el teléfono, porque soy la hija de mis papas. Pero después, si no le gusta cómo actúo, no me va a convocar.
Ahora tengo ganas de escribir la película de mi mamá; quiero que participen todos los que estuvieron ahí, y que mi papá la dirija.