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La gran encuesta nacional

La política argentina consumará el domingo próximo otro de los grandes inventos nativos, esta vez para una elección presidencial: las internas sin internas.

Como con el dulce de leche y la birome, el gobierno y la oposición crearon un sistema electoral sin antecedentes en el mundo, al menos respecto a lo que sucederá el 14 de agosto, cuando habrá millones de ciudadanos concurriendo a votar por candidatos que seguirán siéndolo al menos hasta el 23 de octubre.

Sí servirán las elecciones para convertirse en un fantástico simulacro electoral que, lisa y llanamente, devorará a un tótem cada vez más dudoso: las encuestas y los encuestadores. Se sabrá el 15 a la madrugada si el gobierno nacional marcha con las velas izadas camino a la reelección, como lo propagan sus usinas mediáticas, o si desde la oposición se levanta alguien en condiciones de modificar la nadería en que se convirtió ese vector desde las elecciones legislativas de 2009.

Antecedentes. El canto de sirena oficialista en relación al paseo de niños en el que parecía haberse convertido la parada electoral entró en stand by desde el mismo momento en que Mauricio Macri le propinó la primera de los dos palizas electorales al kirchnerismo, y tras el estrepitoso fracaso que cosecharon sus candidatos en la provincia de Santa Fe.

En el gobierno nacional consideran que hubo sufragios a Macri y a Miguel Del Sel que en las próximas elecciones cambiarán de carril para recalar en la vereda de la Casa Rosada, desvinculando absolutamente un voto antikirchnerista en las sinuosidades territoriales y haciendo eje en las bondades de la economía. En la oposición, creen que lo sucedido en Capital Federal y Santa Fe (sumado a lo que acontezca hoy en Córdoba) es el principio del fin del kirchnerismo.

Para conocer de primera mano qué teoría es la que prevalece en la realidad servirán las internas abiertas del domingo, aunque parezcan demasiado espectaculares (y costosas) como para que se conviertan, apenas, en una encuesta.

El oficialismo nacional se abraza a un número que eche por tierra cualquier especulación posterior: el 40 por ciento. Si Cristina Fernández de Kirchner obtiene esa fracción buena parte de la historia habrá quedado escrita de cara a las generales de octubre y desaparecerá del horizonte la chance de un ballottage.

Final anticipada. Para la oposición, los comicios operarán como una suerte de final anticipada atento a las circunstancias: se definirá entre Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde, Hermes Binner y Elisa Carrió quién de los adversarios al kirchnerismo tendrá un papel central para convertirse en alternativa. Hoy por hoy, nada parece demasiado claro, ni siquiera la superabundancia de spots televisivos que, en todo caso, constituye un aporte más a la confusión e impide ver alguna orquídea mediática entre la hojarasca.

La figura de Duhalde adquirió mayor visibilidad tras el triunfo de Macri y el segundo puesto de Del Sel, algo que terminaría por convertirse en tríada si José Manuel de la Sota se convierte hoy en gobernador electo de Córdoba. El ex presidente acordó una alianza política con el PRO que le sirve al bonaerense para oxigenar un poco su núcleo de pertenencia y al partido de Macri para colar algunos diputados en las provincias. Curiosamente (o no tanto) Del Sel operó en la visita de Duhalde a la provincia de Santa Fe como una especie de maestro de ceremonia del desembarco.

Alfonsín necesita más que nunca optimizar al máximo su acuerdo con Francisco De Narváez para que la provincia de Buenos Aires le permita posicionarse como el opositor más votado. En ese distrito se acumula casi el 40 por ciento del total de los votantes y ningún candidato puede aspirar a triunfar en las elecciones sin un soporte electoral acorde a la magnitud de esa proporción.

Binner corre una carrera contra el tiempo de instalación que demandó su postulación. Es el menos conocido de los referentes opositores con alguna chance de disputar terreno con el kirchnerismo y uno de los que menos estructura tiene fuera de la provincia de Santa Fe y Córdoba. Para el socialista, será clave de cara al futuro inmediato la performance de Luis Juez. De ganar hoy, Binner tendrá todas las cámaras nacionales para promocionar su candidatura a siete días de los comicios. Si se diera, dispondrá el gobernador de una bala de plata que no deberá desaprovechar.

El voto de Lilita. Carrió jugará su suerte como la referencia más opositora de todas las que se presentan, alejándose de cualquier aparato nacional o provincial que traccionan otras postulaciones. Lilita, Alfonsín, Binner y Alcira Argumedo disputan el voto en un mismo mercado electoral, algo que debería depurarse más cerca de octubre con los resultados de las primarias en la mano.

Los decibeles del gobierno bajaron con las derrotas provinciales, y un extraño clima de enrarecimiento se vive adentro de las filas peronistas que vieron caer sus históricas influencias en manos de La Cámpora, a priori una eficaz agencia de colocaciones que logrará incorporar una notable cantidad de diputados nacionales de la mano de Cristina. ¿Jugarán a todo o nada los intendentes y barones del conurbano peronista en favor del Frente para la Victoria el domingo próximo o limitarán su poder de fuego recotizando las acciones para octubre?

Como otras veces, Daniel Scioli aparece como figura clave a la hora de la tracción. Pese a haber quedado limitado en sus movimientos con la designación de Gabriel Mariotto como candidato a vicegobernador, el mandatario bonaerense sigue siendo una de las columnas estructurales del kirchnerismo. Una lealtad a prueba de amianto.

Con muchas dudas superiores a las certezas, el 14 de agosto asoma más como una gran encuesta nacional, un simulacro electoral, que como una farragosa confrontación entre partidos o frentes políticos.