La gesta de Tucumán y los ejemplos que deja para para todas las generaciones
La conmemoración de ayer del Día de la Independencia, precedida el viernes por los siempre emotivos actos escolares, resultó -como todos los años- propicia para conmemorar aquella gesta de 1816.
Protagonizada por una sociedad que carecía de recursos suficientes, que no disponía de ejércitos poderosos ni de un desarrollo económico ponderable, que convivía con un territorio enorme e indócil y que llevaba sobre sí el peso de cuatro siglos de dominación colonial española.
Sin embargo, era la misma sociedad que pocos años antes, en mayo de 1810, había decidido cortar amarras con España, nutrido su entusiasmo con el heroísmo de los criollos para defender a su tierra en las dos poderosas invasiones inglesas que había sufrido el Virreynato. Y que, sobre todo, contaba con el impulso filosófico de los escritos fundacionales de Mariano Moreno y Manuel Belgrano, con el patriotismo de Castelli, Saavedra y otros patricios, y poco después con el despliegue creativo y libertador de San Martín, que, además, ejerció persistentes influencias sobre los congresales de Tucumán para que declararan la independencia.
El término independencia significaba, en esos nacientes y duros años de la Patria, no sólo romper cadenas con quien la dominaba. Implicaba también que cada uno de los actores de aquella ruptura tuvieran entereza, firmeza de carácter y un profundo y desinteresado amor por el bien común. Y esos fueron los principales rasgos que exhibieron hombres de la talla de San Martín, Belgrano, Pueyrredón, Güemes y Laprida que durante meses exhortaron y unieron a todos los gobernadores, caudillos y hombres públicos de la naciente Argentina para que el país se diera a sí mismo la autonomía que necesitaba.
Sobre ese modelo ciertamente ejemplar, sobre ese espejo, es que las sucesivas generaciones debieron inspirarse. En cada año que transcurre, la conmemoración del Día de la Independencia resulta también especialmente propicia para comparar, desde entonces, aquella gesta de 1816 con las distintas situaciones políticas, económicas y sociales que atraviesa la Nación y la exigencia diversa que, cada hora histórica, le plantea a cada generación.
Es evidente que en las últimas décadas la vida institucional se ha complejizando y que las sociedades esgrimen demandas tan novedosas como acuciantes. También aparecen, como desafíos aún irresueltos, realidades diversas y en apariencia abstractas -como, por caso, el que plantea el gasto público que a veces asfixia a la República- en situaciones que exigen cada vez más un comportamiento de las dirigencias acorde a la magnitud del problema.
En las jornadas que corren hoy, tan gravitantes desde el punto de vista electoral pues se eligen autoridades en todas las jurisdicciones, tanto los dirigentes como los distintos sectores del país, la suma de sus habitantes, se ven obligados a enfrentar con absoluta responsabilidad el desafío de encontrar los mejores caminos de salida hacia un futuro mejor. Es seguro que el ejemplo de quienes se juntaron en Tucumán un 9 de Julio de 1816 para declarar la Independencia sirve para mostrar el sendero.