La ganancia de estudiar
*Por Martín Tetaz. Son las 5 de la tarde en una escuela rural de Madagascar. En medio de una reunión, las maestras les informan a los estudiantes de cuarto grado y a sus padres la distribución de empleos por nivel educativo y los salarios medios de un típico trabajador de 25 años de edad, según que éste haya completado diferentes niveles de estudios.
*Por Martín Tetaz. Son las 5 de la tarde en una escuela rural de Madagascar. En medio de una reunión, las maestras les informan a los estudiantes de cuarto grado y a sus padres la distribución de empleos por nivel educativo y los salarios medios de un típico trabajador de 25 años de edad, según que éste haya completado diferentes niveles de estudios. Al mismo tiempo, en otros colegios elegidos al azar y como parte de un experimento diseñado por Trang Nguyen, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), los maestros están teniendo reuniones en las que discuten con los padres temas triviales relacionados con la escuela, produciendo un grupo control al que no se le brinda información sobre los retornos económicos de la educación. De manera notable, la sola información mejora los resultados académicos de un amplio conjunto de alumnos que antes del experimento subestimaban los beneficios monetarios de la educación, e incrementa sustancialmente las probabilidades de que esos alumnos terminen la escuela.
El profesor Robert Jensen, de la Universidad de Brown, repitió el experimento en estudiantes de República Dominicana. Philip Oreopoulos, de la Universidad de Toronto, también lo hizo con Los canadienses. Una y otra vez el mismo resultado: darles información a los alumnos sobre las ventajas económicas de estudiar mejora los rendimientos y disminuye las tasas de abandono.
Obviamente, tal y como lo demostraran Dieguez, Llach y Petrecola hace ya 21 años, los productos del proceso educativo no se reducen a las mejores posibilidades que una persona tiene en el mercado laboral, sino que existen muchos beneficios difíciles de cuantificar monetariamente (capital social, autosatisfacción, etc.) que son incorporados en mayor o menor medida por los estudiantes, como así también muchas externalidades del proceso educativo, en el sentido de beneficios que trascienden a la propia persona y derraman en la sociedad.
EN LA PLATA
En nuestro país, y en nuestra ciudad en particular, la gran mayoría de los potenciales estudiantes no tienen la menor idea de cuánto es el beneficio económico de estudiar en la Universidad y muchos piensan que por los problemas del mercado laboral los títulos están devaluados. Por suerte el INDEC efectúa una encuesta permanente de hogares (EPH) a partir de la cual podemos investigar cuáles son las mejoras salariales que se pueden obtener gracias a la educación y compararlas con las que se lograban en épocas anteriores.
El primer resultado interesante que surge del análisis econométrico de la EPH correspondiente al cuarto trimestre del 2010, es que en el Aglomerado Gran La Plata (La Plata, Berisso y Ensenada), los hombres ganan un 25% más que las mujeres, incluso controlando por nivel educativo y edad (cada año de edad incrementa los salarios un 7%).
El segundo resultado interesante, aunque estadísticamente débil, es que cada año de escolarización secundaria incrementa los salarios en un 5,8%. No obstante y con mucha significatividad estadística, la finalización del nivel secundario reporta un premio de casi el 19%, por lo que resulta una pésima inversión (para la persona y para el Estado) el abandono escolar. Sumando ambos resultados, un trabajador con secundario completo gana un 41,8% más que alguien que sólo completó la escuela primaria.
En los niveles superiores la rentabilidad de los estudios también es alta.
Para los estudiantes del terciario no suma absolutamente nada el haber concurrido sin finalizar, pero aquellos que se alzan con el título obtienen un 22,5% más en el mercado laboral comparado con quienes terminaron la secundaria y no siguieron estudiando más, lo cual nos invita a cuestionar si efectivamente el sistema de educación superior no universitario incrementa la productividad de los estudiantes o tan solo sirve como un mecanismo de selección (costoso por cierto) que apenas sirve para elegir quiénes acceden a los puestos de docencia de los sistemas de educación básica.
Para la Universidad, que es el dato que particularmente me interesa en esta nota, cada año de avance en los estudios incrementa los salarios un 8,3% en el mercado laboral, mientras que el último año, con la obtención del título, representa un aumento del 10,3%, de suerte tal que un graduado universitario obtiene, siempre en promedio, un salario 43,7% más alto, en comparación con quienes sólo tienen estudios secundarios.
Comparando con la EPH de 1986 (hace 25 años), surge un tercer resultado notable; en ese entonces un estudiante con secundario completo ganaba un 38,1% más que alguien que sólo había culminado la primaria, mientras que el terciario y la universidad agregaban un 22,4% y un 42,8% más respectivamente, lo que nos permite descartar completamente la hipótesis de que los títulos se han devaluado.
Sumemos a eso el hecho de que un universitario tiene un 38% menos de probabilidad de terminar trabajando en un empleo informal (en negro), transmitámoselo a los estudiantes secundarios y preparemos la universidad para recibir muchos más ingresantes en los años por venir.
(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS)