La fortuna presidencial
*Por Aleardo Laría. Según las acepciones del Diccionario de la Real Academia se puede ser afortunado de muchas maneras. En política, porque se recibe una gran cantidad de votos y en materia de bienes, cuando se incrementa el patrimonio personal de modo inusual.
Ambas acepciones pueden ser usadas para describir la indudable fortuna de la presidenta Cristina Fernández, que no sólo ha recibido un enorme caudal de votos en las primarias sino que también ha visto que su patrimonio particular experimentaba un envidiable salto.
Los medios de prensa se han hecho eco del incremento del 27% del patrimonio personal de CFK que en el 2010 ascendió a 70.494.085 pesos, según la declaración que se envió al sistema informático de la Oficina Anticorrupción. El patrimonio presidencial, que en el 2009 era de 55.537.290 pesos, creció principalmente debido a los depósitos a plazo fijo, que aumentaron 11.532.607 pesos, y las acciones de las tres sociedades dueñas de los hoteles que los Kirchner tienen en la Patagonia, que valen hoy 3.527.322 pesos más que en el 2009.
Incrementos patrimoniales de esta magnitud llaman la atención, pero no pueden escandalizar a nadie, dado que son legales en el marco de nuestro sistema capitalista. Sin embargo, lo realmente escandaloso es el hecho de que se pueda obtener un incremento patrimonial de semejante magnitud sin pagar un solo peso de impuestos. No hemos tenido acceso a la declaración impositiva de la presidenta, pero es fácil deducir que esos incrementos patrimoniales no han dado lugar a tributación alguna puesto que en la Argentina, tanto la renta financiera como las plusvalías derivadas del incremento del valor de las acciones, son rentas exentas según nuestro sistema tributario.
Esta anomalía del sistema tributario argentino permite que se verifique la siguiente paradoja: un humilde trabajador que compra un kilo de azúcar para alimentar a su familia, paga el 21% de IVA sobre la compra efectuada y así sucesivamente sobre cada uno de los bienes que adquiere. Como destina la mayor parte de sus ingresos a la alimentación y vestimenta, de modo indirecto, está siendo gravado con un impuesto de esa magnitud, aunque sus ingresos reales estén por debajo del mínimo no imponible de ganancias. En cambio, la presidenta y las personas afortunadas como ella pueden recibir rentas financieras y plusvalías por importe de más de 15 millones de pesos al año sin tener que entregar ningún peso al Estado.
El ex secretario de Cultura de la Nación, José Nun, acaba de descubrir, ahora que ha dejado la función pública, que "el gran problema de la Argentina no son los pobres sino los ricos". (¿Y si el problema son los ricos?, "La Nación", 8/9/11). Nun hace referencia así al "número muy considerable de ricos que (en la Argentina) eluden y evaden impuestos, que son partícipes necesarios de abundantes casos de corrupción y que encabezan una monumental fuga de capitales del mercado doméstico (unos 70.000 millones de dólares en los últimos cinco años, según estimó Roberto Lavagna)".
Añade Nun que hace treinta años nuestro sistema impositivo era razonablemente progresivo, pero desde entonces se instaló otro claramente regresivo que es el que nos rige actualmente y que este gobierno no ha tenido voluntad de cambiar. En el Impuesto a las Ganancias, el 70% de lo que se recauda lo pagan las sociedades y sólo el 30% corresponde a las personas físicas. Se estima en un 50% la evasión en ganancias, lo que explica que la media de la recaudación por este impuesto en los países desarrollados, calculado en porcentaje sobre el PBI, triplique la recaudación que se obtiene en la Argentina.
El ex secretario de Cultura de CFK se hace eco también de la conocida carta del multimillonario Warren Buffett, en la que pide al gobierno norteamericano que "deje de mimar a los ricos con exenciones fiscales". Buffet añadía en su carta que, gracias a las exenciones fiscales a los ricos, la tasa real que había abonado sobre sus inmensos ingresos de cientos de millones de dólares era sólo del 17%, mientras que sus empleados pagaban a Hacienda estadounidense tasas superiores al 25%. Alguien debería informarle que si traslada su fortuna a la Argentina, la tasa real todavía puede ser menor o inclusive cercana a cero.
Esta clarividencia de algunos ricos, que reclaman ahora, frente a los riesgos de la crisis, la recomposición del sistema fiscal para hacerlo más equitativo, no ha llegado aún a nuestro país. Aquí los pobres siguen cantando con fervor y entusiasmo la famosa marcha que convoca a "combatir el capital", mientras que el capital, por lo que hemos señalado, goza de perfecta salud. En un país donde se consigue semejante milagro, ¿cómo no reventar luego las urnas con votos?