La flexibilización de la actividad debe incluir a todos: a los grandes y pequeños
La actividad económica tiene muchos actores, grandes y pequeños. La producción y comercialización de bienes y servicios ha sufrido un parate inédito como consecuencia de la cuarentena.
La falta de respuesta suele causar indignación. Este sentimiento es el que comparten miles de pequeños comerciantes que ven cómo los hipermercados venden productos que ellos también podrían ofrecer y, además, con una gran asimetría: mientras sus persianas siguen cerradas, los hipermercados tienen largas filas, donde la gente espera para comprar ya no solo alimentos sino otros productos como juguetes, artículos de bazar, librería y mercería, indumentaria, electrodomésticos e incluso libros, cosas que no pueden conseguir en su barrio porque los negocios de cercanía no están abiertos.
La actividad económica tiene muchos actores, grandes y pequeños. La producción y comercialización de bienes y servicios ha sufrido un parate inédito como consecuencia de la cuarentena. Reconociendo la prioridad indiscutible de la vida y la salud, la realidad nos impone la búsqueda de un equilibrio que permita una prudente pero necesaria flexibilización de la actividad. Cada medida tiene otra reacción que ocurre detrás. Por eso es fundamental analizar cada caso particular sabiendo que una cadena es tan resistente como el eslabón más débil.
Hace ya más de quince días, pedimos a la Provincia los permisos necesarios para que los pequeños comerciantes puedan abrir sus puertas. Ellos, además de actores dinámicos de la actividad en los barrios, son nuestros mejores aliados porque saben cómo cuidarse y cuidar a sus clientes, aplicando los protocolos sanitarios correspondientes.
No existen causas de orden epidemiológico que justifiquen un trato desigual: no hay mayor probabilidad de contagio en un pequeño comercio que en uno de gran superficie. La alternativa, entonces, no es unos u otros: la solución es con todos y en actividad, el grande y el pequeño. Un doble estándar es injusto y suma angustia e impotencia al difícil contexto que atravesamos.
La situación económica global no va a cambiar porque un negocio de barrio venda un par de zapatillas o una camisa o un par de medias. Lo que sí va a cambiar es la realidad concreta de ese pequeño comerciante y su familia, al sentir que con su actividad está aportando un granito de arena para salir adelante y que le dan la misma oportunidad que "al pez más grande". Eso, además de justicia, también es solidaridad.
Necesitamos corregir los desequilibrios con urgencia y escuchar el pedido que, en la voz de sus intendentes, están haciendo los comerciantes de rubros no esenciales. El diálogo ayuda; pero la dilación inquieta. En cada barrio, en cada rincón de la Provincia, miles de comerciantes están esperando una respuesta que los saque de la indignación, pero que también les permita hacer lo que mejor saben hacer: trabajar y no darse por vencidos.
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