La felicidad, entendida como política nacional
*Por Peter Singer. El pequeño reino de Bután, en el Himalaya, es conocido por unas tasas elevadas para la obtención de visados, que reducen la afluencia de turistas, y su política de fomento de la "felicidad nacional bruta", en lugar del crecimiento económico.
(*) Profesor de bioética, universidad de Princeton,
Las dos están relacionadas: más turistas podrían impulsar la economía, pero dañarían el medio ambiente y la cultura del país, por lo que a la larga reducirían su felicidad.
Cuando me enteré del objetivo de Bután de aumentar al máximo la felicidad de su pueblo, no sabía si significaría de verdad algo en la práctica o si era otro lema político. El mes pasado, cuando estuve en su capital, Timbu, para intervenir en una conferencia sobre "el desarrollo económico y la felicidad", organizada por el primer ministro Jigme Y. Thinley, me enteré de que es mucho más que un lema.
Nunca había estado yo en una conferencia que un gobierno nacional se tomara tan en serio.
Esperaba que Thinley la inaugurara y después regresase a su despacho. En cambio, su discurso fue un meditado examen de las cuestiones fundamentales que entraña la promoción de la felicidad como política nacional.
Después permaneció en la conferencia durante los dos días y medio que duró e hizo contribuciones pertinentes a nuestros debates. En la mayoría de las sesiones, varios ministros del Gobierno estuvieron también presentes.
Una cuestión importante es si consideramos que la felicidad es el excedente de placer respecto del dolor experimentado en toda una vida o el grado de satisfacción con nuestra vida.
Con el primer criterio se intenta sumar el número de momentos positivos que tienen las personas y después restar los negativos. Si el resultado es sustancialmente positivo, consideramos feliz la vida de la persona; si es negativo, la consideramos desdichada.
Un segundo planteamiento es el de preguntar: "¿Está usted satisfecho de cómo ha sido su vida hasta ahora?" Si dicen que están satisfechos o muy satisfechos, son felices, pero la cuestión de cuál de esas formas de entender la felicidad refleja mejor lo que debemos promover plantea cuestiones de valor.
¿Podemos aprender a calibrar la felicidad? Bután tiene una Comisión de la Felicidad Nacional Bruta, presidida por el Primer Ministro, que examina las propuestas presentadas por los ministerios del Gobierno. Si se llega a la conclusión de que una política es contraria a promover la felicidad nacional bruta, se la devuelve al ministerio para que la revise. Sin la aprobación de la Comisión, no puede seguir adelante.
Una ley polémica que sí siguió adelante recientemente – y que indica lo dispuesto que está el Gobierno a adoptar medidas severas que aumentarán, a su juicio, la felicidad general – fue la prohibición de la venta de tabaco . Los butaneses pueden introducir en el país pequeñas cantidades de cigarrillos de tabaco desde la India para su propio consumo, pero no para revenderlo y, siempre que fumen en público, deben llevar consigo el recibo del impuesto de importación.
Estos debates forman parte de un movimiento internacional en aumento encaminado a reorientar las políticas gubernamentales hacia el bienestar y la felicidad . Debemos desearle éxito.