La "farmacia shopping" no es saludable
Por Ricardo Aizcorbe* El paciente que entra a la farmacia buscando un medicamento no es un consumidor . No elige estar o no enfermo, tener o no una dolencia y, por lo tanto, tampoco elige libremente comprar o no un medicamento, como podría hacerlo con un calzado o cualquier otro producto.
Por lo tanto, en ese lugar debe estar el profesional farmacéutico para controlar si esa necesidad que plantea el paciente es tal, si ha habido indicación médica o si requiere una consulta; si el problema se puede solucionar con un medicamento de venta libre y en ese caso, dar las indicaciones pertinentes.
El hecho de que los medicamentos sean exhibidos en góndolas como golosinas deshumaniza a la persona y la convierte en un simple comprador , además de exponerla a los riesgos que hemos advertido en múltiples oportunidades sobre la compra de medicamentos en cualquier lugar y la automedicación.
Lo cierto es que una "farmacia shopping" no es una farmacia profesional, es un negocio al que tal vez incluso lo que menos le interese como producto sean los medicamentos. Basta sino con ver la disposición de los locales, donde el mostrador está escondido en el fondo, detrás de largas estanterías con productos alimenticios, accesorios, regalos, productos electrónicos, servicio de revelado de fotos, de pago de cuentas, cosméticos, entre otros, y donde quienes dispensan no tienen la más mínima voluntad de aconsejar, sin entrar en el terreno de poner en duda su preparación.
A partir de largas décadas de vacío legal, la sociedad se vio sometida a un bombardeo publicitario que instaló en el inconsciente colectivo que el medicamento ha pasado a ser algo cotidiano. Y así se llenan las guardias día a día de pacientes que presentan intoxicaciones, interacciones, efectos adversos ... daños gravísimos en el organismo que luego repercuten también en las finanzas del sistema de salud (por internaciones, intervenciones, nuevas consultas y medicación, etc).
Todo esto podría solucionarse simplemente si el paciente ejerciera su derecho de consultar al profesional especialista en medicamentos y quien tiene la responsabilidad de custodiar su seguridad, controlar, dispensarlos y aconsejar.
Alguien que tiene muchos más años de preparación universitaria en Farmacología, Farmacocinética, Farmacodinamia y Fisiopatología, que un kiosquero o una góndola.
Es por eso que, siendo los medicamentos un bien social y no un bien de consumo como un par de zapatillas; constituyendo preparados complejos con principios activos, que pueden producir en el organismo interacciones y efectos adversos, es que los legisladores, para proteger a la población, sancionaron en el año 2009 la Ley Nacional 26567 , una norma cuya aplicación parece poner nerviosos a algunos empresarios, que continúan haciéndose los distraídos.
Las instituciones farmacéuticas advertimos que el objetivo de quienes dictaron esta ley ejemplar para la salud pública aún no pudo cumplirse por todos los intereses creados que existen alrededor de la figura del medicamento como producto de consumo, que impiden la aplicación de la norma en algunos lugares, entre ellos la ciudad de Buenos Aires y en muchas provincias donde el modelo de "farmacia shopping" ha ahogado a la farmacia profesional.