La falsificación de la democracia
* Federico Pinedo.Los parlamentos nacieron para moderar los poderes absolutos de los reyes. La democracia moderna es el producto de la aparición de los parlamentos o congresos. Creo que no se engaña a nadie cambiando los nombres, llamando presidente a lo que antes se llamaba rey.
Los parlamentos nacieron para moderar los poderes absolutos de los reyes. La democracia moderna es el producto de la aparición de los parlamentos o congresos. Creo que no se engaña a nadie cambiando los nombres, llamando presidente a lo que antes se llamaba rey. Nadie aceptaría que le roben la democracia con ese deplorable truco, como lo hicieron los tiranos fascistas del siglo XX, porque ya hubo suficiente experiencia que demuestra que hoy te roban la democracia formal, mañana la libertad y pasado la seguridad personal tuya y la de tus hijos. En los años 1200 los ingleses obligaron a su rey a conseguir el voto del Parlamento para poner impuestos y en los 1600 lo mismo para decidir en qué se gastaba la plata del pueblo. Poco después los teóricos Locke, Montesquieu y los autores del libro. El Federalista en Estados Unidos, diseñaron el sistema político republicano, de división de poderes, que es lo que se conoce hoy día como democracia.
Sin embargo, en la Argentina K los gobiernos han llevado las cosas muchos casilleros para atrás, hasta los 1600: el Congreso no puede aprobar en qué se gasta el dinero del pueblo. Los K han falsificado los contenidos republicanos de la Constitución y con superpoderes y decretos de necesidad y urgencia (leyes por decreto), deciden en qué se gasta todo lo que se recauda de impuestos.
Por suerte han parado de poner nuevos impuestos por decreto, como las retenciones, porque en la Cámara de Diputados no les renovamos esas facultades que se habían auto otorgado gobiernos militares.
La última muestra de esta barbaridad fueron tres decretos de la presidenta, que en su campaña dijo que venía a mejorar la calidad institucional: por uno de ellos gastó más de 30 mil millones de pesos a sola firma; por otro, más de 10 mil y por un tercero prorrogó el presupuesto de 2010, que en realidad no presupuestaba nada porque, como ya vimos, la presidenta podía cambiarlo a voluntad.
En este último decreto, además, la presidenta se autorizó a sí misma a gastar 7500 millones de dólares de reservas del Banco Central para pagar deuda.
La Justicia Federal había impedido esto el año pasado, pero ella insistió emitiendo nuevos decretos para desbaratar la suspensión judicial de los viejos. Así, la presidenta logró un récord de mala calidad institucional: entre decretos y superpoderes gastó sin aprobación parlamentaria el 24% de lo que estaba presupuestado, un cuarto del gasto total.
El costo para los ciudadanos de a pie es muy alto. El Banco Central recompra las reservas que entrega al Ejecutivo, emitiendo billetes que aumentan la inflación. Así, los más pobres pagan con la desvalorización de sus salarios la deuda externa. Un ejemplo de neoprogresismo. Pero el gobierno está tranquilo porque le sigue cambiando el nombre a las cosas: a esa emisión monetaria la denomina superávit fiscal y quedamos todos contentos, menos la señora que paga los bonos con el aumento de los precios en el supermercado.
Sin embargo, en la Argentina K los gobiernos han llevado las cosas muchos casilleros para atrás, hasta los 1600: el Congreso no puede aprobar en qué se gasta el dinero del pueblo. Los K han falsificado los contenidos republicanos de la Constitución y con superpoderes y decretos de necesidad y urgencia (leyes por decreto), deciden en qué se gasta todo lo que se recauda de impuestos.
Por suerte han parado de poner nuevos impuestos por decreto, como las retenciones, porque en la Cámara de Diputados no les renovamos esas facultades que se habían auto otorgado gobiernos militares.
La última muestra de esta barbaridad fueron tres decretos de la presidenta, que en su campaña dijo que venía a mejorar la calidad institucional: por uno de ellos gastó más de 30 mil millones de pesos a sola firma; por otro, más de 10 mil y por un tercero prorrogó el presupuesto de 2010, que en realidad no presupuestaba nada porque, como ya vimos, la presidenta podía cambiarlo a voluntad.
En este último decreto, además, la presidenta se autorizó a sí misma a gastar 7500 millones de dólares de reservas del Banco Central para pagar deuda.
La Justicia Federal había impedido esto el año pasado, pero ella insistió emitiendo nuevos decretos para desbaratar la suspensión judicial de los viejos. Así, la presidenta logró un récord de mala calidad institucional: entre decretos y superpoderes gastó sin aprobación parlamentaria el 24% de lo que estaba presupuestado, un cuarto del gasto total.
El costo para los ciudadanos de a pie es muy alto. El Banco Central recompra las reservas que entrega al Ejecutivo, emitiendo billetes que aumentan la inflación. Así, los más pobres pagan con la desvalorización de sus salarios la deuda externa. Un ejemplo de neoprogresismo. Pero el gobierno está tranquilo porque le sigue cambiando el nombre a las cosas: a esa emisión monetaria la denomina superávit fiscal y quedamos todos contentos, menos la señora que paga los bonos con el aumento de los precios en el supermercado.