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La Eurozona se estremece en el espejo de la historia

Por Marcelo Cantelmi* La crisis que sacude las finanzas europeas y afecta a los mercados internacionales encuentra parecidos con otras que terminaron produciendo estallidos sociales y políticos.

Era una consecuencia previsible o debió serlo. Los programas de austeridad sobreactuados lanzados con presión extorsiva sobre Grecia, se están saldando con peores números de los que se pretendían enmendar.

Ese país perdió ingresos, capacidad fiscal y la economía se contrajo de un modo extraordinario. Pero la resultante más grave es que esas políticas irresponsables potenciaron la crisis social desnudando de autoridad al gobierno socialista aliado de Francia y Alemania, y hoy Atenas se debate en un vacío que puede convertirse fácilmente en un estallido social no importa ya lo que se negocie a nivel político. El abismo está más que presente.

Lo está también en Italia que debe pagar sobretasas récord, ya en alturas de 460 puntos. No es sólo un número. Roma tiene que refinanciar cada año 200 mil millones de euros en intereses de su colosal deuda, y el año próximo serán 260 mil millones. Con un riesgo país de semejante magnitud, Italia necesita remunerar cada vez más y por mayores cantidades para fondearse y ya no alcanza el tamaño de la economía para balancear las cuentas . Es lo que le sucedió antes a Grecia, Irlanda y Portugal y es claro que más temprano que tarde, como ocurrió con aquellos países, y por eso ya sobrevuela la península el FMI, habrán de tener que generar planes de salvatajes para el reino de Silvio Berlusconi.

Si eso sucede, España quedará en el mismo tembladeral. Pero la bolsa de rescate de la Eurozona no tiene suficiente dinero para mantener a flote economías de ese porte porque nada se ha hecho fuera de la retórica para estructurar un sistema de respuesta rápida , así como tampoco se diseñaron esquemas contracíclicos de estímulo de la economía, de crédito y aliento del empleo. Como señaló letal en su última edición The Economist sobre el raquítico plan de contingencia acordado por la cúpula de la Eurozona en Bruselas a fines de octubre: "en el mejor de los casos este acuerdo fracasará en resolver la crisis, pero en el peor, terminará por agravarla" . Entre tanto Francia y Alemania, acaban de anunciar que reducen a la mitad su expectativa de crecimiento, resignadas a una recesión que ya se ha presentado.

Puede sostenerse que esta deriva nace de la impericia de la dirigencia europea que hizo cualquier cosa menos prever las consecuencias de sus pasos y caracterizar correctamente la superficie donde los daba. Pero es un argumento fútil.

La calidad de los liderazgos se liga con la etapa . Este tipo de crisis no muestran nunca en su estadío de formación la presencia de óptimos niveles de conducción, más bien lo contrario, estrechos y balbuceantes.

Sucedió así con las tres presidencias republicanas previas al estallido de la gran crisis de 1929-30, desde Warren Hardin, pasando por Calvin Coolidge a Herbert Hoover, gente que celebraba, en un extremo de insularidad, que los legisladores norteamericanos carecieran de pasaporte o que entendían que el único valor de Europa en la época era para servir de mercado a EE.UU. El New Deal del demócrata Franklin Delano Roosevelt, que revirtió parcialmente aquel desastre, fue una salida desconcertante a aquel desconcierto convirtiendo al Estado en la máquina hasta ahí desechada que impulsaba nuevamente las ruedas de la economía.

Como aquella, la crisis actual no es reciente, ni imprevista. Tomamos la fecha de setiembre de 2008 como punto de expansión de este fenómeno, pero esta distorsión histórica se incubó desde mucho antes, a lo largo de las últimas dos décadas. El estallido y parate consecuente se produjo porque la estafa global de las hipotecas basura , que aun tapizan los tesoros de los bancos de todo el mundo -ahí radica parte del problema persistente de solidez de la banca-, llevó a la quiebra a los Estados para sostener a sus sistemas financieros. EE.UU. salió de esa noche con una deuda equivalente a todo su PBI de 14 billones de dólares , una desocupación estructural que no cede, perspectivas de menor crecimiento aún para el 2012 y el tremendo escenario de que uno de cada 15 norteamericanos es pobre, según un sondeo de la oficina federal de censos.

La pobreza y el desempleo son consecuencia y causa a la vez de la recesión. Es lo que le sucede a Europa. Esas deformaciones se ven especialmente marcadas en los arrabales más golpeados y desprolijos, como en el ejemplo griego. La fuga de fondos que experimentan los países emergentes como Argentina, aparte de las fallas propias, se debe a la transferencia de liquidez desde sus filiales que hacen bancos y empresas para balancear sus presupuestos acorralados. De ese modo se esparce la crisis, tomando mayor espacio en las economías que, como las europeas, jugaron a que nada sucedía y si sucedía era lejos.

Además de la del ‘29 el mundo ha vivido otras crisis similares en proporción y profundidad a la actual, como la japonesa de fines de la década del ‘20. Conviene observar esos antecedentes porque no fueron sólo procesos de reacomodamiento sino transformadores. Estos fenómenos exhiben lecciones de tono parecido. Entre ellos que no se trata de trances de resolución rápida sino que se consolidan en tanto avanzan. Y que, en general, en la mayoría de los casos han sido callejones que se resolvieron en el campo militar . El ejemplo más estentóreo ha sido el de las grandes guerras mundiales del siglo pasado, que lo fueron en el extremo de una disputa básica de mercados, que de eso se trata estos choques entre potencias. La guerra es, como la definía Lord Keynes y repite Paul Krugman, la gran maquinaria de gasto y estímulo público . Eso es lo que convirtió a EE.UU., en el dueño de la mayor porción del PBI mundial durante casi todo el siglo pasado.

Si se tiene en cuenta el acorralamiento desde el cual se salió hacia esos destinos miserables se verá que el sistema de acumulación del capitalismo estaba atragantado , no había crecimiento y las economías colapsaban como sucedió con Alemania después de la desintegración del imperio Austro-Húngaro.

Estremece en esta perspectiva que el presente se vea en aquel pasado.

Washington está perdiendo hoy lonjas de poder y autoridad mundial a manos de sus propias limitaciones económicas. Los levantamientos republicanos árabes son parte de esos efectos transformadores. No son los únicos. El repliegue en Irak y Afganistán se eleva en esa nómina, también la ruptura de controles en Pakistán y el desafiante crecimiento de la influencia China en Asia y el Pacífico así como la debilidad en perspectiva del califato saudita, la mayor bomba de petróleo del mundo.

Estas sombras suceden cuando hay un aumento exponencial del gasto en arsenales en las 9 naciones con poderío nuclear. En este otro abismo cuesta desligar de la crisis económica, los crecientes ruidos de sables de estas horas que flamean sobre Irán . Es un alerta que viene del pasado.