La estrategia oficial, sustentada en la búsqueda de un complot
*Por Carlos Pagni. En octubre de 2007, el tomate se había convertido en un producto de lujo. Llegó a costar 18 pesos el kilo y la gente dejó de consumirlo. El precio, entonces, bajó. Se impuso la ley de la oferta y la demanda. Sin embargo, Néstor Kirchner lo interpretó de otra manera: felicitó a las organizaciones de consumidores por el exitoso sabotaje a la conspiración de los horticultores.
Cinco meses más tarde, los chacareros se soliviantaron por el congelamiento de precios que significaron las retenciones móviles. Pero Cristina Kirchner denunció un movimiento destituyente, maquinado por quienes habían volteado a Isabel Perón en 1976.
Allí donde la dinámica del mercado señala un desequilibrio, el kirchnerismo tiende a ver un complot. Y organiza un boicot para desbaratarlo. La guerra contra los compradores de dólares es la última manifestación del mismo voluntarismo. En el mercado de divisas se verifica una crisis de confianza, producida porque el Gobierno decide no tratar las distorsiones que se han ido acumulando: inflación, retraso cambiario, reducción del superávit comercial, galopante gasto público, incógnita energética.
El kirchnerismo cree estar en presencia de otro fenómeno. El último en explicarlo fue el titular de la Unidad de Información Financiera, José Sbatella: "Los que perdieron las elecciones del 23 de octubre nos están sometiendo a un test de gobernabilidad". El argumento olvida que el primero en correr hacia el dólar fue el propio Gobierno, impidiendo las importaciones. Prefiere imaginar un desafío de poder. Un complot. Como el del tomate o el del campo.
Esta es la razón por la cual, en vez de inspirar confianza explicando qué piensa hacer con los desafíos que generan temor, la Presidenta apostó a desbaratar la confabulación con medidas disciplinarias. El viernes, en Olivos hubo un desfile de funcionarios y banqueros angustiados porque, en vez de ceder, el problema se ha ido agigantando. En octubre, el público compró US$ 3500 millones.
Ahora, gracias a las tácticas de Mercedes Marcó del Pont, Guillermo Moreno y Ricardo Etchegaray -que Amado Boudou acató sin chistar-, no sólo se fueron otros US$ 1200 millones, sino que el Central está perdiendo unos US$ 1000 millones por semana, debido a la corrida contra los depósitos en dólares. Para evitar una caída de reservas de US$ 3500 millones se produjo otra de más de 5000.
En esas reuniones del viernes se evaluó la posibilidad de facilitar las compras de dólares a los pequeños ahorristas. Pero ¿el Central querrá desprenderse de divisas a $ 4,29 cuando el paralelo ya trepó a $ 5?
La Presidente prefiere los métodos rudimentarios. Le hace oler a Moreno el suéter de los grandes operadores y lo lanza sobre ellos. El secretario de Comercio Interior llama a los exportadores, uno por uno, para indicarles cuándo y cómo deben liquidar divisas. El miércoles pasado se verificó este diálogo:
Moreno : -¿Cuándo vendés los verdes?
Exportador : -El martes voy a vender 30 millones. Y voy a comprar 20 el jueves.
Moreno : -De comprar olvidate. Y la venta hacémela el lunes. Y no me vengas con que no tenés la papelería lista, ¿eh?
La obsesividad de Moreno conspira contra sus propios objetivos. La semana pasada hizo llamar a un laboratorio para impedir la compra de US$ 2 millones, dejando la falsa impresión de que el Central se ha quedado sin reservas.
Etchegaray, el titular de la AFIP, no parece más sofisticado. El último jueves se ufanó de que, gracias a su fiscalización cambiaria, fueron detectados varios propietarios de yates que eran monotributistas. Seguro que Etchegaray hablaba en broma: si para capturar a esas tortugas la AFIP necesita enloquecer el mercado del dólar, quiere decir que a la Presidenta el complot se lo están armando sus colaboradores.
Los funcionarios todavía no comprenden que fueron ellos, en su ansiedad por hacerse de divisas, los que impulsaron a los tenedores de pesos hacia el dólar. Cuando se bloquearon las importaciones y se obligó a Subaru a exportar alimento para pollos, el público supuso que el problema cambiario era dramático y se preparó para una devaluación.
DESESPERADOS
Moreno; Débora Giorgi, y el secretario de Industria, Eduardo Bianchi, siguen, como el mercado, desesperados por conseguir dólares. Sus criterios para permitir la entrada de containers son demasiado opacos. En el caso de Bianchi han dado lugar a una denuncia, al parecer muy detallada, que estaría sobre el escritorio del fiscal Guillermo Marijuan. La acusación habla de que Industria estaría reteniendo las cargas de una importadora metalúrgica para beneficiar a una competidora cuyas mercaderías ingresan sin problemas. El informe menciona pagos de sobornos. Lugares y personas. ¿Dónde se originó la delación? ¿Será, como sospechan en el Ministerio, en el propio gabinete nacional? Hay que suponer que Marijuan investigará el caso. Como siempre, los controles cuerpo a cuerpo favorecen corruptelas.
Giorgi y Bianchi ya provocaron controversias con las autorizaciones para empresas que, según dicen, fabrican electrónicos en Tierra del Fuego. Las estadísticas son casi inaccesibles, pero en el mercado existen cada vez más indicios de que lo que se presenta como una política de aliento a la producción nacional esconde, en realidad, un boom importador.
Moreno está distraído de estos enigmas. La crisis cambiaria lo llevó a mirar la política energética, que es uno de los grandes agujeros por el que se escapan los dólares. La decisión del kirchnerismo de regalar la luz y el gas desalentó la inversión y promovió las importaciones de combustibles. Estas fueron en 2010 de US$ 4000 millones. Este año serán de US$ 9000 millones. Y el que viene se calculan en US$ 12.000 millones. El aumento es consecuencia del mayor consumo local, pero también de que la primavera árabe y la tensión con Irán dispararon los precios internacionales. El barril de petróleo WTI, que hace diez días costaba US$ 90, cerró el viernes pasado a US$ 99.
El Tesoro ya no soporta el esfuerzo que representa el subsidio a la energía. El secretario de Comercio estudia un aumento de tarifas. Desde el miércoles pasado avisa a las compañías: "Muchachos, a cuidarse, porque volví". La decisión es muy expresiva del estilo de la señora de Kirchner.
El ministro de Planificación, Julio De Vido, y su escudero, Roberto Baratta, deben tolerar que Moreno acampe con su equipo de trabajo en un feudo que ellos consideraban exclusivo. El secretario del área, Daniel Cameron, acostumbrado a que lo ignoren, se concentra en los torneos de golf de Air France y pesca con mosca en Río Grande. Nadie debe sorprenderse con esta forma de administrar los recursos humanos.
La Presidenta designó al actual representante argentino ante la ONU, Jorge Argüello, embajador en Washington, y a Luis Kreckler en Brasilia, sin consultar al canciller Héctor Timerman. A diferencia de De Vido, al canciller le importan poco estas desautorizaciones. Tal vez sea la razón por la que conservará el cargo.
Moreno seleccionó a varias empresas-testigo. Analizados los costos, les fijará la rentabilidad. Es su noción del precio. Para la generación térmica eligió Central Puerto; para la hidráulica, El Chocón; para el transporte, Transener, y para distribución, Edenor.
AUMENTAR CARGOS TARIFARIOS
La decisión oficial no supone mejorar los ingresos de las compañías, aun cuando Edenor y Edesur estén en déficit operativo y, en un par de meses, ya no puedan pagar sus deudas. La estrategia es aumentar los cargos tarifarios que pagan los grandes consumidores para alimentar fideicomisos administrados por el Estado. Nada que objetar: es el modelo del caso Skanska, donde acaba de demostrarse que no hubo corrupción. (Aunque, ¿es verdad que el único peritaje de precios que los jueces tuvieron en cuenta fue el que propusieron los acusados?)
Como la cabeza de Moreno funciona igual para todos los mercados, los efectos que produce son los mismos. Su primera experiencia fue con la carne. Por mantener los precios bajos, desalentó la cría de ganado, y esa reducción de la oferta terminó elevando los precios. Ahora el producto es igual de caro, pero se consiguió achicar el rodeo en varios millones de cabezas.
Con la energía sucede algo parecido. A la larga, por aumento de tarifas o de cargos específicos, la luz y el gas dejarán de ser baratos. Pero se habrá conseguido reducir la disponibilidad de hidrocarburos, por falta de incentivo a la inversión.
El mercado del dólar sufre la misma lógica. Las reservas bajaron más de lo que lo hubieran hecho si se dejaba flotar el tipo de cambio. El dólar paralelo, igual, ya está en 5 pesos.
En todos los casos rigió un criterio populista: la maximización festiva del presente y el desdén por el porvenir. Los costos de ese enfoque quedaron ocultos detrás de la expansión. Pero ese ciclo llegó al límite. El futuro ya llegó y encuentra en el poder a los mismos que lo habían despreciado. Los que planearon la reelección, seguro, forman parte del complot.